Mundo
Ver día anteriorLunes 11 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Habitantes cuestionan los supuestos beneficios de la justa deportiva

Río de Janeiro, en colapso económico y social rumbo a los Juegos Olímpicos
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 11 de julio de 2016, p. 20

Río de Janeiro.

Todos los números relacionados con los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, que serán inaugurados el viernes 5 de agosto, son impactantes.

Pero la cifra más importante es desconocida. Según el Tribunal de Cuentas de la Unión, permanece envuelta en nubes de misterio: ¿cuánto habrá costado esta fiesta? Los cálculos indican que alrededor de 4 mil 600 millones de dólares. Se asegura que poco más de la mitad de los recursos provienen de la iniciativa privada. Lo que no se sabe con seguridad es, en primer lugar, el costo real. Segundo, precisamente, cuánto dinero público fue destinado al acto.

En todo caso, el costo de los Juegos Olímpicos es inferior al promedio de los anteriores (5 mil 100 millones). Aun así, es mucho para un país cuya situación es muy distinta a la de octubre de 2009, cuando se oficializó que la ciudad sería sede del evento. En aquella época había dinero. Ahora faltan fondos para sectores básicos de los servicios públicos y el estado de Río de Janeiro, cuya capital abrigará el acto, está literalmente en quiebra. Esta semana los funcionarios públicos cobrarán la segunda mitad de sus sueldos de mayo.

Otra duda que está en el aire: luego de los miles de millones de dólares, ¿cuál será la herencia para los moradores de la ciudad?

La experiencia no es exactamente positiva, si tomamos en cuenta eventos como los Juegos Panamericanos de 2007 o el Mundial de Futbol de 2014. Instalaciones construidas a precios millonarios se transformaron en elefantes blancos y generosas fuentes de alta corrupción.

Algunos indicios apuntan a que el legado de los Juegos Olímpicos podrá, al menos en parte, ser positiva: un área del viejo y degradado centro de Río, especialmente la zona portuaria, fue revitalizada y quedó hermosa.

La pregunta, en todo caso, es otra: ¿valió la pena tanta inversión? ¿Qué parte de la población, que seguirá aquí cuando los Juegos Olímpicos hayan terminado, se beneficiará?

Los ejemplos anteriores no contribuyen a despertar entusiasmo. Montreal tardó 30 años en cubrir las deudas generadas por sus Juegos Olímpicos, y los realizados en Atenas contribuyeron de manera decisiva a que Grecia fuera arrastrada al abismo.

En Río se dio a la inversa: la bancarrota se reportó meses antes de los juegos. Por más que el alcalde reitere que las finanzas municipales están equilibradas y que la quiebra fue del Estado, lo que se constata es que los servicios básicos están al borde del colapso.

Imágenes contundentes ayudan a construir un retrato de espanto. El secretario estatal de Seguridad admite que falta combustible para las patrullas y que en varias comisarías se requiere papel para registrar quejas y denuncias. Para completar, también falta papel higiénico.

En la morgue es frecuente que los cadáveres sean apilados, porque los responsables abandonaron el trabajo luego de tres meses sin cobrar sus sueldos.

En enero pasado la municipalidad asumió el control de dos de los tres hospitales estatales, que habían cerrado por falta de recursos. La Universidad Estadual de Río está cerrada desde abril, colegios públicos suspenden periódicamente sus actividades y en los pasados seis meses la criminalidad creció 65 por ciento en una ciudad ya sofocada por la violencia.

Es verdad que el gobierno del interino Michel Temer envió apoyo por unos 900 mil millones de dólares y anunció que habrá más ayuda luego del cierre de los Juegos Olímpicos. Pero el déficit del estado de Río es de 6 mil millones de dólares, superior a lo que costará el acto.

Resultado: un paisaje desolador, una ciudad en colapso económico y social. Hace días, quien llegaba al aeropuerto internacional era recibido por policías y bomberos con inmensas pancartas que decían: “Welcome to hell”. Otra enfatizaba: La prioridad de la policía es la población, la del gobierno son las olimpiadas.

Ni una ni otra frases son verdaderas. La prioridad de la policía es cobrar sueldos retrasados, y la del gobierno, intentar sobrevivir.

Así las cosas, bienvenidos todos a la Ciudad Maravillosa que vive días infernales.