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Nosotros ya no somos los mismos

Un entregado político de Iztapalapa

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El interfecto revivió un lema atribuido a un viejo líder de los tiempos idos: Contra los ricos y los poderosos, hasta alcanzarlosFoto Roberto García Ortiz
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ablemos de un brioso, entregado, comprometido político surgido de los territorios de la marginación social. Su vulnerabilidad económica y sus escasas entendederas le cierran las vías de capilaridad, que algunas veces permiten saltar del banquillo de lustrador de calzado a la silla del máximo poder del país y, lo que es más, a los mullidos sillones de las salas de los consejos que dirigen las grandes empresas trasnacionales digamos, como simple ejemplo, de ferrocarriles.

Para fortuna de nuestro personaje de hoy lunes 11, sus carencias son suplidas vastamente con otras características más pragmáticamente útiles: ambición desmedida, rencor social y ausencia total de escrúpulos. (Aunque jamás lo haya leído, el fin más perverso justifica no sólo medios atípicos, sino hasta algunos honorables). Él revivió un lema atribuido a un viejo líder de los tiempos idos: Contra los ricos y los poderosos, hasta alcanzarlos.

Ante las limitaciones personales enumeradas, con un innegable sentido de supervivencia y con gran olfato decidió el rumbo de su vida: sería político. En esta noble actividad, sus defectos se transformarían automáticamente en fortalezas. Su instinto y necesidad de supervivencia siguió operando. El universo al que debo incorporarme, se dijo, está decidido: el quehacer político. ¿Cuál de los accesos es el idóneo? Abusado como es, no tuvo dudas. Por el método eliminatorio seleccionó la mejor puerta posible para colarse. En el PAN era verdaderamente un sueño de Cenicienta. ¿Su código postal, sus referentes escolares, su estampa y envoltura podían competir frente a los Döring, Martínez del Campo, Fernández de Cevallos, Arne aus den Ruthen y otros más, cuyos apellidos me da flojera infinita escribir?

¿Si escogía una reciente opción, tenía la mínima oportunidad de disfrazarse de tucán verde? ¿Los baldíos, las vecindades de esa doliente y sufrida delegación –Iztapalapa– que era su ámbito de origen podían cotizarse al nivel de los maravillosos desarrollos residenciales que asombran al jet set internacional y que son tan cotizados para practicar deportes extremos, a los que hermosas damitas vienen, desde muy lejos, a experimentar la emoción de inhalar exquisitos vapores e ingerir capsulitas de atractivos colores, o la emoción de lanzarse al cálido viento tropical desde los penthouses (los castillos imperiales de la actualidad) a las albercas de formas amebianas a las que sólo tienen acceso los perversos tucancitos? Y decir luego que nadie las empujó, sino que era su gana de trascender. Su instinto –que ha sido el don que lo ha llevado a la cumbre– le hacía ver que sus calzonetes, de mezclilla de a deveras comprados en la Lagunilla, maquilados por las costureras de 20 de Noviembre (las sobrevivientes, obviamente) y adquiridos en el mercado más impresionante del continente –el de San Jelipe de Jesús, corredor de más de siete kilómetros ocupado por más de 30 mil comerciantes– eran obstáculo insalvable para ingresar al universo de la heroica cruzada por la preservación de la vida (la suya), como no fuera como valet parking. ¿Y a la puerta tricolor qué pero le ponía? Pues que el PRI de los 70 ya no era el de endenantes. Los hijos y nietos de los padres fundadores del, hasta ese entonces invencible, ya se habían superrefinado. La secundaria 13, San Ildefonso y la Escuela de Jurisprudencia ya no eran antesalas obligadas y exclusivas por las que tenían que pasar los cuadros que generacionalmente se transmitían la antorcha del poder público. En las cámaras del Legislativo se había elevado notablemente el índice de escolaridad y casi desaparecido el analfabetismo. Los hijos de los políticos ya no eran rechazados automáticamente como en sexenios anteriores por las familias decentes, sobre todo porque ya eran sus vecinos en El Pedregal, Las Lomas (Ciudad Satélite no prendió pese al empeño alemanista y Santa Fe era una universidad enclavada en el pobrerío que habitaba en cuevas y barrancas que correspondían al CP de Pedro y Vilma Picapiedra y de Pablo y Betty Mármol). Los retoños de esos grupos, antaño rivales y ahora integrados en una sola clase (la de los poseedores o ganones), eran condiscípulos en las instituciones en las que el empresariado y sus soul guards (no creo que la expresión exista, pero me gusta inventar vocablos), es decir, los cofrades de congregaciones religiosas como Los Legionarios de Cristo del reverendo padre Maciel preparaban a sus descendientes, tanto familiares como accionarios. Queriendo y no, se codeaban con sus propios hijos en colegios y clubes de postín. Sus medios de transporte marítimo, terrestre, aéreo, competían en insolencia y derroche, y los exclusivos resorts para el sano esparcimiento sufrían a la hora de reservar, para alguno de ellos, la suite presidencial. Los júniors, luego llamados yuppies, fueron por demás convincentes: daddy, my room mate, el hijo del que es el líder del sindicato con el que tú peleas, nos invitó a mi hermana y a mí a su yate en un viajecito por el Peloponeso. “Mi’jo –dijo el secretario general– usté no deje que lo albureen y menos a su hermana”. Aclarado el mal entendido, se realizó el viaje y, sólo pa’agradecer y pa’que luego no hablen di’uno, gran cena en casa del líder. Y que se hacen los milagros: el agua se convierte en champaña, los enfrentamientos en acuerdos y los acuerdos en repartos racionalmente asimétricos. ¿En estos imaginarios entretelones tenía cabida el personaje que ha dado razón de ser a esta columneta? ¡Claro que no! Pero… Dios protege la inocencia: en momentos de crisis y desamparo, surge la luz. Por negra y opresora que la noche sea, el sol sale cada mañana (aunque como en Trafalgar Square no lo podamos ver siempre). El sol que emergió fue típicamente azteca y de color dorado (¿López Castro, siquiera te pagaron aceptablemente tu diseño?) Esa fue la puerta salvadora a la que tocó nuestro personaje. Deslumbrado ofreció sus servicios, múltiples éstos: volantear, grafitear, organizar paros, plantones, protestas. Entregar estímulos para el cumplimiento de la obligación/derecho de sufragar, o sease, materiales y objetos para el hogar. Ascendió pronto y se convirtió en artículo de exportación: el Clark Kent perredista lo adoptó como Johnny Weissmüller (Tarzán) a Johnny Sheffield (Boy) y lo envió a reforzar la candidatura de Ángel Aguirre Rivero a gobernador de Guerrero. Cumplió como los buenos, según crónicas: mapacheó con eficacia igual que cuando tuvo que ejercer legítima violencia contra algunos informadores no gratos, en el territorio de Ciudad Gótica, al mando de su Tarzán, Ebrard Casaubón… Pero ya no hay espacio para detalles, baste decir: nuestro singular personaje se empoderó a tal grado que llegó a ser el jefe delegacional del territorio más extenso, poblado y poderoso económica y electoralmente de la capital. Sin embargo, una añeja dolencia se le vino encima y el síndrome del doctor Jekyll y Mr. Hyde nos mostró su patología: el 17 de diciembre de 2014, en un vehículo propiedad de un amigo/proveedor, o viceversa, de la delegación, el titular de ésta, en estado alcohólico, se impactó contra un vehículo que se interpuso en su camino: el automóvil estaba estacionado. El funcionario arguyó mil ridículas explicaciones, pero las evidencias no tienen militancia: el delegado, en estado de ebriedad, manejaba el Jeep placas 588-ZVH, propiedad de un amigo/contratista, pero, eso sí, de modesto porcentaje en el presupuesto delegacional (si ha sido de los importantes le pide el helicóptero).

Bueno, yo pensé que frente a las evidencias incontrovertibles, el presidente del PRD en el Distrito Federal y la Contraloría del gobierno de la ciudad, por su propio beneficio, si no consignaban al delincuente confeso tampoco se atreverían a promocionarlo. No sólo me equivoqué, sino que predije su ascenso: lo di por muerto, o sea que con mi aguda capacidad de prospectiva le aseguré lo imposible: el triunfo: votos cinchos, cooptados de cualquier manera, son válidos y cuentan: el confeso delincuente del que estamos hablando es miembro de la actual legislatura de la recién nacida Ciudad de México. Y, como mañoso, pero tonto que es, se ha declarado presunto culpable de algunos posibles delitos. Veámoslos cuanto antes y no tardíamente inculpemos a quien puede ser un legítimo aspirante a gobernador de esta entrañable Ciudad de México.

Twitter: @ortiztejeda