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Ver día anteriorMartes 12 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La raza no existe; el racismo sí
E

l número 51 de la revista Desacatos (del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social) está dedicado al racismo y la xenofobia. La coordinadora del número (resultado de un coloquio académico), Olivia Gall, lo presenta con una afirmación para mí incontrovertible: desde hace tres cuartos de siglo, los científicos han hecho descubrimientos cruciales que prueban de manera fehaciente, que la creencia en las razas humanas (es decir, grupos cuyo color de piel y fenotipo se deben a contundentes y radicales diferencias biológicas o genéticas) no tiene bases científicas: las razas no existen.

No existen científicamente, pero sí en términos ideológicos y políticos. El racismo sí que existe, y es una de las ideas más perniciosas y destructivas de la modernidad: “Todavía nos regimos por la creencia cultural de la existencia de razas, y el racismo siempre está ligado… a formas de discriminación y de opresión” (desacatos.ciesas.edu.mx).

Las expresiones más visibles del racismo en México son la negación de nuestra raíz africana y la discriminación del indígena. Pero no son las únicas: Olivia Gall hace un agudo análisis de otras formas de xenofobia y antisemitismo. Por xenofobia entendemos “el conjunto de los discursos y de las prácticas que tienden a designar… al extranjero como un problema, un riesgo o una amenaza para la sociedad…” (J. Valluy, citado por Gall), y por antisemitismo, la “judeofobia. Aunque el término semita incluya a todos los (imaginarios) descendientes del (imaginario) hijo primogénito del (imaginario) Noé, basta ponerle el prefijo anti para que el término, mal que nos pese, desde los albores del siglo XX, signifique una sola cosa: judeofobia, odio al judío” (Rolando Gómez, citado en: https://elpresentedelpasado.com/).

En ese sentido, Gall muestra el antisemitismo de la derecha mexicana (1890-1960), que combinaba imaginarios judeófobos medievales y modernos, fundados en prejuicios pertinaces difundidos por los grupos racistas que desembocaron en el fascismo y nazismo en el siglo XX. La segunda parte de su trabajo analiza (denuncia) las formas discursivas actuales del discurso antisemita en México, tanto en los medios de comunicación como, sobre todo, en las redes sociales.

El estudio de esas fuentes arroja que quienes hoy enarbolan este particular discurso racista se dicen de izquierda, una izquierda claramente conspiracionista (donde los judíos controlan o pretenden controlar el mundo a través de la conspiración masónica –o comunista– y el capital financiero internacional). Para Olivia Gall, esta izquierda hace suyo el racismo antisemita de la derecha más violenta del siglo XX, cuando define al sionismo como un todo sin corrientes, debates ni conflictos internos; como sinónimo del peor, más descarnado y más asesino colonialismo imperialista existente en nuestro planeta, sin admitir matices (muy bien explicados por la doctora Gall) e identificando sionista (en esa definición) con israelí e incluso, con judío (es importante señalar que Olivia Gall comparte la condena, de carácter político, ético y humanitario, al colonialismo militarizado israelí en los territorios palestinos ocupados; a la derechización del Estado de Israel y “al franco apartheid antipalestino” que esa derecha promueve, al mismo tiempo que persigue y agrede al centro y a la izquierda israelíes, que para los judeófobos de izquierda parece no existir).

Olivia Gall desnuda el odio racial y xenófobo, la judeofobia disfrazada de antisionismo de izquierda, que cunde y se expande, aprovechando la supuesta libertad de las redes sociales (Twitter, sobre todo), desenmascarando a sus promotores con valor y precisión. Sin embargo, me parece que yerra al considerar que esa es la posición mayoritaria en la izquierda mexicana, pues sus promotores, a los que ella señala con nombre y apellido, están cada vez más aislados. Lo demuestra su sainete más reciente, cuando exactamente la misma red denunciada por Olivia Gall lanzó una feroz ofensiva contra varias personalidades de Morena en el Distrito Federal, orquestando una campaña que combinó los clásicos argumentos antisemitas de esa red, con otros que parecen sacados de las peores épocas de las guerras religiosas. Bernardo Bátiz lo resumió con certera frase: “Guerra sucia de tan baja calidad moral…”. Guerra sucia en que la izquierda les hizo el vacío.

Trabajos como este contribuyen a que se ahonde ese vacío, contribuyen a sanear la discusión política en México. Cuando pregunta: ¿Cómo distinguir entre el antisemitismo y la crítica legítima a aquellas políticas colonialistas y excluyentes del Estado de Israel? ¿Cómo discernir entre una crítica justificada a las inclinaciones colonialistas del proyecto sionista y una reiteración de prejuicios antisemitas centrados en la ecuación judaísmo-capitalismo-imperialismo, en una profusión de odio encubierta tras el antisionismo?, encontramos en la lucidez y la elegancia de sus respuestas una ventana al mejor pensamiento crítico (desacatos.ciesas.edu.mx/).

Twitter: @HistoriaPedro