Opinión
Ver día anteriorMiércoles 13 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Lo moderno viejo
E

l diagnóstico de la tecnocracia de élite sobre la reciente derrota priísta ha sido tajante: la derrota en las elecciones pasadas se debió a un manejo apegado a viejas prácticas y con operadores desfasados en sus enfoques, edades y rutinas. La solución imaginada que de aquí en adelante se llevará a cabo, sin dilación que la detenga, será un recambio cupular. Es imprescindible adecuar el mando del PRI a la modernidad dominante en la cúspide del poder, concluyeron con la usual suficiencia que caracteriza a su discurso. Poco importa que la disonancia con el entorno de tan polémico dictado sea tan pronunciada y con ríspidas aristas de cuidado. Los ateridos sectores del otrora partido de las mayorías no pueden presentar tan álgido contraste con la nueva perspectiva que se les impone como necesaria y urgente. Al acatar el imperioso mandato, los encargados de santificar el insigne proyecto que acarrea la candidatura rebelan su indigna subordinación.

El Congreso del Trabajo, como se vio en las graves fotos difundidas, es un cascarón avejentado que nada aporta y mucho quita. La CNOP nunca ha sido un organismo, sino un agregado de conveniencias para cualquier tiempo y uso. La CNC, quizá el único sector que todavía mantiene cierto contacto con sus representados: el alegado voto verde siempre tan convenenciero. El movimiento territorial es un apretujado ensamble de caciques y grupos disponibles para el trasiego de votantes y las matracas. El mero meollo de caros operadores para distintas causas. Lo que queda por fuera de tales estamentos son marbetes circunstanciales que, cuando mucho, hacen ruido si se les paga bien. Juntos, todas estas centrales partidarias y sus añadidos a duras penas podrán rebasar ya 20 por ciento del voto ciudadano. El resto lo tendrán que concitar los ingredientes ya conocidos: la propaganda, las alianzas usuales ya decrecientes, la manipulación (compra) y, a lo mejor, un candidato que entone con algo de futuro.

Lo cierto es que el que será introducido en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI llega con un bagaje tan liviano que no tendrá las mudas de ropa indispensables para presentarse en sociedad. El desconcierto causado por la propuesta ha sido mayúsculo, a pesar del lanzamiento usando toda la parafernalia del poder cupular. Y lo es todavía más en función de lo que se ve en el contorno a corto plazo: la dura contienda por el estado de México y el 2018 de todas las expectativas nebulosas.

Pretender manejar la sucesión presidencial de acuerdo con los rituales de la vieja ola para depositarla en un ungido de muy distinta prosapia a la priísta de base, será vano empeño. La reforma del PRI prometida tendría que haber empezado, precisamente, por abrir su proceso electivo. Las dificultades de tan escabrosa misión a la antigua usanza son vastas, sin duda mayores de los reales alcances del cenáculo de los actuales oficiantes. Preparar, desde el núcleo del mando priísta y con un novicio carente de oficio, las condiciones para una recargar la unipersonal designación en un miembro alado de la tecnocracia, se ve, por ahora al menos, misión imposible. El mensaje enviado ha sido éste y no otro: el PRI ahora es nuestro y no de los que lo han pervertido.

El país, mientras, no halla el debido reposo para adecuarse a un recambio de esa naturaleza, instruido con soberbia innegable y harto desprecio por la militancia. El humor que acompaña a la ciudadanía ya se vio, con claridad suficiente, en las pasadas elecciones. El factor externo es, por lo demás, bastante reactivo al autoritarismo ensayado por el funcionariado de arriba. El caso del magisterio disidente (CNTE) es, desde muchos ángulos, ejemplar. La terca movilización llevada a cabo por los maestros de la mera base ya dio frutos, a pesar de la intensa propaganda de desprestigio ensayada contra ellos. El impulso fingidamente modernizante de las autoridades (OCDE) se estrelló contra la voluntad de resistencia y empuje hacia otros derroteros que proponen los mentores. Las limitantes para emplear la fuerza son numerosas. Simplemente no se tiene, en lo alto, ni la habilidad ni las debidas intensiones para lidiar con la oposición, menos aún con la discordia y el conflicto. Tal vez las razones de tales deficiencias se deban a que las reformas no se diseñaron para beneficiar al pueblo.