Opinión
Ver día anteriorViernes 15 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Elena Poniatowska: Dos veces única
¡Q

bouquet al viejo San Ángel me dejo la lectura de Dos veces única, de Elena! Menuda forma de enlazar la naturalidad con el ritmo: la exuberancia de Diego Rivera con el torbellino interno de Jorge Cuesta, encarnadas en la maternal pasión de Lupe Marín. ¡Qué de vivencias en el hojear de las páginas que no quería terminar en la noche de largos tiros caleseros!

Olor de luces y calles pedregosas antiguas modernas que sorprenden; flores de jardines que abren corolas amorosas; pájaros que pían encaramados en lo alto de los árboles; frutas de mil colores en los mercados.

Tiene la escritura de la Elena cervantina, en esta novela, vigoroso privilegio de contrastes que se le transfieren. El espíritu va dejándose ganar poco a poco por esta paz san angelina, interrumpida por algunas tiernas mentadas. Lupe, cueva matriz de la que nacieron Diego y Jorge, luz y oscuridad y al revés. Manantiales del México posrevolucionario; pintura y poesía, espuma y cristal de ternura agradecida, firmamento cálido de rojo sexual.

Lupe Marín captada en su esencia por Elena es el anverso del ser: sombra morena, fantasía inasible, melancólica inspiración, compás de maternal susurro, indescifrable sicología, desdoblado anhelo. Vida en ausencia, deseo sin encuentro. Sin embargo, el amor como el arte de Diego: exuberante, interminable, carnavalero; en el Palacio Nacional, en la Secretaría de Educación Pública, en la Alameda, etcétera, y de Jorge la poesía, Canto a un Dios mineral que resume su escisión personal, conllevaron su tiempo propio, lo trascendieron a pesar de salirse de sus goznes.

En el acecho, en la espera, Lupe al crearse y renacer quedó herida. De las sombras y laberintos emergió para darse e inconscientemente volver a salir herida en compulsiva repetición. Herida que fluía más allá del tiempo, la razón. Nunca captada por los amantes, sino que los atravesaba y dejaba ¡eso sí! su palpito incandescente en el alma de los amantes, o sea: el amor escapa a toda lógica.

Lupe y sus amantes aman, se apasionan, se enloquecen maniacamente (Diego) o se ilumina místicamente, Jorge. Lupe lleva la huella de una presencia imposible.

Los amores de Lupe arden y hay en este ardor una aproximación al origen, algo interior, negación en Diego, destrucción en Jorge, que no escapan a la mirada de Elena la escritora que trata de ver, perderse, en busca de un hallazgo: el misterio de los otros, su locura, lo desconocido que nos subyuga y transfiere y lleva a seguir la lectura interminable, luz y sombra…

(Poniatowska, Elena. Dos veces única, (Seix Barral, Biblioteca breve, México, 2016.)