16 de julio de 2016     Número 106

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Cadenas cortas en un marco de
políticas públicas agropecuarias
excluyentes y algo tóxicas

Valeria Enríquez Organic Consumers Association-México  @ConsumidoresOrg


FOTOS: Organic Consumers Association-México

En este espacio compartiré algunas reflexiones derivadas del Taller de Intercambio de experiencias sobre Cadenas Cortas Agroalimentarias organizado recientemente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la Ciudad de México.

Si bien el concepto de cadenas cortas agroalimentarias está en construcción y puede tener un nombre un tanto complicado, en la realidad implica un conjunto de prácticas productivas y comerciales milenarias que, sobre todo en entornos rurales e indígenas, siguen siendo la regla y no la excepción. Algunas de las características esenciales que le sustentan y que fueron expuestas en el taller son: las relaciones donde la proximidad geográfica, ya sea física, social u organizacional, es central; los nuevos roles entre consumidores y productores que van generando una ciudadanía alimentaria activa y despierta; el contrapeso y rechazo al modelo de alimentación industrial; y el compromiso de actores gubernamentales actuando coherentemente para inducir y potenciar el cambio. En resumen, se basa en vínculos cercanos y muy activos que permiten la comercialización justa de productos provenientes de la agricultura en pequeña escala que tiende a producir de manera agroecológica. Las cadenas son cortas por la distancia y también porque pretenden reducir al máximo los intermediarios que por lo general suelen quedarse con las mayores ganancias, sosteniendo y sosteniéndose de la desigualdad.


Prácticas de agricultura regenerativa, Organic Consumers Association

En la misma línea, un reciente estudio del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sustentables (IPES, por sus siglas en inglés), expone la necesidad de cambiar el modelo predominante de producción agropecuaria intensiva e industrial hacia sistemas agroecológicos diversificados. Lo anterior debido a que los monocultivos intensivos de granos y la ganadería industrial dependen fuertemente del uso de herbicidas químicos y de la aplicación preventiva de antibióticos y hormonas del crecimiento. El estudio aclara que si bien el modelo ha logrado producir enormes cantidades de alimentos a mercados globales, ha sido a costa de altísimos impactos negativos, entre estos: degradación de suelos, contaminación de agua y ecosistemas, altas emisiones de gases de efecto invernadero, pérdida de la biodiversidad y daños a la salud.

Con base en lo anterior, es fácil concluir que el modelo sustentado en la agroindustria no ha funcionado para acabar con el hambre ni para garantizar la salud humana y ecosistémica. Sin embargo, ha sido muy exitoso y eficaz para aumentar y concentrar el poder en algunas mega empresas que sin titubear controlan y manipulan las políticas públicas de los países donde operan, sus marcos regulatorios, instancias académicas y la opinión pública.

La falta de alineación entre políticas públicas y la captura del Estado sostienen este sistema que imposibilita cumplir los discursos y acuerdos para generar un desarrollo más justo y sustentable.


Mercados rurales sabatinos organizados por Vía Orgánica, organización hermana de Organic Consumers Association, con sede en San Miguel de Allende.

La iniciativa Valor al Campesino ha expuesto la discriminación tajante que se aplica de arriba hacia abajo en las políticas agropecuarias, intensificando las desigualdades entre norte-sur y grande-pequeña agricultura. Hay una relación cuantificable que muestra un profundo sesgo de fomento productivo a ciertas regiones del norte y apoyos asistencialistas a zonas campesinas del sur, donde la población marginada e indígena es la menos beneficiada a pesar de constituir el 68 por ciento de unidades productivas con cinco o menos hectáreas de tierra y de producir el 40 por ciento de productos agrícolas del país. La agricultura de pequeña escala tiene un papel central en la generación de alimentos y en mantener la agrobiodiversidad, y por ende son la pieza clave para implementar un modelo de cadenas cortas agroalimentarias, modelo que dentro de la política pública actual sería imposible desarrollar de manera efectiva.

Ronnie Cummins, director internacional de Organic Consumers Association, dice que tenemos poco tiempo para entrar en acción y preservar un planeta donde podamos seguir viviendo. Sugiere que en vez de seguir pidiendo a gobiernos y empresas que por favor dejen de destruir el planeta, empecemos a secuestrar ya los billones de toneladas de exceso de carbono que existen en la atmósfera por medio de herramientas probadas de agricultura orgánica y regenerativa que aparte de enfriar el clima, aseguran la producción de alimentos nutritivos y saludables dentro de procesos económicos justos. Sobre este tema recomiendo profundizar en regenerationinternational.org

Este año México hospedará la Conferencia de las Partes (COP13) sobre diversidad biológica por lo que el discurso y los reflectores están presentes y es buen momento para despertar la fuerza y consciencia del consumidor(a) que llevamos dentro. La fuerza para transformar recae en nuestras elecciones de consumo y podemos o no, seguir consumiendo el atole con el dedo que el gobierno y las empresas beneficiadas con este sistema suelen darnos, de maíz transgénico por cierto.


Opción sustentable para
alimentar a las ciudades

Fernando Soto Baquero Representante de la FAO en México


Fernando Soto Baquero
FOTO: Cortesía FAO, Representación México

Las Cadenas Cortas Agroalimentarias son mecanismos de mercado que implican proximidad --geográfica, organizacional o social-- entre productores y consumidores, y consiguen la mínima intermediación en sus intercambios. En las cadenas cortas se ofrecen productos cultivados y criados mediante prácticas agropecuarias sustentables, y promoviendo la construcción de relaciones de confianza entre productores y consumidores, basadas en la comunicación veraz.

El contexto global de los sistemas agroalimentarios está teniendo importantes transformaciones. La demanda del mercado doméstico urbanizado representa una parte creciente del consumo de bienes y servicios y constituye la mayoría de los mercados nacionales alimentarios. Esto se da principalmente por un intenso proceso de urbanización, como en el caso de México, que tiene a 72 por ciento de su población viviendo en ciudades, según datos del Consejo Nacional de Población (Conapo). México cuenta con más de 384 ciudades de unos 15 mil habitantes, 59 de las cuales son zonas metropolitanas, y tiene 249 centros urbanos de entre 15 mil y 50 mil habitantes.

Las cadenas agroalimentarias rurales-urbanas van constituyendo la mayoría de la oferta alimentaria, donde cumplen un papel esencial las cadenas cortas agroalimentarias, por interacciones directas entre consumidores urbanos y productores en las áreas rurales, así como en la producción y transformación de la agricultura urbana y periurbana. En este marco, el segmento post-cosecha de las cadenas agroalimentarias es relevante y se explica por el hecho de que entre 50 y 70 por ciento de los costos y del valor agregado de las cadenas se forma en la transformación, la logística y en los comercios de mayoreo y detallista.

Otra tendencia que se está viviendo es el rápido incremento del consumo de productos de “diversificación”, aunado al hecho de que decrece el consumo de granos. El incremento del consumo de productos como vegetales, frutas, carnes, pescados y productos lácteos (más del 50 por ciento en términos de valor) implica también un rápido crecimiento de la cadena de frío y la logística de los perecibles. Al mismo tiempo se ha dado un crecimiento acelerado en el consumo de los alimentos procesados (estimado en alrededor de 50 por ciento). Quienes están cambiando sus patrones de consumo provienen principalmente de la clase media urbana, pero un dato relevante es que, de manera interesante, también está cambiando el estrato alto de los pobres y el grupo transicional entre el estrato pobre y la clase media.

El mundo está viviendo una rápida transformación de los sistemas agroalimentarios, una verdadera revolución en el comercio detallista, de mayoreo, la logística y transformación de los alimentos. En muchas regiones del mundo se observa un tránsito de un sistema tradicional a un mercado más moderno.

El mercado tradicional está constituido por locales pequeños, tianguis y tiendas de abarrotes, con poco procesamiento de productos y en empresas de pequeña escala, y el comercio al mayoreo está formado por mercados mayoristas tradicionales, con muchos intermediarios locales en las cadenas agroalimentarias. Los mercados más modernos, por su parte, se distinguen por cadenas agroalimentarias más largas, con pocos agricultores lejos de los mercados urbanos; la mutinacionalización de las empresas; la transformación del comercio minorista con predominio de los supermercados, y una alta concentración y desintermediación de productos.

Esto ha impulsado un cambio abrupto en el comercio minorista, pasando a un predominio de los supermercados, primero con los alimentos procesados o semi-procesados y después con el comercio de frutas y hortalizas. Se han provocado cambios en la cultura de compra de los consumidores urbanos, quienes han aumentado la proporción de sus compras de frutas y hortalizas en los supermercados. En el caso de Brasil, el crecimiento de los supermercados en sus primeros diez años fue igual al de Estados Unidos en sus primeros 50 años. En México, en el año 2000 los supermercados ya controlaban un 60 por ciento del mercado minorista de alimentos y su crecimiento en ventas fue cinco veces más rápido que el PIB per cápita en la década del 2000.

Algunos factores que determinan esta difusión híper rápida son por el lado de la demanda: la urbanización, el aumento de los ingresos y un mayor número de mujeres trabajando fuera del hogar. Y por el lado de la oferta: las políticas de incentivos o desincentivos a los mercados municipales, la modernización del sistema de compras de productos por los supermercados (con una reducción de costos y aumento en la calidad); la construcción de redes nacionales, regionales y globales y el desarrollo de normas privadas de calidad e inocuidad, entre otros.

Son necesarias las políticas y programas públicos para construir sistemas alimentarios urbanos, que contrarresten y/o convivan con estas tendencias globales.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera que es importante promover las cadenas cortas agroalimentarias como sistemas de abastecimiento y distribución de alimentos hacia dentro de las ciudades, para asegurar el acceso a alimentos frescos y económicamente asequibles en los barrios de bajos ingresos. Asimismo, para promover redes y plataformas de vinculación de productores a consumidores, incentivando tianguis y mercados municipales, consolidando e incrementando la escala de los mayoristas públicos (como centrales de abasto en ciudades intermedias) y promoviendo las compras públicas de la pequeña agricultura para programas sociales urbanos como comedores populares o alimentación escolar. Igualmente, acompañar procesos de educación y capacitación para reducir las pérdidas y los desperdicios de alimentos en las ciudades.

Para la FAO es también esencial la promoción de prácticas de cultivos agroecológicos, aplicando conceptos y principios ecológicos al diseño y manejo de ecosistemas agrícolas sostenibles. A menudo se incorpora también ideas con un enfoque de agricultura más ligada al medio ambiente y más sensible socialmente, centrada no sólo en la producción, sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción.

La pequeña producción, en particular de las mujeres, es fundamental en el abastecimiento de alimentos a las ciudades, ya que están contribuyendo a preservar los sistemas alimentarios resilientes, justos y culturalmente adecuados. En este sentido, la FAO considera primordial el apoyo al desarrollo de las cadenas de suministros, a las organizaciones de productores y a las redes y plataformas de productor a consumidor. Todas ellas son parte integrante del Pacto de Política Alimentaria de Milán, suscrito el 15 de octubre del 2015 y al cual ya se han adherido 110 ciudades en el mundo, incluyendo la Ciudad de México. Como una de las acciones a realizar para impulsar estas iniciativas, la FAO en México acompaña técnicamente a la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad de las Comunidades (Sederec) de la Ciudad de México, en el marco de un proyecto de creación de cadenas cortas agroalimentarias.

Con este proyecto se busca incrementar los incentivos y capacidades de productores agropecuarios y consumidores, para que participen en Cadenas Cortas Agroalimentarias, mediante el fortalecimiento de plataformas de comercialización de productos sustentables de la agricultura familiar, promoviendo la interacción con los actores públicos y privados involucrados.

opiniones, comentarios y dudas a
[email protected]