Opinión
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El despertar

Infames, pero eficaces

L

as críticas a la política económica de nuestro país son cada vez más severas. Hay un reclamo para rectificar el rumbo, orientarnos hacia la modernización y el desarrollo. Sin embargo, ese no es el propósito del grupo gobernante, entienden el progreso como su propio beneficio. Para ellos el trabajo de todos, es la fuente de su riqueza y su poder. Son poderosos y están respaldados por un aparato que controla la opinión pública. Salvo como riesgo, no les preocupa la desigualdad, la pobreza, el sufrimiento del pueblo, la inconformidad. No quiere combatir a la corrupción. Defienden con uñas y dientes la impunidad. Quizás a usted y a mí nos parezca que sus propósitos son infames pero, hacen lo que quieren y para sus propios fines son eficaces.

Una obra importante, Más allá de la crisis, coordinada por Rolando Cordera (FCE), contiene una crítica inteligente y una propuesta seria. Pero a la élite no puede interesarle, porque las medidas rectificadoras son contrarias a la permanencia de su proyecto.

Lograr imponer un modelo contrario al interés de la mayoría es una hazaña. Requiere energía, estudios en el extranjero, coordinación, ausencia de escrúpulos morales y hasta valentía, por el aumento del resentimiento. Para que funcione un sistema así, se requiere además de los dotes de sus operadores, una dinámica interinstitucional, de ahí la apariencia grotesca de instituciones formalmente orientadas a la justicia, que protegen a los criminales. La pieza maestra de este sistema es el control político; sin él no podría mantenerse ni siquiera por escaso tiempo.

Una estructura así no es una novedad en México. Las élites han gobernado y explotado al pueblo desde la época colonial. El modelo porfiriano, bastante parecido al de hoy, funcionó con los mismos propósitos tan obvios como inconfesados. Hoy hablan de neoliberalismo. Otra mentira. El sistema descansa en el poder de los monopolios y oligopolios, de eliminar la competencia. No es una propuesta ideológica, sino una redición de un orden histórico, como señalan Acemoglu y Robinson, refiriéndose específicamente a México ( ¿Por qué fracasan los países? Ed. Crítica).

Pero todo tiene sus límites. La élite porfiriana se colapsó. La presión se hizo incontrolable y estalló la rebelión. “Al quedar al descubierto sus maniobras, los poderosos resultaron ser ingenuos, traicioneros e incompetentes… su esmerado orden se vino abajo” (Womack). Aquella élite fue aniquilada para ser sustituida un par de décadas después por otra.

Twitter: @ortizpinchetti