Opinión
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Ciudad Perdida

La exigencia empresarial

La solidaridad citadina

El destino de Muñoz Ledo

Íb

amos en el ceviche cuando el anunciador nos dijo que ahí estaba Porfirio Muñoz Ledo, y ninguna mesa se quedó sin aplaudir. El reconocimiento al trabajo y a la vida pública de uno de los políticos –tal vez el más– de mayor rango en el conocimiento de la vida parlamentaria de la Ciudad de México, y del país, se hizo patente en un ámbito en el que la labor política no es muy bien evaluada. Era el aniversario 142 de la cámara de comercio de esta ciudad.

Allí, Miguel Ángel Mancera desafió lo políticamente correcto, y frente a los comerciantes, que exigían tolete –eso sí, de baja intensidad– en contra de los maestros, el jefe de Gobierno dejó en claro que la vocación de su gobierno, y desde luego de la ciudad, no camina por el lado de la intolerancia y la brutalidad, y abogó porque el conflicto se resuelva ya, sin administrarlo, y por las instancias a las que les corresponde ese trabajo.

El tribunal de los comerciantes ya había juzgado a los maestros, y con ellos a todos los que busquen justicia en las marchas de protesta, y los sentenció a ser reprimidos por los agentes policiacos de la ciudad, y junto con la sentencia exhibió el chantaje: la iniciativa privada dejará de trabajar porque pierde dinero con las protestas callejeras y los bloqueos que realizan los maestros.

Qué caraduras, podría decir cualquiera. Así que estos señores sí pueden reclamar, exigir, chantajear sin ir a la calle, usando, por ejemplo, medios a modo, y hacer perder en un solo día muchos millones de pesos al país, muchos más de lo que supuestamente se pierden por el accionar de los manifestantes. Eso daña mucho más sin que se usen las calles.

Y peor, estos señores ponen sus daños económicos por encima de las vidas de los que han muerto durante este conflicto. Y curioso, muy curioso, ni la Coparmex, ni la Concanaco, ni la Concamín, ni ninguno de los sindicatos de patrones han amenazado con una movilización del tamaño de la que ahora pretenden levantar para exigir que el gobierno solucione la guerra contra el crimen organizado que impuso Calderón, que ha obligado a dejar pueblos casi solos, donde el comercio, por ejemplo, casi ha desaparecido. Contra ellos, tolerancia.

Nos parece que Miguel Ángel Mancera tuvo la bravura de enfrentar una verdad que muchos aplaudimos. Esta ciudad aún es solidaria, aún entiende con certeza quién causa los problemas, y por ello recordó, frente a casi todos los hombres de la iniciativa privada y de un enviado del gobierno federal, que las leyes se pueden reformar, en clara alusión a la de educación, que es el corazón del conflicto, y que los señores de la iniciativa privada pretenden resolver con violencia.

Total, estos señores que no crean empleos, que encarecen los productos para obtener más ganancias, que cada día, con más frecuencia, hacen trabajar a sus empleados con muy bajos salarios y con esquemas de contratación que les dan todas las ventajas. Estos señores, a los que además se les condonan impuestos, éstos que sacan sus ganancias del país, piden que se reprima a los maestros para proteger sus negocios. ¡Vaya!

El magisterio ha perdido ya a muchos maestros que han sido despedidos; México ha perdido a los habitantes de Nochixtlán, muertos por las fuerzas policiacas a las que los patrones piden seguir en la represión, y ellos, los de la iniciativa privada, han perdido dinero. Ese es el saldo del conflicto.

De pasadita

Bueno, pero empezamos hablando de Porfirio Muñoz Ledo, quien por encima de algunos intereses debe ser constituyente, es decir, debe estar en las filas de los diputados a la asamblea que se formará con el fin de construir la constitución de la Ciudad de México, y más, debe conducir los trabajos que den como resultado esa constitución, aunque a Manuel Granados no le guste.