Opinión
Ver día anteriorViernes 5 de agosto de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Pasión, espanto, terrorismo
N

ueve años tenían Dante y Beatriz cuando se conocieron. Como refiere en Vita nuova, ella vestida con el más noble color carmesí desvaído y rico. Dante sintió una rara y fuerte potencia que transmitía Beatriz. Vibra que fue vida. El amor fue agencia de vida nueva. Existencia que en cada instante sería más ternura no desprovista de dolor. No amor físico, amor de hombre a mujer, sino amor de peregrino y milagroso linaje.

Beatriz vivió siempre como si propiamente se le apareciera Dante en presencia mortal, pisándole los pasos. Parece que es algo que desde el cielo llego a la tierra para mostrar el milagro. Que hace entrar por los ojos en el alma una dulcedumbre que no podrá entenderla quien no la haya probado. En sus labios nacerá un aliento suave, lleno de amor que le diga al alma ¡acércate! La claridad permitirá entrar al templo del amor en la penumbra atenuada por la lánguida luz de la hermosura que agigantara la filigrana de un cuerpo de pluma. Se invocarán lamentos y voluptuosidad inalcanzable.

¿Y quién era Beatriz para Dante? Beatriz era el espíritu que reflejado en las cosas viejas, caducas, las tornaba nuevas; espíritu que condujo al poeta hasta la región serena de los círculos paradisiacos donde la vida se renueva incesantemente: novedad eterna e inaccesible.

¿No será posible que cada uno busque su Beatriz? Destruyendo el mundo viejo, dejando los círculos paradisiacos. Desaparecer hasta donde es factible la crueldad, la violencia, el terrorismo en todas sus formas. Cual Dante regresemos al estado paradisiaco. Despejado de rutinas, ritos, mitos, tradiciones, convencionalismos, atavíos. Como Abraham dejó servidumbre e impedimentos antes de encaminar al lugar que iba a sacrificar al hijo.

Fuera grilletes, consejos infamantes con que la muerte sigue llamando más muerte, sangre más sangre, y regresemos a la palabra de Dante a Beatriz, torrente de fuerza natural que se deslizaba cual ola de fondo o el desdoblarse de un río o el frescor de la llama de fuego capaz de acabar con el siniestro instinto de muerte, expresado en la repetición sin fin.

Enigmática palabra de Dante, diáfana hechicería en mallas de embrujo, tejida rueca ancestral que en hebras de eternidad es hilatura que no llega, si llega la muerte. Palabra de muerte-vida, presencia y ausencia, sin línea.