Opinión
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México SA

Refinerías: que siempre sí

La ocurrencia de la Sener

Recontratarán a Virgilio

S

i en el gobierno federal algún día se ponen de acuerdo sobre lo que un día quieren y al siguiente no, tal vez, sólo tal vez, el país se alejaría un poco del borde del precipicio al que lo han llevado, porque la práctica de afirmar hoy una cosa para desmentirse poco después y pronunciarse en estricto sentido contrario sólo provoca desbarajuste, falta de credibilidad y atonía política y económica. O, como dicen, orden y contraorden sólo generan desorden.

Sobran ejemplos de lo anterior, pero uno especialmente importante y que se repite sexenio tras sexenio es el relativo a las refinerías, de las cuales un día se anuncia su construcción y al siguiente su cancelación, para que semanas después se retome la idea de ampliar el número de las existentes y poco más delante de nueva cuenta se cancele la intentona sin mayor explicación.

Lo anterior viene a cuento porque en octubre de 2014 el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, anunció formalmente que la estrategia del plan de negocios de la dependencia a su cargo es que lo que más le conviene al país y a Petróleos Mexicanos es modernizar las refinerías existentes y no construir más, como la sempiternamente pospuesta Bicentenario, en Tula, Hidalgo. Y ello, dijo el funcionario, no es una ocurrencia.

Bien, pero casi dos años después el mismo personaje –ayer, en comparecencia oficial ante el Legislativo– anunció que en materia de refinación el país tiene pendiente reconfigurar tres instalaciones industriales y construir más refinerías, y precisó que existen entre tres y cuatro grupos interesados para asociarse con Pemex para construir nuevas refinerías en zonas de Campeche, Tabasco, Veracruz y Tamaulipas.

Entonces, la citada estrategia del plan de negocios de la Sener sí era una ocurrencia, o en su caso recién se le ocurrió que era necesario construir refinerías en el país dada la creciente cuan costosa e incontenible importación de combustibles y demás productos elaborados en… (¡sorpresa!) una refinería.

De cualquier suerte el problema es de origen, y el secretario de Energía forma parte de él. Como se ha comentado en este espacio, el 20 de mayo de 2012, en la plaza de toros de Pachuca, el abanderado priísta Enrique Peña Nieto ofreció a los hidalguenses dos cosas concretas: construir la refinería Bicentenario (pendiente desde el sexenio calderonista) y un aeropuerto en Tizayuca, obras que sólo han sido promesas que nosotros haremos realidad, según dijo el hoy inquilino de Los Pinos.

En los hechos, en octubre de 2014 Pedro Joaquín Coldwell anunció formalmente que el compromiso peñanietista de campaña (firmado ante notario público) no valía un cacahuate, pues la Bicentenario no se construirá (tampoco el nuevo aeropuerto en Tizayuca, porque se hará en Texcoco).

Un año antes, el entonces subsecretario de Hidrocarburos Enrique Ochoa Reza (hoy con disfraz de dinosaurio tricolor) anunció que cualquier empresario, mexicano o extranjero, podrá construir y operar refinerías en México si es aprobada la reforma energética propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto, lo cual, decía, abre una gran oportunidad para el capital privado. Lo mejor del caso es que el susodicho reconoció que la oferta de operar y/o construir refinerías en el país no está incluida como tal en la propuesta del Ejecutivo federal (léase la reforma energética).

Antes de ello, todo funcionario priísta o panista en el gobierno (los de antes y el de ahora, que al final de cuentas son los mismos) juraban que construir refinerías en México no es negocio, no es rentable. De hecho, el último director general de Pemex del calderonato, Juan José Suárez Coppel, gritaba a los cuatro vientos que sería un grave error construir refinerías en territorio nacional y generaría injustificada pérdida de recursos. Y el primero de Enrique Peña Nieto, el inenarrable Emilio Lozoya, advirtió que la inversión en refinerías es cuestionable hoy en día.

Pero bueno, más de cuatro años después del compromiso notariado de EPN la refinería Bicentenario, en Tula, Hidalgo, se mantiene en el éter (podría construirla el capital privado, dijo entonces Ochoa Reza), pues de ella no han colocado un sólo tornillo, como sucedió desde el anuncio original, el 18 de marzo de 2008, cuando Felipe Calderón aseguró que he girado instrucciones a la Secretaría de Energía y al director general de Pemex para que, sin dilación, inicien los estudios y analicen la factibilidad técnica, financiera y logística que nos permita construir una nueva refinería en el territorio nacional. Esta es una buena manera de celebrar el 70 aniversario de la Expropiación Petrolera.

Y ocho años más tarde, la refinería se mantiene en el discurso, en ocasiones para anunciar su inminente construcción y en otras para exactamente lo contrario: la cancelación del proyecto (como hizo el propio Pedro Joaquín Coldwell en octubre de 2014), para más adelante celebrar rehabilitarla antes de cancelarla una vez más, en el círculo infinito.

No es ocioso recordar que las dos más jóvenes integrantes del Sistema Nacional de Refinación del país fueron inauguradas en 1979 en pleno sexenio lópezportillista, es decir, 37 años atrás. Esas son las chamaconas: la Héctor R. Lara Sosa en Cadereyta, Nuevo León, y la Antonio Dovalí Jaime en Salina Cruz, Oaxaca.

A partir del sexenio de Miguel de la Madrid los gobiernos neoliberales echaron a la basura proyectos similares y en su afán privatizador aseguraron que construir refinerías en el país no es negocio, no es rentable, de tal suerte que lo positivo era importar masivamente productos refinados, comenzando por los combustibles, cuya importación se incrementó a paso veloz. Sólo en lo que va del siglo XXI, de las arcas nacionales han salido alrededor de 200 mil millones de dólares para adquirir combustibles en el extranjero, monto con el que aquí se hubieran construido alrededor de 20 plantas de gran capacidad.

Pero con la calidad de funcionarios que tiene este país lo que ayer no era negocio hoy es una mina inagotable. Por ello, reiteramos la propuesta de crear el Premio Nobel de Alquimia para los genios privatizadores mexicanos, por encontrar la piedra filosofal y, por ende, la fórmula para transformar mierda en oro.

Las rebanadas del pastel

Si fuera telenovela, pasa, pero lo de La Gaviota es una tremenda realidad que confirma, por si hubiera duda, el modus operandi de la clase política. Les valió una pura y dos con sal lo de la Casa Blanca y la de Malinalco. Lo peor del caso es que a Virgilio Andrade ya lo despidieron, y EPN tendrá que recontratarlo.

Twitter: @cafe-vega