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Curas hipócritas
L

os ministros de un culto religioso, independientemente de su rango, no pueden oponerse a las leyes del país, ni en reunión pública ni en publicaciones de carácter religioso (artículo 130 constitucional). Pero esta prohibición no parece importarles, sobre todo a los sacerdotes católicos.

Desde la fe es una publicación de la arquidiócesis de México, una voz autorizada de la Iglesia [católica] en México en el ámbito eclesial nacional y en el discernimiento de temas pastorales, teológicos y litúrgicos. En este semanario se publicaron cinco artículos contra los matrimonios llamados igualitarios (entre personas del mismo sexo). En el primero de dichos artículos se señala que este tipo de matrimonios produce daños sicológicos, físicos, de salud y espirituales en las parejas y en los hijos en caso de haberlos. En el segundo artículo aspira a ser especialista en anos (anos, no años) y señala que “el ano del hombre (no dice nada del de la mujer ni del de los niños, que tanto gusto ha provocado a los curas pederastas que suman legiones) no está diseñado para recibir, sólo para expeler…” ¿Y cómo aplicar una lavativa para limpiar el colon o para resolver problemas de estreñimiento sin meterla por el ano? Los proctólogos y los oncólogos suelen usar tubos para inspeccionar el colon y los introducen por el ano. Pero, además, Desde la fe pasa por alto que millones de mujeres sienten placer mediante el sexo anal, otras en el oral y otras, la mayoría, por vía vaginal. Nada está escrito sobre el sexo y no será la Iglesia católica la autoridad en la materia, como si se tratara de Masters y Johnson, entre otros estudiosos del tema.

En referencia a la mujer, Desde la fe señala que ella tiene una cavidad especialmente preparada para la relación sexual, y apunta, sin ocultar sus prejuicios religiosos y homofóbicos, que el sexo lésbico puede generar contagios de enfermedades de transmisión sexual, según cita La Jornada (8/8/16), pasando por alto que millones de mujeres se contagian incluso de sida en relaciones heterosexuales. Esta incidencia, en algunos países más numerosa que en otros, se debe a que no usan condón, dispositivo que la Iglesia reprueba porque, en su criterio dogmático, el sexo es para procrear y no para obtener placer. Igual está contra los anticonceptivos y al mismo tiempo rechaza el aborto, incluso de menores de edad o de mujeres violadas, porque es pecado y también homicidio, aunque apenas se trate de las primeras semanas de la concepción.

La nota citada en este diario señala que la arquidiócesis no está contra los homosexuales, pero más adelante dice que tanto hombres como mujeres con esta orientación sexual son los principales transmisores de enfermedades sexuales, además de ser promiscuos y adictos al sexo. Luego, haciendo gala de su anacronismo, señala que los angloparlantes llaman a los heterosexuales straight, es decir, rectos (que es sólo una de sus acepciones). Es obvio que consultaron diccionarios de los años 60 o anteriores, pues en los actuales es un adjetivo que también quiere decir heterosexual. El aggiornamento de la Iglesia es siempre atrasado hasta en sus diccionarios.

Si el énfasis que la arquidiócesis ha puesto contra los homosexuales lo hiciera contra los pederastas hasta podríamos pensar que se trata de una autocrítica. Pero no, para variar, la Iglesia católica demuestra su hipocresía y su oportunismo para actuar en ciertas coyunturas que, en sus cálculos, le podrían producir beneficios políticos. Ha defendido por siglos el celibato entre sus curas y querría ocultar que hasta los papas, y no sólo el padre Amaro, han tenido hijos (el papa Alejandro VI, para poner un ejemplo bien documentado, tuvo alrededor de nueve hijos, entre ellos los famosos César y Lucrecia Borgia). Otros obispos y cardenales han sido señalados por su homosexualidad (Spellman, entre ellos), pero los historiadores católicos han preferido callar y la Iglesia ha intentado, no siempre con éxito, censurar escritos y películas al respecto; al igual que se ha hecho con los pederastas hasta que, a fuerza de testimonios y pruebas de todo tipo, han tenido que ser reconocidos, aunque los culpables no han sido castigados, al menos como lo hicieron con los llamados herejes durante los siglos de la Inquisición. El mismo obispo de Cuernavaca (Ramón Castro), según se dice, protegió en Campeche a curas pederastas, y este sujeto es el mismo que dijo que los grupos opositores al gobierno de Morelos, que está en favor de los matrimonios entre personas del mismo sexo, se reunieron en la catedral de Cuernavaca porque está en el centro de la ciudad y que él no habló en esa reunión, sino que los asistentes en realidad se dirigían al rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, y él sólo fue testigo ( Proceso en línea, 3/08/16). “Me habían dicho –citó el semanario– que vendrían a catedral 50 personas, pero en realidad vinieron más de 100. Yo estuve en la reunión… Pero sobre todo se dirigieron al señor rector de la universidad que estaba presente. Entonces, yo escuché, y me pareció que era oportuno escuchar como pastor de la diócesis.” Es decir, se lavó las manos y señaló como líder de la reunión al rector universitario, quien ciertamente parece chivo en cristalería, junto con Javier Sicilia y un tal Becerra. Todo mundo, supongo, se preguntará si la catedral está abierta para todos aquellos que quieran reunirse en el centro de Cuernavaca o sólo para los enemigos del gobierno. ¿Y el artículo 130 constitucional que cité en parte al principio? No opera para quienes sólo atestiguan reuniones políticas, diría Poncio Pilatos Castro.

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