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Umuntu, nigumuntu, nagamuntu
U

muntu, nigumuntu, nagamuntu significa: una persona es una persona a causa de los demás, antiguo pensamiento del pueblo zulú, y nombre que está grabado en un galardón entregado a Fidel Castro por las autoridades Sudafricanas en abril de 2009, en reconocimiento a su obra solidaria, humanista e internacionalista con los pueblos de África y del mundo. El premio representa, le dijeron también, los más puros ideales de la filosofía ubuntu del pueblo zulú, del cual es el máximo dirigente el padre de los sudafricanos, Nelson Mandela.

A diferencia de tantos hechos que van quedando en el pasado, arrinconados por el vertiginoso devenir de nuestro complejo mundo, la participación decisiva del pueblo cubano en la liberación de Angola, Namibia y Sudáfrica no puede olvidarse nunca. No debe olvidarse nunca. Es una de las mayores gestas de un pueblo pequeño, con escasos recursos materiales pero con enorme compromiso con la esperanza de libertad para otros pueblos dominados, esclavizados y humillados, dispuesto a dar no lo que sobra, sino incluso lo que se necesita, como señaló Fidel Castro, dispuesto a jugársela sin pedir nada a cambio.

El 22 de diciembre de 1975, en un inolvidable discurso, Fidel Castro abrió al mundo la participación de Cuba en la defensa de la recién proclamada independencia de Angola, que los sudafricanos del apartheid pretendían segar mediante una fulminante intervención. Gabriel García Márquez relató cómo se había desplegado la operación Carlota, denominada así en honor a una esclava rebelde de origen lucumí, quien había sido descuartizada inmisericordemente en 1843.

Recuerdo de aquellos años que viví en La Habana cómo miles y miles de mujeres, hombres y jóvenes se alistaban voluntarios: 450 mil maestras, ingenieros, médicos, constructores, combatientes y enfermeras participaron año tras año, hasta lograr los acuerdos de paz en diciembre de 1988. La figura de Fidel se proyectó de nuevo, recordándonos la frase del Che en su carta de despedida: Pocas veces brilló más alto un estadista que en los días luminosos y tristes de la crisis de octubre. Certera capacidad que, por lo menos, impuso tres grandes derrotas al militarismo intervencionista: en playa Girón, en la crisis de octubre y en la guerra de Angola.

Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero, escribió Fidel, antes de triunfar la revolución, a Celia Sánchez, al enterarse del bombardeo estadunidense en la casa de Mario. Cuando se acabe esta guerra empezará para mí una guerra mucho más larga y grande. La guerra antimperialista. Uno de los grandes legados de Fidel al mundo, hoy día sometido a las sombrías fuerzas del neoliberalismo y la globalización.

La primera vez que fui a Cuba, en 1970, sentí y viví esa fuerza moral antimperialista. Lejos de un aprendizaje teórico, de lecturas concienzudas, el antimperialismo en Cuba se aprendía con los sentidos cotidianos. En ese año unos cuántos jóvenes nos alistamos en las brigadas internacionales que iban a Cuba a cortar caña para la zafra de las 10 millones de toneladas. A la salida, los policías de migración mexicanos nos fotografiaron como viles delincuentes. A la llegada al aeropuerto José Martí un enorme letrero daba la bienvenida a todos los brigadistas: llegamos a la tierra del trabajo y la libertad.

Por aquellos días un grupo de 11 pescadores habían sido apresados-secuestrados por los estadunidenses, según ellos en sus aguas territoriales, con el fin de montar una de tantas provocaciones y agresiones. El bellísimo malecón habanero estaba abarrotado de gente y vimos sobre el horizonte de la bahía una gran cantidad de luces. Luces en cada uno de las decenas de pequeños barcos pesqueros anclados. Preguntamos qué hacían allí todas esas embarcaciones y la respuesta fue inmediata: Esperamos la orden del comandante en jefe para salir rumbo a Florida. El estupor y la sorpresa se reflejó en nosotros: ¿cómo van a ir a Estados Unidos? ¿Están locos? La respuesta fue contundente: vamos a ir a recuperar a nuestros compañeros. Esos yanquis se van a arrepentir. No había fanfarronería ni locura en las respuestas. Eran directas y sencillas. Los estadunidenses no podían llevarse así a ningún cubano. Día y noche estuvieron todos en el malecón apostados, esperando, convencidos de su acción.

Los pescadores retornaron y fueron recibidos como héroes, como lo fueron muchos años después Elián y los Cinco. Recuerdo aún que Fidel Castro explicó de manera llana, clara, pedagógica, como siempre, que el imperialismo es como todas las alimañas depredadoras, tiburones, barracudas, que cuando se les enfrenta con convicción, sin titubear, sin provocarlas, pero de manera firme y directa, reculan, y el imperialismo reculó frente a las masas del pueblo movilizado en defensa de sus 11 hermanos. ¡Esa es la fortaleza de esta revolución! Esta fue mi primer lección, de tantísimas otras, sobre un pueblo digno y un dirigente histórico, que daban todos los días significativas batallas.

Fidel Castro cumple 90 años, la revolución 57. Las luchas del pueblo de Cuba por el respeto a su plena soberanía aún no cesan. Fidel nos ha enseñado que sólo somos personas si vemos y acompañamos a las otras personas en sus luchas, que eso es la esencia de la humanidad.

* Profesora de la UPN