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Deche bitoope/ El dorso del cangrejo es su trabajo más reciente, publicado por Almadía

¿Cómo enseñar una cultura?, clama la poeta zapoteca Natalia Toledo

La reforma educativa es una cosa desquiciante que se sacaraon de la bolsa; nada tiene que ver con cómo somos, vestimos y comemos, indica en entrevista con La Jornada

 
Periódico La Jornada
Martes 16 de agosto de 2016, p. a11

Natalia Toledo (Juchitán, 1968) comenzó a escribir poesía a la edad de ocho años. Han pasado cuatro décadas y sigue unida a ese género, que escribe tanto en zapoteco, su lengua materna, como en castellano. Una lengua que protege y promueve.

Sin embargo, hay algo que tiene muy claro: va a haber muchos jóvenes que quieran seguir escribiendo en zapoteco o en sus lenguas originarias, pero ¿de qué va a servir si nadie nos va a leer?; y más que eso, ¿cómo enseñas una cultura?, ¿cómo les enseñas, por ejemplo, que cuando hay un eclipse hay que hacer ciertas cosas?, expresa en entrevista con La Jornada.

Natalia es un remolino. Viajó toda la noche desde Juchitán para promover su nuevo trabajo literario Deche bitoope/ El dorso del cangrejo, publicado por Almadía en versión bilingüe zapoteco/castellano, que este miércoles será presentado por la noche.

Viste una hermosa blusa bordada y, pese a las 13 o 15 horas que pasó en el camión, la fila para abordar un taxi y el traslado, suelta un montón de carcajadas y de anécdotas, como aquella en la que Carlos Monsiváis le dijo no seas mamona cuando ella llamó al cronista para decirle que le traía un paquete de parte del maestro Toledo, quien es su padre, el pintor Francisco Toledo.

–Después de tantos años de escribir en zapoteco, de impartir talleres para los niños, de promover esta lengua, ¿no se ha cansado? ¿No siente que ara en el agua?

–Pienso que una cosa es crear, una cosa es la poesía, el arte en general de los artistas istmeños juchitecos, que sabemos que hay muy buenos pintores, músicos, creadores, y otra es lo que pasa con la lengua. Por ejemplo, sé que a mí a lo mejor me pueden seguir leyendo en la versión que sea. Una vez que me traduzco al español puede hablar libros en inglés y otros idiomas, que es muy bonito y gratificante, pero hacia adentro no está pasando gran cosa.

“Mi generación y las anteriores sí aprendimos el zapoteco, algunas posteriores también, pero los más chiquitos, los de ahora, ya no. Son muchas cosas que pasan para que un niño ya no quiera hablar zapoteco.

“Una es que, por ejemplo, en Oaxaca hay una normal bilingüe y ahí si eres hablante del zapoteco puede ser que te toque ir a dar clases a la Mixteca. Entonces, ¿cómo vas a enseñar zapoteco en la Mixteca?

El programa se debe adecuar para que todo mundo vaya; por eso la reforma educativa es una verdadera cosa desquiciante que se sacaron de la bolsa (de valores), porque nada tiene que ver con la forma en la que somos, vestimos, comemos, somos; nuestro calendario es diferente, tenemos calendarios rituales, ¿cómo diablos explicas eso a la Secretaría de Educación Pública (SEP), y cómo diablos esta dependencia federal lo integra si además ni te pide permiso ni formas parte de ningún programa y eres mexicano?

Existen muchos esfuerzos, expresa Natalia Toledo, como los talleres (como el que ella imparte con el lingüista, investigador y narrador Víctor Cata) e iniciativas que vienen de la hoy Secretaría de Cultura. Con todo eso “va a haber jóvenes que quieran seguir escribiendo zapoteco o en sus lenguas originarias, pero de qué va a servir si nadie nos va a leer. Necesitamos escuelas, que los niños aprendan desde prescolar.

“Una de las cosas que encuentro en los talleres que impartimos a niños, maestros bilingües y jóvenes, es ¿cómo enseñar una cultura?

“Puedes enseñar las lenguas, pero de manera superficial. Enseñar una cultura es dificilísimo; ¿cómo enseñas que cuando hay eclipse hay que hacer ciertas cosas? Si no se lo enseñan en su casa, ningún maestro lo puede hacer. Entonces, de todo eso tenemos que hacer un material que contenga todo ese conocimiento e impartirlo ya en las escuelas. Claro, eso ya dependerá de cada madre, de los padres, y ahí va-mos a ver qué tanto quieren su cultura, porque siempre decimos ‘ay, sí la quiero, porque sí vamos a las fiestas’. A las fiestas va todo mundo, porque para eso se trabaja en Juchitán: para las fiestas, para comer bien, vivir bien.

“Es un pueblo –prosigue Natalia Toledo– que sabe disfrutar, gozar la vida. Nunca se piensa que hay un mañana ni nada, y eso es bueno porque, a pesar de toda la chinga que le han parado los políticos, la inseguridad, de los grupos delictivos que se pelean porque nos ven como una plaza, los migrantes, súmale otras 20 mil cosas que pasan en Juchitán: todos los días hay muertos.

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Va a haber muchos jóvenes que quieran seguir escribiendo en zapoteco o en sus lenguas originarias, pero ¿de qué va a servir si nadie nos va a leer?; y más que eso, ¿cómo enseñas una cultura?, ¿cómo les enseñas, por ejemplo, que cuando hay un eclipse hay que hacer ciertas cosas?, inquiere Natalia ToledoFoto María Luisa Severiano

“Nadie habla de eso; a veces en Oaxaca mi papá me dice ‘ya mataron tres y es por tu casa’, ‘ya mataron dos’, porque es lo que sale en las noticias en Oaxaca, pero a escala nacional nada se sabe.

Nos tenemos que reorganizar porque realmente los dirigentes, los políticos, no lo van a hacer. Ellos, con que cobren su sueldo, lo demás no les importa.

Y una de esas formas de organización es fundar una escuelita con lo que hemos aprendido de los talleres. Todavía no lo tenemos todo claro.

Reconstruir lo que siente perdido

Natalia Toledo escribe en zapoteco y en castellano, generalmente primero en su lengua materna, aunque “muchas veces me aparecen las cosas en las dos. Soy bilingüe, me asumo como tal, mi lengua materna es el zapoteco, el español lo aprendí cuando llegué a la Ciudad de México a los ocho años; yo ya hablaba un español, pero muy jodido, muy precario; como no tenemos plural o géneros, siempre confundimos. Podía decir ‘el señorita’ y todo el mundo se cagaba de la risa. Nunca hablamos ‘de usted’ a nadie; en zapoteco no hay jerarquías, no hay sexos, todos somos personas”.

Y fue precisamente cuando llegó a la urbe que comenzó a escribir poesía porque, como ha dicho, empezó a escucharse.

“A los ocho años comencé a deletrear algunas palabras, algunos pensamientos, sobre todo dirigidos a supuestos amores que iba a conocer en un futuro; desde entonces tenía ganas de enamorarme de alguien y dedicarle algo, pero en realidad pienso que tiene que ver con esto de la sobrevivencia: cambié de lugar radicalmente, viviendo en Juchitán en una zona de alfareros, pescadores, tejedores, en un entorno para mí muy cálido y donde lo primero que conocí en la vida fue no tener limitantes.

“Siempre extrañé, siempre escribí a partir de la nostalgia, siempre quise reconstruir eso que sentí que había perdido y para no perderlo definitivamente lo empezaba como a ensayar, a estar en esos lugares a volver a jugar, a subirme a los árboles que conocía de memoria. Por eso un libro mío se llama Olivo negro, porque viví alrededor de un olivo negro; ahí jugué, comí, me asusté, ahí muchas cosas.

“Sí, Juchitán para mí es como mi primera cosa en la vida y en la poesía es lo que empiezo como a hilvanar, reconstruir, como que uno está hecho de retazos y de todo ese escombro, toda esa vida que había ahí, siempre quise recuperarla.

Entonces por qué seguir escribiendo poesía, porque creo que ahí encontré mi forma de vivir y la vida misma, porque ya sea leyendo poesía de otros, o escribiendo la mía, pero así es como comencé a andar y como pude desde muy chiquita soportar todo lo que había que vivir después.

–¿Dónde es más usted: en la poesía o en la narrativa?

–¡Ay, güey! Definitivamente en la poesía, porque en la poesía te miras. Si fueras una escultura te estarías esculpiendo hasta encontrar esa forma que quieres, escarbar esa piedra para poder andar, para poder estar.

Definitivamente en la poesía, porque es la que me enseñó a respirar. Dicen que la poesía no dice de nada; a mí me enseñó a respirar, y se rumora que los humanos vivimos de respirar.

El libro Deche bitoope/ El dorso del cangrejo lleva el nombre del poema del mismo título que cierra sus páginas y que es el más largo que Natalia Toledo ha escrito hasta ahora. El más largo y al que ella llama el mejor que he escrito, pero dentro hay mucho más: está su madre Olga, su abuela Áurea, algunas de las supersticiones que habitan la cultura zapoteca, los silencios, los animales, lugares, la ropa. Palabras que cobijan las ilustraciones de Dr. Lakra y que se presentan este miércoles a las 19:30 horas en la librería El Péndulo de Polanco (Alejandro Dumas 81), con la presencia de la poeta juchiteca Rocío González y Víctor Cata.