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Ver día anteriorMartes 16 de agosto de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La lucha sin fin
N

o hay sociedad sin conflicto, conflictos que son abundantes y permanentes; aunque cambien los motivos y los actores, viven en el interior de la sociedad que, no obstante lo dicho, tiene poderosos medios de cohesión. ¿Hay contradicción entre la inmensa cantidad de conflictos y la cohesión? Sí, pero los lazos de dominación que estructuran el poder mantienen la cohesión.

Ya sabemos, en un esquema muy conocido, que Marx trazó las líneas fundamentales de la organización social capitalista: hay una estructura, definida como el conjunto de las fuerzas productivas y las relaciones de producción entre sus diversos agentes. De las características de la primera depende la superestructura, es decir, el conjunto de elementos de la vida social, como las formas jurídicas, políticas, artísticas, filosóficas y religiosas de un momento histórico concreto.

Antonio Gramsci busca avanzar hacia elementos más concretos de las sociedades capitalistas de Occidente, dibujando los trazos fundamentales de lo que llamó bloque histórico (BH). Los aspectos principales del BH se hallan por el análisis de la sociedad civil (SC) y del sistema hegemónico (en Gramsci la SC tiene una definición precisa; en el uso del presente se le menciona como sinónimo de sociedad a secas), así como por el examen del vínculo orgánico entre la estructura y la superestructura. Gramsci ve ese vínculo en los intelectuales (lo que tendrá también una explicación compleja). En el BH Gramsci distingue dos esferas esenciales: la sociedad política (que incluye el aparato del Estado), y la sociedad civil, que fue el punto preciso de su reflexión.

Ve a la SC desde tres ángulos complementarios: a) como ideología de la clase dirigente, en tanto abarca todas las ramas de la ideología, b) como concepción del mundo difundida entre todas las capas sociales a las que liga de este modo a la clase dirigente mediante los diferentes grados de la ideología (filosofía, sentido común y religión, folclor) y c) como dirección ideológica de la sociedad, que se articula en tres niveles esenciales: la ideología específica de cada momento histórico, la estructura ideológica, es decir, las organizaciones de difusión de la ideología y el material ideológico (los instrumentos técnicos de difusión de la ideología).

El campo que abarca la SC es el de la ideología, como concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, el derecho, la actividad económica, en todas las manifestaciones de la vida intelectual y colectiva. Las ideologías orgánicas son esenciales, son las que están ligadas a una clase fundamental. Con el desarrollo de la hegemonía la ideología se extiende a todas las actividades del grupo dirigente. Ella crea distintas capas de intelectuales que se especializan en los diversos aspectos de la ideología, los cuales constituyen en su totalidad la concepción del mundo de la clase fundamental. Desde luego, se trata de conservar la unidad ideológica de todo el bloque social, para mantener la hegemonía por el consenso.

A la sociedad política (SP) corresponde la función del dominio directo que se expresa en el Estado y en el gobierno. Asegura legalmente la disciplina de aquellos grupos que no otorgan espontáneamente su consenso. La SP agrupa el conjunto de actividades que se ocupan de la función coerción (lo que incluye la legalidad y, en particular, lo que suele llamarse monopolio de la fuerza).

El material ideológico incluye las enseñanzas de las religiones, el discurso permanente, informativo y de entretenimiento de los medios de comunicación, una gran porción de las artes, y muy particularmente el conjunto de la organización educativa, principalmente.

La hegemonía (consenso + coerción) así esquematizada, no existe en estado puro. En los hechos concretos cada uno de los campos aludidos son en realidad campos de lucha social. En cada campo los agentes que luchan por establecer su hegemonía enfrentan a fuerzas contrahegemónicas, generalmente más débiles y desorganizadas, pero no por ello menos persistentes. Véase lo que ocurre hoy en México con la llamada reforma educativa, con las tensiones agudas que se observan en el campo de la política económica, de la política social, con el de los derechos humanos, con el reclamo frente a una profunda corrupción de las instituciones y sus titulares, con la ausencia de instituciones en múltiples espacios de la geografía nacional y mucho más.

Desde luego, cada campo de lucha social es necesario distinguirlo en su especificidad. En una era de revolución tecnológica que posee aspectos positivos, pero también otros extremadamente negativos (así es el neoliberalismo), toda la educación quiere ser alineada con la revolución tecnológica, aunque ello no significa que el gobierno actual sepa cómo hacerlo, menos aun si con la misma ha provocado un gran conflicto político. La reforma educativa en México es una necesidad extrema porque es un país con una bajísima formación en toda clase de saberes. Sin embargo, no puede ser una reforma hecha exclusivamente para lo que las clases dominantes entienden como sus necesidades. La reforma tiene que ser una negociación en la que quepan las necesidades de las clases dominadas, o no será. Tiene que ser también un espacio donde los trabajadores de la educación alcancen mayores satisfactores, o no será. Lo mismo puede decirse del campo de lucha de la política económica. Quienes creen ser los que saben sólo muestran ignorancia: los más, que son pobres y con pobre educación han de alcanzar componentes de las políticas económicas y sociales que eleven sustancialmente sus paupérrimas condiciones de vida.