Opinión
Ver día anteriorMartes 16 de agosto de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Comida en condominio

D

onde hay grupos de personas muy pronto se establecen estrategias para allegarse qué comer. En las grandes unidades habitacionales prevalecen dos caminos para lograrlo. Hay quienes llegan hasta ahí diariamente ofreciendo comida y algunos vegetales frescos; entre la comida están los tacos de canasta, gorditas de requesón, tlacoyos de frijol, quesadillas de cuitlacoche y flor de calabaza, o guisados varios como chiles capeados, arroz a la mexicana y carne de cerdo con verdolagas.

Los vendedores, usualmente mujeres, se colocan en lugares específicos en espera de sus clientes favoritos. Unos captan, por ejemplo, a los trabajadores de la unidad, como jardineros y personal de limpieza. Otros han fraguado con el tiempo amistad con algunos residentes y establecen además de la venta de comida sesiones de conversación con temas más cercanos al “buenas tardes, me prepara dos de… y muchas gracias”.

La organización para la oferta de comida requiere de esfuerzo sistemático, pues una vez que se termina lo que se preparó para la venta del día, hay que regresar a casa y seguramente con la ayuda familiar, hacer la compra y preparar en cajas térmicas lo que se ofrecerá al día siguiente. La elaboración y la venta requieren de hábitos esmerados de higiene, si no, se perderían los clientes.

Otra opción son los mismos residentes de la unidad, que en general ofrecen comida de viernes a domingo, pues llegan los parientes o hay visitas. En las entradas de los edificios es frecuente ver pegados anuncios con los platillos y los teléfonos para hacer pedidos. Muchos complementan así lo que ganan en oficinas y empresas durante la semana.

Algunas preparaciones tienen una carga de nostalgia por la tierra donde se criaron los cocineros y cocineras; se basan en los saberes y cultura de quien los prepara: pozole guerrerense de pollo o puerco, empanadas argentinas, chorizón, ceviche estilo Sinaloa. También hay enchiladas, tacos al pastor, flautas, y en temporada, chiles en nogada. La oferta varía de unidad en unidad; algunos vendedores manejan una cartera de clientes y se comunican telefónicamente para promocionar lo preparado. Hay, como en toda la ciudad, un esfuerzo por comer sana y nutritivamente las preparaciones y sabores que nos son familiares, a partir de un presupuesto usualmente limitado.

Complementan la oferta tienditas que funcionan como minisupers; todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar, dice el dueño de una de ellas. Aunque hay insumos frescos, en general venden productos industriales no tan sanos; sus envases o embalajes pueden ser atractivos, pero muchas veces son casi tan costosos como su contenido.