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¿Adónde va Radio UNAM?
¿P

or qué no reaccionamos? ¿Será que ya no existimos? Los radioescuchas nada decimos del súbito deterioro que atacó a la benemérita emisora este año. En abril y mayo su frecuencia de AM incluso se evaporó en el aire, para volver cargada de cumbias, baladas pop y reggaetón sin ton ni son. Parecía broma. Quizás lo era. Su nuevo director, Renato Dávalos, había encargado un costoso estudio de audiencia que comparaba a Radio UNAM con la Kebuena. Aunque a primera vista conserva una programación musical similar a la que solía tener, uno se encuentra envuelto en esa verborrea tan familiar, la manera de desaprovechar a propósito los recursos radiales que caracteriza al cuadrante comercial.

Según el testimonio de trabajadores sindicalizados de Radio UNAM, ésta se transforma lentamente de difusora cultural a informativa. De una radio cultural trascendente a una mediocre; de radio única a una del montón. La transmisión se llena de avisos equivalentes a las interrupciones de la radio comercial, y de peor calidad, estridentes, torpes. Con señal deficiente, son constantes las salidas del aire. La de abril y mayo casi le cuesta la licencia de transmisión. El mutismo de la dirección evidenció la poca importancia que concede a la audiencia, apuntan trabajadores inconformes.

Atribuyen a falta de conocimiento la repetición de errores del pasado, acrecentándolos. El nuevo noticiero Prisma RU, proyecto estrella, costoso y superficial, resulta una mala copia de Detrás de la noticia, hace 15 años. Tan satisfechos están los directivos con el resultado que decidieron aumentar el noticiero a dos horas y contratar más reporteros.

La programación musical es progresivamente invadida por productos musicales propios de la radio comercial. Las músicas clásica y experimental son relegadas por el bla-bla. Como dedicar media hora a chatear sobre el agua de Ciudad Universitaria, que como se sabe es el centro del universo, en vez de mejorar su música o hablar con amenidad y buen gusto de filosofía o artes plásticas; tiempos hubo en que se sucedían al micrófono Luis Cardoza y Aragón, Ricardo Guerra, Salvador Elizondo, Juan López Moctezuma. Carlos Monsiváis y cómplices, en el inimitable programa El cine y la crítica, donde desafiaban al gobierno de Díaz Ordaz antes y después del 68. Hasta hace no mucho, la radio era la escuela más democrática de la UNAM, buena hasta para los no universitarios. Hoy va que vuela para medio paraestatal de propaganda y control de daños del gobierno priísta ante 2018.

Alguna vez se determinó crear un consejo. Es hora de que exista y oriente a la extraviada emisora, que además no cumple su obligación legal de nombrar un defensor de audiencia. Y, al paso que va, de los propios trabajadores. Dávalos designó jefe de la unidad administrativa a su sobrino Romeo Vázquez, cuyo acoso es cotidiano. Continuamente sufrimos descuentos de sueldo e imposiciones de horarios sin relación con nuestras funciones, claramente una estrategia para obligarnos a renunciar. El personal del noticiero crece a costa del sindicalizado. Constantemente se cancela la programación de la Julián Carrillo y se teme que desaparezca para convertirse en estudio para Prisma RU. Se estaría echando a intérpretes y público para los que es un espacio necesario.

El director remodeló sus oficinas antes que reparar la antena, a la fecha en malas condiciones. La sala Julián Carrillo se inunda casi a diario con las lluvias. Se está dañando el patrimonio universitario. Para colmo, la nueva administración carece de subdirector de ingeniería y está a merced de proveedores que, sin acertar, ordenan compras ineficaces.

¿Será que el gobierno federal, al que en materia de imagen todo le sale mal y anda volando muy bajo en credibilidad, incluso para los estándares nacionales, prepara terreno mediático para las próximas elecciones? Eso temen los trabajadores. Radio UNAM cae en desgracia al rifar en la canasta de los partidos. En cuanto Dávalos llegó a la dirección se programaron conferencias del INE en la Julián Carrillo, tradicionalmente al margen de actos políticos. Y con la novedad de que el noticiero tendrá emisión nocturna y cortes informativos cada hora, para invadir la emisora con notas políticas (¿y mejorar sus ingresos?).