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Michel Butor y la escuela de la mirada
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Alberto Blanco y Michel Butor, en la casa del escritor y editor Marco Perilli, en 2012Foto cortesía de Alberto Blanco
M

ichel Butor, nacido el 14 de septiembre de 1926, acaba de fallecer a punto de cumplir 90 años de edad. Hombre de una vitalidad asombrosa, y autor de más de cien libros de toda clase de géneros, donde destacan sus libros de poesía, sus ensayos sobre artes visuales, sus estudios y reflexiones sobre la escritura y la poesía, y sus cuadernos de viajes, Michel Butor fue, sobre todas las cosas, un practicante asiduo y generoso del diálogo. Diálogo con otros artistas; diálogo con otras artes; diálogo con otras disciplinas; diálogo consigo mismo y con el silencio.

Y fue precisamente en una conversación –un verdadero diálogo– en casa del escritor y editor italiano y mexicano Marco Perilli, con motivo de la entonces reciente publicación de su libro La utilidad poética, en AUIEO (2012), que tuve la oportunidad de compartir con Michel Butor buenas palabras, imágenes, recuerdos, anécdotas y proyectos relacionados con nuestra común pasión por los libros de artista.

Yo acababa de tener una retrospectiva de mis libros de artista en The Athenaeum, en La Jolla, California. Cuando le mostré uno de los muchos libros que se habían exhibido, Quince paisajes vistos a través de la misma ventana (2010-2011), edición limitada de 30 copias con un poema y quince paisajes que hice pintados con acuarela, Butor clavó la vista extensamente entrenada y, a la vez, fresca y abierta a las sorpresas, en cada una de las láminas. Examinó el trabajo de reproducción hecho por Juan Álvarez del Castillo y todo su equipo del Taller de Diseño y Manufactura MAJAC y le dio el visto bueno con sonrisas y asentimientos, lo mismo que al armado del ejemplar hecho por Francisco Lara en el taller Blackstone. Luego alabó gustoso la bella encuadernación hecha por Yazmín Hidalgo con interiores de papel japonés impreso a mano y, por último, tras manifestar su gusto por los paisajes y por todo el conjunto, exclamó en voz muy alta: ¡Bravo, bravo!

–¡Qué bueno que te ha gustado, Michel!

–Es más que eso… me llena de alegría constatar que se siguen haciendo cosas tan bellas en México, como ha sido siempre la tradición en este país. ¡Obras de arte bien hechas!

Esa noche, Michel Butor se llevó los Quince paisajes vistos a través de la misma ventana de regalo a su casa en la Alta Saboya, donde falleció el pasado miércoles. Su mirada había hecho suyo el trabajo. Mirada alucinada y visionaria. Mirada de escritor universal que con modestia declaró: Hubiera querido ser pintor y fotógrafo y músico, etcétera, pero nací dentro del lenguaje.