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Nosotros ya no somos los mismos

Más de la fiesta del cincuentenario

Invitados, lo mejor del rebaño

Afuera, los olvidados

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Al realizar un comparativo entre el pensamiento (y sus comportamientos) del cardenal Norberto Rivera y el papa Francisco, se puede percibir un cisma en la Iglesia católicaFoto Afp
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n la pasada emisión de esta columneta intenté un bosquejo curricular de la vida intensa, de entrega generosa a su grey, realizada día a día por espacio de 50 años por un cardenal, un arzobispo primado que ha consagrado todo su ejercicio sacerdotal a esparcir el mensaje del evangelio, no sólo con la elocuencia que surge de su identidad plena, con la verdad revelada, sino con el aval (¡qué duda cabe!) de una vida apegada plenamente a los principios de las sagradas escrituras.

Arquetipo de amor al prójimo, de caridad, tolerancia, humildad, pobreza y evidente desapego a los bienes terrenales, el cardenal convocó en torno suyo a lo mejor de su rebaño. Es decir, sólo lana de alto nivel: la mejor, sin duda, es conocida como cashmere y se da en China, Irán o Mongolia, gracias a la cabra hircus. Aunque la verdaderamente mejor no es de oveja, y más que lana es la fibra de un bellísimo animal salvaje que habita en el altiplano sudamericano, llamado vicuña. Pues de hircus y vicuñas estuvo repleto el jolgorio homenaje que, ya dijimos, costó muchos miles de salarios mínimos.

El cardenal convocante (a su homenaje) se tomó la molestia de enmendarle la plana a don Mateo 22:14 (RVR, o sea la Biblia Reina Valera o la Biblia del Oso), quien nos relata que Cristo usa esta expresión al final de la parábola del hombre que fue invitado a una boda y tuvo el atrevimiento de presentarse incorrectamente vestido. Don Mateo señala que quienes son llamados por la Gracia, tienen la obligación de hacer cambios en su vida si desean pasar del estatus de llamados al de escogidos. Me gusta más la versión de Job (29:14) todo el que ha sido llamado tiene la obligación de preparase espiritualmente y vestirse con justicia (...) Me vestía con justicia y ella me cubría; como manto y diadema era mi rectitud.

Pero el convocante no quería complicaciones y decidió ser él quien hiciera el llamado, la preselección, los octavos y cuartos de final y definir a quienes tuvieron acceso al ámbito del paraíso terrenal mexicano domiciliado, temporalmente, en la Plaza Mariana. Ante el temor de que algunos de los invitados llegaran vestidos no con mantos de justicia y diademas de rectitud, sino con blazer de usura o conflicto de interés, chaqué ( morning dress) de privatización ilegal o abuso de autoridad, esmoquin ( dinner jacket), de información privilegiada, anatocismo, contubernio con hábitos talares de prevaricato, contratos sin licitación o, en el peor de los casos, vestidos de clergy- man (hábito que permite en el Vaticano el uso de pantalón, camisa y chaqueta siempre que sean de color gris o negro), de desnacionalizaciones anticonstitucionales y pecados de simonía (negociar con cosas espirituales como los sacramentos o los cargos eclesiásticos. ¿Será eso posible?).

Pues como el convocante no quería problemas en su aniversario, decidió realizar él solo la más estricta selección de entre los llamados para definir a los escogidos. Véase si no: según la encuesta 2015 del Inegi, la población mexicana alcanza la cantidad de 119 millones 530 mil 753 habitantes. Datos del comité organizador del acto que, en este caso singular coinciden con los de la Secretaría de Seguridad Pública, indican que los asistentes al acontecimiento sumaron mil 200. Según información privilegiada que me proporcionó la maestra Blanca Ponce (esta mención no sólo es de agradecimiento, sino desresponsabilización), esos mil 200 mexicanos escogidos representan 0.001003926 por ciento de la población.

Sólo alguien con manifiesta mala leche podría negar que don Norberto fue singularmente riguroso al escoger a sus hermanos en Cristo para celebrar tan fasto acontecimiento. No se iba a arriesgar a que pretendieran colarse a la Plaza Mariana multitudes (muy representativas, ciertamente) vestidas con túnicas de duelo inconcluso, mantos de marginación y miseria, hábitos de discriminación y abandono, overoles de despojo, sayales de miseria y oraciones jamás escuchadas, huipiles de discriminación y sometimiento, sotanas de solidaridades anatematizadas, quesquemes de ignorancia y sobajamiento, enaguas de violencia y violaciones, uniformes deinterrogatorios y torturas. Se trataba de exaltar la amistad, la fraternidad, yan-tar y libar los mejores caldos (mejor que los de Caná de Galilea. Primer rellene que registra la historia). Compartir proyectos e intercambiar activos de este mundo por los del otro (la globalización a lo bestia): diezmos en efe y las primicias al portador. A cambio, las bendiciones papales (autentificadas) e indulgencias plenarias posdatables. Tengo entendido que hay un proyecto a escala mundial para apoyar fuertemente la investigación en nano ciencia y nanotecnología a fin de producir camellos y elefantes milimétricos y agujas marca Godzilla. En ese ambiente rebosante de alegría y optimismo por este presente lleno de posibilidades y expectativas, y un futuro al que si acaso una leve nubecilla empaña su transparencia: estamos en plenas vacas gordas y el azote de la fiebre de la locura vacuna está bajo control pero, y si la gordura se convierte en obesidad y ésta, como el futuro, nos alcanza.

Este era el único comentario gris que, rápidamente, al conjuro de la palabra mágica: ¡salud!, se disipaba en el espacio construido a imagen y semejanza de Jauja, Magic kingdom, Kidzania, El país de las maravillas o el Tribunal Federal Electoral.

Que catástrofe que en esta Isla de la Fantasía (Producción de ABC 1978/84) irrumpieran de golpe grupos de tepehuanos, coras, huicholes, tobosos todos ellos deseosos de ver por vez primera a su hermano (¡¿Cómo dijo, perverso columnetero?!) Decirle adiós ahora que ya se va, aunque jamás él se haya dignado a convivir con ellos.

En febrero de 2015 en San Cristóbal de las Casas, el Papa exhortó a pedir perdón a los indígenas por siglos de exclusión. Reconoció el racismo y las múltiples violencias y vejaciones que sufrieron y siguen sufriendo los pobladores originarios. ¿Alguien, aunque sea el acólito/ bodyguard, Hugo Valdemar, podría citar no una declaración (oportunista y demagógica), sino un proyecto, un plan, una política de reivindicación económica, educativa, laboral concreta en favor de los pueblos originarios? ¿Alguna vez ha encabezado la defensa de los indígenas que son expulsados de sus tierras en favor de empresas trasnacionales dedicadas al turismo, la minería, la actividad forestal o piscícola? y ¿cuántas más? Si Valdemar ayudara podríamos hacer un comparativo entre las posiciones asumidas por el papa Francisco y don Norberto en torno de los problemas no sólo religiosos, sino de la vida en general de las personas: mujeres, indígenas, obreros, jóvenes, divorciados, madres solteras, heteros, homos, bueno, hasta de los voluntarios del voto de castidad. Seguramente encontraríamos que, contrario a lo que me enseñaron en mi infancia, la Iglesia católica no es única.

Era mi intención realizar este comparativo entre el pensamiento (y sus comportamientos), del señor cardenal Norberto Rivera y el obispo de Roma, don Francisco. Yo me quedé en que la Iglesia católica era única, santa, católica, apostólica y romana. Ahora veo un cisma que me acogota: una es la voz del vicario de Cristo, es decir, de quien hace las veces de Jesucristo en la Tierra), la otra es la de un gerente a quien no le conviene ni indisponerse con los clientes regionales ni menos perder la concesión original; entonces cabildea, hace trampa y exhibe sus dos (?) caras: muestra públicamente una felicitación firmada por 334 secretarios para asuntos sociales en América Latina, en la que, el Supremo Pontífice le expresa su felicitación por sus 50 años de sacerdocio y le desea lo mejor en los meses que le faltan. El festejado sonríe y soba la mano de los partners, les guiña el ojo y les anuncia: tengo cincho al che. Mi sucesión ya está resuelta. Es un amigo. La fiesta se acelera.

Yo quería comentar las reacciones que provocarían las imaginarias entradas al festín de los familiares de los desenterrados de San Andrés, de los padres de Ayotzinapa, de las familias de las muertas de Ciudad Juárez, de las inválidas víctimas de La Bestia, de los deudos de Pasta de Conchos. Todos ellos y muchos más, que nunca, en 50 años, ocuparon un minuto de la cardenalicia agenda.

El mundo festeja los 50 años de sacerdocio, pero más, los 75 que, por gracia del altísimo, nos libran de ese sacerdocio.

Twitter: @ortiztejeda