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Michel Temer asume la presidencia y comienza su primer viaje internacional, a China

Rousseff es destituida en Brasil; se despide del mandato, no de la lucha

Con 61 votos a favor y 20 en contra el Senado arrasó con los 54 millones de votos que obtuvo en 2014

Miles salen a las calles en repudio al golpe en Porto Alegre, Sao Paulo y otras ciudades

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Dilma Rousseff en el Palacio de la Alvorada, ayer, tras enterarse de la votación en el Senado que la destituyó de la presidencia de Brasil, advirtió que la historia será implacable con los golpistasFoto Xinhua
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Por tercer día consecutivo hubo manifestaciones en repudio a Michel Temer en las calles de Sao PauloFoto Xinhua
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 1º de septiembre de 2016, p. 21

Río de Janeiro.

Con 61 votos a favor de su destitución por apenas 20 contrarios, la presidenta Dilma Rousseff perdió ayer su mandato. Luego de prolongados nueve meses de gestación, el golpe institucional finalmente vio la luz.

Por la noche, Michel Temer, ahora presidente efectivo, viajó a China para participar en la reunión del G-20, grupo que reúne a las 20 mayores economías del mundo. Será su estreno en el escenario internacional.

Mientras él volaba acompañado por una comitiva que incluía al presidente del Senado, Renan Calheiros (que responde a diez causas judiciales en el Superior Tribunal Federal) y su polémico ministro de Relaciones Exteriores, José Serra (denunciado por empresarios presos a la Policía Federal, que lo acusan de haber recibido entre siete y diez millones de dólares en sobornos), en 15 estados brasileños había duras manifestaciones contra el golpe.

En Porto Alegre se dio la más fuerte marcha de protesta contra Temer y sus aliados por la destitución de Rousseff y la fulminación de los 54 millones 500 mil votos que recibió en 2014: participaron unas 20 mil personas. En Sao Paulo la policía militarizada actuó con su habitual truculencia contra manifestantes que, por tercer día consecutivo, bloquearon calles y avenidas al grito de: ¡Fuera Temer! El centro de la ciudad se transformó en campo de batalla, fueron volcadas patrullas policiacas y hubo destrozos en oficinas bancarias. Hasta bien entrada la noche los conflictos proseguían sin que la policía divulgara el número de detenidos y heridos.

Pero también hubo manifestaciones de apoyo en la misma Sao Paulo y en otras ciudades brasileñas. La mayor ocurrió en Curitiba, donde se reunieron poco más de 600 personas.

Michel Temer, luego de la ceremonia en el Congreso, durante la cual asumió formalmente el puesto de presidente efectivo, mantuvo el semblante sonriente. Con los pelos cuidadosamente esculpidos y un maquillaje pesado, que no ocultaba el botox supuestamente rejuvenecedor, saludó y fue saludado por los principales artífices del golpe institucional.

Acto seguido, convocó a una reunión a todos sus ministros. Sucinto y contundente, advirtió que exigía unidad, que contaba con el pleno respaldo de los partidos que componen su alianza de gobierno para aprobar en el Congreso las medidas que considera imprescindibles. Aprovechó para orientar a sus ministros: cada vez que escuchen la palabra golpista, contesten diciendo que golpista es el que ignora la Constitución y comete crímenes de responsabilidad. Fue una clarísima alusión a la presidenta destituida, contra quien, a propósito, no se presentó ninguna prueba de haber cometido crimen alguno.

Al comienzo de la noche hubo el esperado pronunciamiento a la nación, transmitido por cadena nacional de radio y televisión. A lo largo de exactos cuatro minutos y 49 segundos, tratando de aparentar serenidad y confianza, sin exagerar, en la sonrisa Temer trató de transmitir confianza en el futuro.

Dijo que la era de la incertidumbre había llegado a su fin. Que estaba recibiendo un país sumergido en una grave crisis económica y social, quizá olvidándose de que desde enero de 2011, cuando la primera presidencia de Dilma Rousseff y hasta el pasado mes de mayo, fue vicepresidente del mismo gobierno del que ahora dice ser culpable de la situación.

Dijo, con optimismo ensayado, que existen señales de recuperación e indicadores que muestran el rescate de la confianza en el país.

Curiosamente, ayer el Banco Central mantuvo la tasa básica de interés en astronómicos 14.25 por ciento al año, los más elevados intereses reales (descontada la inflación) del mundo, y se divulgó la noticia de que la retracción del PIB brasileño en los tres últimos trimestres (-0.6 por ciento del PIB) ha sido la más elevada entre las principales economías del planeta.

Es verdad que en América Latina otras economías, como las de México (-0.2 por ciento) y Chile (0.4), también retrocedieron. Pero en esa comparación hay una diferencia fundamental: México viene de 11 trimestres seguidos de crecimiento, y Chile de una etapa mucho más larga, iniciada en 2009. Ya Brasil llega a su sexto trimestre seguido en retroceso, o sea, año y medio, algo sin paralelo entre las principales economías.

Con relación al rescate de la confianza, no se detectan señales en el horizonte. Ayer mismo la Bolsa de Valores sufrió una baja de 1.15 por ciento, cuando lo que se esperaba era una reacción de euforia. Además, es palpable en los medios financieros y empresariales una fuerte desconfianza sobre la capacidad real de Temer para aplicar las reformas y los cambios anunciados.

En ese primer pronunciamiento a la nación, una vez más Temer los mencionó, pero sin dar detalles. Volvió a defender la imposición de un tope para los gastos del gobierno (lo que podrá significar drásticos recortes en presupuestos destinados a servicios públicos como educación y salud, por no mencionar los programas sociales implantados en los últimos 13 años), en la reforma del sistema de jubilaciones (él, que se jubiló a los 55 años de edad con una pensión de 10 mil dólares mensuales, quiere ahora imponer los 70 años como edad mínima para jubilarse).

También anunció una flexibilización de las leyes laborales, que pretende que negociaciones entre patrones y empleados tengan más valor de lo que determina la legislación vigente. Frente a la aguda crisis vivida por el país, y cuya duración será larga, en una negociación entre el empleado temeroso de perder su trabajo y la fuerza del empleador, queda claro quién saldrá perdiendo. Derechos consolidados serán pulverizados.

Temer no lo mencionó ayer, pero ya anunció su intención de privatizar todo lo privatizable: desde guarderías infantiles hasta hospitales públicos, de escuelas a carreteras, del suministro de agua a los aeropuertos, de bancos estatales a lo que sea; todo será considerado negociable.

A pocos kilómetros de Michel Temer, la destituida Dilma Rousseff se despidió del mandato con la advertencia de que no se despedía de la lucha.

Dijo que la historia será implacable con los golpistas. Anunció que habrá, frente a los victoriosos de ayer, la más decidida oposición que un gobierno golpista pueda sufrir. Y mencionó la injusticia de que 54 millones 500 mil votos soberanos y populares sean derrotados por los 61 votos de los traidores golpistas.

Así termina, de manera melancólica aunque anunciada, la era del PT en el poder.

Así termina el proyecto que, aunque pesen sus fallas y lagunas, los errores y equívocos (inclusive desviaciones graves de conducta), contribuyó de manera incisiva para cambiar el rostro de las injusticias sociales que a lo largo de siglos sirvieron únicamente para asegurar los escandalosos privilegios de clase de unos pocos, en detrimento de todos los demás.

Exactamente esa clase que fue derrotada en las cuatro últimas elecciones democráticas y logra ahora volver al poder gracias a un golpe institucional.