Opinión
Ver día anteriorDomingo 4 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
La escuela pública es la que salva la educación: Héctor Adolfo Mondragón
H

ace 15 días, Héctor Adolfo Mondragón, secretario de Educación en Nuevo Laredo, Tamaulipas, bajo la presidencia municipal de Carlos E. Canturosas Villarreal, influyó en las autoridades para hacerme dos honores y lo recordé como joven maestro entregado a sus alumnos. La primera vez me invitó a una escuela muy pobre a la que él daba todo, desde su voz entusiasta hasta libros, cuadernos, plumas y lápices de colores. Me sedujeron su apasionamiento y su generosidad, y desde entonces he seguido su trayectoria. Siguen impactándome su vocación de maestro y lo que vi durante tres días en Nuevo Laredo (ciudad de 500 mil habitantes, porque muchos han llegado de Veracruz, Monterrey y San Luis Potosí).

En Nuevo Laredo ahora las mujeres tienen voz y se imponen. La gran mayoría es alta y muy arreglada. Todas me hablaron de su simpatía por Margarita Zavala y Adolfo Mondragón me explicó: “Fíjate que la hegemonía del PRI duró 84 años en Tamaulipas y como la gente ya estaba harta, ahora ha visto en el PAN una opción de alguna manera liberadora. En las pasadas elecciones, en Tamaulipas ganó Josefina Vásquez Mota, porque la gente está buscando un cambio. Actualmente cunde la simpatía por Margarita, por ser mujer. También ayuda que Hillary Clinton sea la candidata de Estados Unidos y desde esa perspectiva, en Nuevo Laredo, las mujeres están seguras de que una mujer haría un mejor papel que el que hemos hecho los hombres.

“Las condiciones de Tamaulipas son radicalmente distintas a las del centro del país, y nuestra cultura es fronteriza. Aquí alguna vez convivimos apaches, pames, palmeños; en fin, indios indómitos que nunca se sometieron ni fueron esclavizados. A Nuevo Laredo vino mucha gente árabe; la tortilla de harina es una costumbre árabe igual que el cabrito al pastor, por eso la nuestra es una cultura muy distinta a la del centro y sur de México.

“Cuando en el 48 se divide el país, Laredo queda del lado estadunidense. Nuevo Laredo se fundó por el deseo de continuar siendo mexicanos. Somos una tribu que todo hace en común; que hay que arreglar los techos, pues ahí vienen los compadres a ayudar; que hay que levantar la cerca, pues igual; que la comida para la boda; que las colchonetas para el invierno, se juntan todas las señoras y las hacen en comunidad. Así crecimos, así era el pueblo y sigue siendo, porque su base es el trabajo solidario; todo lo hacemos entre todos.

“Hasta la fecha, Laredo-Texas sigue viviendo una cultura más mexicana que anglosajona. Ochenta por ciento de la población es mexicana. Es muy fuerte la influencia de la cultura mexicana, tanto que tuvieron que recurrir a celebrar el natalicio de Jorge Washington como fiesta estadunidense, porque todas las festividades eran mexicanas.

“Voy a ser maestro toda la vida. Abracé la carrera por necesidad. Mi madre no me podía pagar una carrera universitaria en Monterrey, la única solución era la Normal y me metí a estudiar para maestro, y cuando lo fui descubrí las bondades y la belleza de la carrera. Lo he disfrutado mucho, he sido muy feliz como maestro. Como afortunadamente nunca tuve ambiciones económicas ni soñé con hacerme rico ni nada, me permitió gozar de las satisfacciones que tiene uno como maestro, que son diarias e interminables. De los niños siempre se aprende mucho. Yo tengo muy grabado, hace muchos años, un alumno que me dijo: ‘Oye, Adolfo, ¿me revisas?’, y le respondí: ‘Oye, hijito, tú me tienes que decir profesor’. ‘¿Y por qué me dices tú a mí por mi nombre?’. ‘Ah, porque ese es tu nombre’. ‘¿Y qué, tú no eres Adolfo?’. ‘Pues sí, yo soy Adolfo’, ‘¿Entonces por qué quieres que te diga profesor si tú te llamas Adolfo?’ Me di cuenta que el niño tenía razón: ‘Pues dime Adolfo, no hay problema’.

“Trabajé en una escuela muy humilde, con gente que vivía en un asentamiento irregular, en fin. El lenguaje de los niños no era fino y no podía humillarlos: ‘Habla bien’, ni preguntarles: ‘¿Así hablan en tu casa?’, porque todos los días escuchaba: ‘Pedrito no vino por huevón’. Yo corregía huevón por flojo o perezoso y poco a poco fui anteponiendo palabras que asimilaron de forma increíble. A mitad de año ya habían modificado su léxico. Se enseñaron a ser organizados, higiénicos, respetuosos. Los niños son una esponja maravillosa y asimilan todo.

“En estos tres años pasados no he perdido contacto con ellos a pesar de estar en la presidencia de la Secretaría de Educación de Nuevo Laredo. No soy partícipe de la educación privada; mi formación siempre fue en la escuela pública. La necesidad me hizo trabajar un tiempo en colegios particulares, enseñando historia universal y de México, y me di cuenta de que es muy diferente la educación privada a la pública, porque los muchachos vienen de familias que tienen su vida resuelta y no valoran lo que poseen; dan por hecho todo, pero son nobles. Los tiene uno que enseñar a descubrir grupos sociales que pueden ser tan valiosos como ellos, pero no es una tarea fácil. Trabajé en la Universidad Tecnológica, que es pública, y a la que los muchachos llegan ávidos, no tanto del conocimiento o del título, sino de la posibilidad de salir de donde están y alcanzar mejores condiciones de vida. Tienen mucha conciencia de que necesitan estudiar para salir de donde están. Eso los hace buenos estudiantes.

Siempre tuve mucha ropa, porque me la regalan. En invierno vi que ni siquiera tenían una chamarra. Así que me volví su mercado de pulgas y andan trajeados de pi a pa. Estudiar les cambia la vida totalmente, porque empiezan a tener cosas que nunca soñaron tener y a vivir una vida que nunca soñaron vivir, y los ves felices. Antes, en Nuevo Laredo no había nada, ahora tenemos la Universidad de Tamaulipas, la Universidad Tecnológica, el mismo Tecnológico de Monterrey, que ha producido cientos de profesionistas técnicos muy buenos a quienes estudiar les ha cambiado la vida. Tuve un alumno que se aventó su carrera completa sólo con el uniforme que da el Tec, nunca tuvo otra ropa.

Foto
Héctor Adolfo Mondragón, secretario de Educación en Nuevo Laredo, Tamaulipas

–¿Los padres se dan cuenta de lo que significa para sus hijos la posibilidad de ir a la escuela?

–Muchos los llevan y los tienen un poco a fuerza y les hacen ver, pero hay otros que no lo tienen claro, porque como ellos no estudiaron creen que así pueden vivir siempre y que ese es su destino. Hoy día muchos jóvenes alcanzan a ver a tiempo que hay otro mundo y que a él se llega por el camino de la escuela.

Muchos muchachos de la Universidad Tecnológica estudian para tramitadores aduanales, que es la gran fuente de trabajo aquí. No están bien pagados, pero están mucho mejor que otros, adquieren otra forma de vida y ascienden en la escala social.

–He oído decir que una aduana es una fuente de enriquecimiento seguro porque te quedas con todo y muerdes a diestra y siniestra.

–Bueno, eso fue el caso de los que llamábamos celadores aduanales; ahora no sé ni cómo se llamen. El agente aduanal es otra cosa, es aquel que tiene una licencia otorgada por el gobierno federal para realizar trámites de importación-exportación. Son dos cosas diferentes; no tienen que ver uno con otro.

–¿Es mayor tu satisfacción de ser el que dirige toda la educación de Nuevo Laredo que ser maestro?

–Para mí esto ha sido como cumplir un sueño, porque saqué a los aviadores de plazas para dárselas a maestros preparados. Cada beca ha sido entregada a quien realmente le hacía falta. Repartimos uniformes a todos los niños, además de una mochila equipada con cuadernos, plumas, diccionario, calculadora. Es lo único que van a tener durante todo el año, por sus precarias condiciones. El Programa Integral de Apoyo Educativo y Emocional ha funcionado bien y sigo repartiendo todo lo que llega a mis manos para mejorar las condiciones de los niños. Amigos míos me dicen que he sido muy tonto, porque no tengo dinero y no he sabido hacerlo.

–Pero ¿para qué quieres dinero mal habido?

–No, no, ni bien habido; no es necesario. Lo valioso no cuesta dinero; lo que realmente te puede hacer feliz no lo compras, ni el cariño, ni la amistad, ni el amor, ni la salud. No sé si viste anoche una Luna impresionante, el gusto de verla no cuesta dinero.

–Tú que diriges la educación de Nuevo Laredo, ¿crees que el problema educativo de México tiene solución?

–Mira, el problema es que desde la configuración de un aula, un salón de clases, se limita a bancos individuales, cada quien su propia paleta, su propio pupitre. El examen es individualista, competitivo, destructor del otro. No estimulamos el trabajo colaborativo en una gran mesa en la que quepan todos, el trabajo en equipo, el trabajo solidario. Yo haría exámenes en equipo en torno a una mesa con seis sillas.

–María Montessori…

–Sí, en lugar de mesas individuales, mesas colectivas donde puedan trabajar. En esta administración les pusimos mesitas en las que caben dos niños, pero juntas dos mesas y haces un equipo de seis. Así, desde chicos, les enseñas que deben colaborar unos con otros; que la envidia, el individualismo, son nocivos. Si no enseñas a compartir formas a gente muy sola.

–¿Cómo contrarrestas al entorno sexual que avasalla a los chavitos y proviene de la tele y la prensa?

–México es un país tradicionalista, guadalupano, en el que los temas sexuales son difíciles de tratar. Los papás no permiten que se traten en la escuela, pero la mayoría no están capacitados para explicarlos. México supura sexo en todo. Las expresiones sexuales son cotidianas y la familia se asusta porque la huerca salió embarazada; ¡caramba, si no ha visto otra cosa desde que está chiquilla! En preparatoria, exponiéndome mucho, les dije a mis alumnos: Tienen que aprender, muchachos, la gran diferencia que hay entre hacer el amor y coger. Coger es de animales, hacer el amor es de seres humanos. Si van a tener relaciones tienen que ser con un nivel en el que superen lo estrictamente sexual para llegar a lo espiritual. El amor es mucho más que la cama. Gracias a Dios no tuve problemas, pero hubiera podido tenerlos porque los padres de familia rechazan ese lenguaje.

“Siento que tenemos que recuperar nuestra identidad. Que los jóvenes, desde niños, conozcan la historia de México y estén orgullosos de sus antepasados. Para eso necesitan leer historia prehispánica hasta nuestros días pero una historia, no memorista, no monumental de héroes y epopeyas, sino real, en la que los héroes tengan dimensión humana y Juárez sea de carne y hueso, no de mármol y piedra.

“Creo que ya los nacionalismos no tienen razón de ser en este mundo globalizado, pero sí es importante mantener las raíces, conservar las tradiciones. Nuestras costumbres, como la de cuidar a los viejos –que el abuelo se queda en la casa hasta que fallece–, el respeto a los mayores, deben reforzarse en la escuela.”