Opinión
Ver día anteriorMartes 13 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Itacate

Ntiyia, xakua, guilibá

T

odos estos son vocablos que significan quelite en lengua mazateca, purépecha y rarámuri, respectivamente. En ñañú es k’ani, en tenek (huasteco) akw’aal, y en tzotzil, itaj. Que tantas lenguas indígenas tengan una palabra para designar a las hierbas verdes comestibles (que en lengua española no tienen una palabra exacta que las nombre) es signo de su gran presencia en la vida de esas culturas.

El aprovechamiento de los quelites desde la antigüedad es seguramente una herencia de nuestros antepasados los recolectores-cazadores que habitaron el territorio del México actual. Implica un conocimiento de la naturaleza que permite reconocer lo que puede comerse y lo que no, dónde localizarlo, cuál es el tiempo en que se da.

En relación con la salud estas hojas, brotes, tallos tiernos, inflorescencias y guías, pues todas estas partes de la planta pueden ser quelites, representan una fuente de vitaminas y minerales; también de fibra, esencial para el buen funcionamiento del aparato digestivo.

Francisco Basurto Peña, investigador en el Jardín Botánico de la UNAM, afirma en su artículo Los quelites en México: especies de uso actual, incluido en el libro Especies vegetales poco valoradas: una alternativa para la seguridad alimentaria (México, UNAM-Snics-Sinarefi, 2011), ya mencionado en un Itacate (23/8/16), que muchos de los quelites con mayor distribución geográfica y mayor consumo, crecen como arvenses (hierbas espontáneas) en “milpas, chilares, frijolares y otros cultivos hortícolas, así como en cafetales y huertos familiares…”

Hay lugares en los que se considera malas hierbas a estas plantas; no es el caso de nuestras sabias culturas indígenas, que no sólo las toleran, sino que incluso las inducen dejándolas hacer semilla para que broten en una siguiente temporada. Estudios citados por Basurto Peña evidencian que los quelites no representan competencia para las plantas cultivadas ni disminuyen su rendimiento y, en contraste, son una cosecha más.

Otras investigaciones comprueban que el valor de la cosecha en una milpa donde el cultivo principal es el maíz, incluso se multiplica gracias a la presencia de quelites. En esta temporada puede encontrarse en los mercados malvas, quintoniles, cenizos, nabos y con suerte vinagreras.

Felicitamos a Lucila Molina de Merlos, dueña de Casa Merlos, fundada en 1985 (Victoriano Zepeda 80, colonia Observatorio), por el Molcajete de Plata 2016, que promueven la Cofradía de Gourmets Zona Rosa y la Academia Mexicana de Gastronomía; Carmen Ramírez Degollado, Titita, preside el comité organizador.