Opinión
Ver día anteriorSábado 17 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Existe una polémica sobre el matrimonio igualitario?
E

n la vida cotidiana estamos muy acostumbrados a calificar de polémica o debate cualquier intercambio de puntos de vista más o menos contrapuestos, independientemente de si es posible o no, llegar a una conclusión o establecer sus valores de verdad. Se trata de un uso ligero de estos términos, sin consecuencias graves para la vida social.

Pero si somos un poco más rigurosos veremos que no cualquier intercambio de puntos de vista puede constituir un debate o una polémica. Para que esto ocurra verdaderamente es imprescindible que los puntos de vista estén sustentados en argumentos, que tengan una coherencia lógica, y por lo tanto que estén asentados en proposiciones susceptibles de tener un cierto valor de verdad, proposiciones que puedan ser contrastadas con la realidad ya sea para corroborarlas o descartarlas, para llevarnos a un conocimiento del mundo o un saber del mismo. Tal es la condición mínima para un entendimiento racional.

Pero no toda la gente usa siempre argumentos para sostener un punto de vista, no debemos pensar o creer que se utilizan bases racionales para proponer algo. Es decir, el uso de la razón, desgraciadamente, está mucho menos generalizado en nuestra sociedad de lo que a veces llegamos a creer. El uso de falacias, sofismas o retórica, como formas de derrotar al adversario está muy generalizado. A mucha gente lo que le interesa es ganar las discusiones, no mostrar la veracidad de sus proposiciones.

El pensamiento religioso es la quintaesencia de este comportamiento y del vacío de racionalidad. Sus proposiciones están basadas en meras creencias, fantasías que no pueden adoptar la forma de argumentos, de convertirse en saberes o conocimientos, o en descartarse. Esto ocurre porque no contienen en su estructura ninguna posibilidad de avanzar sobre sí mismas y generar nuevo saber. El afirmar, por citar un ejemplo, que Jesús murió en la cruz y a los tres días de ser sepultado, su alma resucitó y ascendió al cielo puede tener y de hecho tiene valor como estudio literario, filosófico, mitológico, pero jamás podrá ser sometido a pruebas racionales ni generar un mayor saber. Es incorroborable e infalsable.

Frecuentemente, la Iglesia y sus prelados usan frases como las siguientes:

El aborto es un crimen porque la vida comienza desde el momento de la concepción.

La unión matrimonial natural es entre hombre y mujer, porque así lo dijo Dios.

La ley de Dios es eterna, insondable.

Y así, fin de la discusión.

A partir de enunciados de este tipo no pueden generarse espacios ni momentos para la duda. Pero lo más importante, no hay posibilidad alguna de mostrar que son o no verdad, porque no tienen ningún asiento en la búsqueda de la misma verdad ni persiguen tenerlo, su fundamento está en la imaginación y la fantasía, las cuales pueden ser muy reivindicables como parte de la subjetividad humana y en actividades lúdicas, artísticas o afectivas, pero por su diversidad y arbitrariedad no pueden convertirse en la base de la convivencia, ésta tiene que estar fundada en la racionalidad.

Cuando el cardenal Rivera Carrera y su numeroso séquito alientan a la sociedad mexicana para que se manifieste contra el matrimonio igualitario y los derechos de la comunidad diverso sexual no pretenden tener la razón ni construir argumentos; no procuran utilizar la coherencia lógica ni dar pie a la construcción de conocimiento, saberes o verdades; buscan imponer una ley moral, sin fundamento en la razón, sino en la imaginación. Es decir, un pensamiento que se fundamenta en fantasías y voliciones personales para imponer universalidades. Su pensamiento está atrasado milenios, es una retahíla de ideas fijas que se han repetido una y otra vez no importando bajo qué circunstancias.

Por eso, quienes estamos en favor de los plenos derechos sexuales mal haremos en considerar a los prelados de la Iglesia católica como interlocutores. Mal haremos en pensar que existe un debate o una polémica contra ellos. No hay tal. Históricamente los argumentos se han planteado de este lado de la disputa y (con algunas honrosas excepciones) no han encontrado un eco racional en la Iglesia.

Analizado desde este punto de vista, puede afirmarse que en nuestro país lo que se encuentra en peligro, lo que está fuertemente asediado por la actual ofensiva clerical es el uso de la razón misma, y todas las formas de cultura basadas en la racionalidad: la ciencia, la ética, la lógica, los derechos humanos y de la naturaleza y la búsqueda de la verdad.

¿Permitiremos que todo esto siga avanzando?

*Investigador de la UNAM, integrante de la UCCS