Opinión
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20 Tour de Cine Francés
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el 9 de septiembre al 13 de octubre se proyecta en México la vigésima edición del Tour de Cine Francés, con funciones en la capital del país hasta el próximo 22 de septiembre. Francia, uno de los pocos países que hasta el momento mantienen firme la defensa institucional del cine de autor, refrenda en esta muestra itinerante el equilibrio entre las propuestas comerciales y algunas cintas de realizadores con mayor reconocimiento en los festivales. También entre el género de la comedia y lo que en el país galo se suele etiquetar como drama sicológico.

Como muestra emblemática de la primera categoría se proyecta Un hombre a la altura (Un homme à la hauteur, 2016), de Laurent Tirard, comedia sentimental que gira en torno de las tribulaciones de Alexandre (Jean Dujardin), empresario exitoso, dueño de un gran carisma y encanto seductor, quien al intentar seducir a Diane (Virginie Efira), joven rubia deslumbrante, debe lidiar, de modo más dramático que en sus conquistas anteriores, con la eterna desventaja de su muy corta estatura física. Evidentemente, la anécdota, resuelta de modo no muy sutil y con ayuda de efectos especiales, sirve para que el popular protagonista de El artista (Michel Hazanavicius, 2011) ilustre la manera en que los buenos sentimientos pueden triunfar a la postre sobre los prejuicios de una sociedad cargada de prejuicios y atenta al culto de la apariencia física perfecta. Nada muy novedoso en esta comedia de la corrección política, tan simpática como previsible.

Un título más interesante, centrado también en la discriminación social, es Señor chocolate (Chocolat, 2016), de Roschdy Zem, película ambientada en el París de finales del siglo XIX y primera década del XX, que refiere la historia verídica de la pareja de payasos circenses, George Footit y el antiguo esclavo de origen cubano, indocumentado en Francia, Rafael Padilla, alias Chocolate. La gran popularidad del dúo consistió en explotar con astucia la ignorancia y los temores de un público educado en el prejuicio colonialista de la época. En su caracterización de un comediante de flexibilidad asombrosa que con su gracia y talento logra sobrellevar la adversidad de ser visto como un extraño fenómeno de feria –punto intermedio entre el chimpancé y el ser humano–, sobre cuyo rostro los niños deslizan el dedo para cerciorarse de que no ha- ya el truco de un maquillaje intenso; el estupendo actor Omar Sy se roba toda la película.

Pareciera ser el relato un verdadero manual de cómo burlar y volver rentable, con las armas del humor, la ilimitada estupidez del desprecio racista. Sin embargo, cuando la cinta pasa del espíritu lúdico de este paria provocador al triste espectáculo de su estrepitosa decadencia por la acción combinada de la discriminación y su propia adicción al juego de cartas, el relato pierde brío y se complace en la conmiseración. Queda el sólido entretenimiento de las rutinas circenses y el ácido señalamiento de un pensamiento obtuso a punto siempre de triunfar sobre las mejores virtudes humanistas.

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Isabelle Huppert realiza una soberbia actuación en El porvenir, de Marion Hansen Love

En un registro dramático distinto, aunque siempre con el prejuicio social como tema de fondo, Bumerán (Boomerang, 2015), de François Favart, refiere la pequeña saga de una familia burguesa en la provincia francesa, cuyo frágil equilibrio se ve amenazado por la paulatina revelación de realidades muy incómodas relacionadas con la madre de los protagonistas. Mediante continuos flash-backs se reconstruye una sórdida manipulación basada en la mezquindad moral, cuya figura central es una matriarca chantajista (Bulle Ogier, estupenda). Con un arranque narrativo un tanto moroso, el ritmo de la película se vuelve más ágil y envolvente hasta rozar por momentos el tono de aquellas radiografías corrosivas de la vida rural que con tanto acierto solía elaborar el veterano Claude Chabrol (La flor del mal, 2003). La familia burguesa como el nido de víboras que describe con maestría el novelista François Mauriac.

Por último, El porvenir (L’avenir, 2016), de Marion Hansen-Love, aborda con enorme sutileza el tema del naufragio afectivo de una mujer casada (una Isabelle Huppert soberbia), profesora de filosofía, a quien el repentino abandono por parte de su esposo obliga a replantearse la conveniencia de afrontar la edad madura de la manera, a su parecer, más sensata: aceptando el imperativo de la renuncia sentimental y abandonando la estéril búsqueda de un erotismo correspondido. Un contrapunto a esta actitud liberadora es la tiranía a que se somete su propia madre (una Edith Snob hilarante), aferrada a prolongar, hasta el absurdo o el ridículo del autoengaño, la obligación de parecer siempre joven. Una realización estupenda.

Otros títulos: En el nombre de mi hija, de Vincent Garenq; La estudiante y el señor Henri, de Ivan Calbérac, y Lolo, el hijo de mi novia, de Julie Delpy. Sedes y horarios: www.tourdecinefrances.com

Twitter: @Carlos.Bonfil1