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Manrique: reconocimiento unánime
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Jorge Alberto Manrique y Teresa del Conde el 7 de diciembre de 2004 durante un homenaje al historiador del arte efectuado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAMFoto María Meléndrez Parada
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os días 6 y 7 de este mes Jorge Alberto Manrique recibió reconocimiento de una comunidad integrada por el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el coordinador de Humanidades e investigadores eméritos de alto relieve, como Alfredo López Austin, a quienes se sumaron investigadores contemporáneos del homenajeado, algunos de los cuales llegamos a ser sus alumnos.

En otras mesas de discusión discurrieron arquitectos (ahora lamentamos la desaparición física de Teodoro González de León, quien falleció el pasado viernes) y gente de teatro, pues Manrique fue teatrista en su juventud temprana y también llegó a escribir sobre música, algo que pocas personas saben.

Me tocó compartir la mesa de comentarios con dos apreciadísimas colegas, Rita Eder, quien comparte con Manrique su condición de ex directora del Insituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, y Elia Espinoza, quien a la vez que es investigadora es autora de poemarios publicados.

Rita Eder sacó a colación un tema que alguna vez formuló y que de alguna manera no pasó de bosquejo, que se resume en la siguiente frase: ¿cómo pensar en el arte? Tal vez resulte fácil o redundante decirlo, pero no hay tal, sobre todo en una época que ha visto las reiteradas muertes de la pintura que parecen haber llegado a su ocaso y de estar al tanto de las múltiples designaciones que todavía a estas alturas escucha uno por doquier. ¿Y eso es arte? Pareciera que quienes las emiten nunca leyeron a Gombrich ni a Leonello Venturi ni a Pierre Francastel ni a quienes en otros países, ya sea europeos, de Medio Oriente o latinoamericanos, hemos procurado reflexionar sobre estas cuestiones.

En su alocución, la participante aludió a Alejo Carpentier, Marta Traba y don Edmundo O’Gorman, refiriéndose al papel del artista como provocador y a los mecanismos de recepción de lo sensible.

Elia Espinoza hizo mención de los maestros de Manrique en Europa: Victor Lucien Tapié en París y Giulio Carlo Argan en Roma.

Yo recordé la estancia de Manrique en Xalapa, donde por un tiempo fungió de director de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Veracruzana. Fue precisamente después de su estancia allí, cuando asistí a sus cursos sobre Martín Lutero y luego sobre la influencia del manierismo en las catedrales mexicanas, de las cuales eligió analizar cinco: Morelia, Mérida, Guadalajara, Puebla y México. Por entonces leí con fruición su texto (me parece que republicado dos o tres veces), El manierismo en México, en el cual anota que el manierismo encuentra sus soluciones novohispanas en dos sentidos a partir del siglo XVI, según mi entender algunas, calificadas de conservadoras, quedan fijas y se reiteran.

Por otro lado siendo el manierismo muy proclive a lo libresco, continuamene incorpora distintas soluciones y eso es una característica que permanece por lo menos hasta el advenimiento el neoclásico (o quizá incluyendo dicho periodo y aún extendiéndose hasta tiempo después, siguiendo una ley pendular de la historia). Que da origen a soluciones aparentemente contrapuestas que sin embargo obedecen a una lógica.

Incluí algunas anécdotas extraídas de la época en la que estaban por aparecer las llamadas Cartas absurdas. Es decir, un legajo amplio de correspondencia que sostuvimos por más de un par de años y que abarca la celebración del Congreso Universitario.

Una persona entendida, del público, me preguntó si se trataba de un documento inédito consultable en archivo o si habían aparecido algunas publicadas.

Aquí respondo para bien suyo y de los lectores: integraron un libro que así se titula y que la Editorial Azabache publicó en 1993. No tiene ilustraciones, pero iban a aparecer nuestros retratos tomados por Lorenza Manrique, quien nos coordinaba a tal efecto.

Sin embargo y pese a las grandes aptitudes de Lorenza, eso no sucedió; los dioses sabrán por qué. Tal vez no estábamos tan bonitos, como supone Manrique, ya que esto sucedía hace la friolera de 30 años. La portada de Rafael López Castro, eso sí, es muy atractiva. Pero las cartas allí están en vías de terminar su captura digital por obra de Rubén Rosas y Gloria Hernández, por si en algún momento se decide su republicación, ya que hoy sólo se encuentran ¡y con suerte! en librerías de viejo. En su momento el volumen fue presentado por Rita Eder.

Durante la misma mesa en la que nos encontrábamos las investigadoras que he mencionado, tomaron parte Manuel Felguérez, Francisco Castro Leñero y el inefable Raúl Herrera, quien hizo pública su admiración y afecto amistoso por Manrique refiriéndose asimismo a sus estancias europeas y hoy día oaxaqueñas. Junto con Juan García Ponce, Manrique fue uno de los más asiduos críticos acerca de los artistas de la llamada Ruptura.