Cultura
Ver día anteriorSábado 24 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El piano francófono
E

l domingo pasado se llevó a cabo en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes uno más de los recitales de la serie pianística En blanco y negro, que en este 2016 cumple 20 años. Tocó el turno al destacado pianista mexicano (radicado en Canadá) Arturo Nieto, quien preparó un inteligente programa de piano francófono. Para iniciar, Preludio, fuga y variación, un original para órgano de César Franck transcrito por Harold Bauer. El pianista propuso la densidad romántica adecuada, mas no hipertrófica, en el preludio, algunos toques de articulación barroca en la fuga y una textura más ligera en la variación, logrando una buena graduación de intensidades y una sutil paleta de toques estilísticos. Particularmente bien lograda, la fluidez del material sonoro en la variación conclusiva.

Después, la notable suite Miroirs (Espejos) de Maurice Ravel, a lo largo de la cual Arturo Nieto logró ese elusivo y aparentemente contradictorio logro que es, si me perdonan la paráfrasis del lugar común, la variedad de expresión en la unidad de propósito. A destacar, su buena intuición en dejar sonar y resonar la filigrana que Ravel plantea en el registro agudo del piano, balanceándola inteligentemente con lo que ocurre allá lejos en la mano izquierda. En el más famoso de los cinco espejos ravelianos, Alborada del gracioso, el pianista perfiló con claridad y equilibrio el españolismo de la música, sin caer en la tentación del pintoresquismo folcloroide que suele derrotar a otros intérpretes, evitando en todo momento la postal turística y dedicándose a expresar con seriedad las numerosas riquezas armónicas y melódicas de la pieza.

Para la siguiente sección de su programa, Arturo Nieto exploró dos facetas de la obra para piano de Gabriel Fauré. En la extensa y compleja Balada Op. 19, destacó una visión compacta y unitaria, sin costuras, del discurso de Fauré, así como la necesaria y bien aplicada sutileza para efectuar los cambios de estado de ánimo que propone el compositor. En las Tres romanzas sin palabras Op. 17, Arturo Nieto dejó claro que nada hay de fácil o simple en estas piezas de engañoso título que, en su fluida y transparente ejecución se percibieron como construcciones sonoras que rebasan claramente el concepto tradicional de la canción sin palabras.

La curiosidad, punto de interés particular o cereza del pastel en este programa fue la transcripción para piano del propio Paul Dukas de su delicioso y emblemático scherzo sinfónico El aprendiz de brujo. La impresión general que dejó esta pieza no fue del todo convincente, porque en el contexto de tantas y tantas transcripciones análogas que arrojan luz tanto sobre la partitura original como sobre el proceso de transcripción, ésta no parece aportar nada nuevo. De hecho, hay cosas que en la versión sinfónica original fluyen con gran naturalidad y que en la versión para piano parecen progresar a tumbos y con dificultad. Además, la relación costo-beneficio no es del todo positiva ya que, tratándose de una pieza de una complejidad técnica evidente, los resultados no están a la altura de lo mucho que esta transcripción requiere en cuanto a estudio y preparación. Sin embargo, no dejó de ser interesante atestiguar el estreno en México de esta curiosidad pianística, en particular por la enjundia mostrada por Arturo Nieto en el proceso de desentrañar los laberintos de armonía y de textura que plantea Dukas en la pieza.

Sin duda, por lo que representa en cuanto a la difusión de la música para piano en nuestro medio, vale mucho la pena seguir los pasos del ciclo En blanco y negro en su vigésimo aniversario. Hoy por la tarde se presenta Alberto Nosé con un sólido programa Chopin-Liszt, y después del suyo, quedan todavía 10 recitales de pianistas individuales y un dúo para completar la efeméride. En el entendido de que hay una clara intención panorámica en el ciclo de este año, cabe mencionar que si bien la programación toca muchos hitos importantes de la gran literatura pianística, a lo largo de estos 20 recitales a cargo de 21 pianistas hay solamente dos obras de compositores vivos, una de Matthias Pintscher y una de Arturo Márquez.