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Ver día anteriorLunes 3 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El arroz ya se coció... y el otro se ensangrentó
E

s comprensible que continúen en tensión el desarrollo y desenlace de las elecciones estadunidenses que encabezan Donald Trump y Hillary Clinton. Después de todo, hay mucho dinero invertido, tal vez más en la propaganda electoral que en el resultado de las elecciones mismas. Para los medios masivos de información cada cuatro años de las elecciones estadunidenses son especialmente de vacas robustas, y por lo que se ve las aprovechan a fondo, mucho más allá, porque tal es el real interés, que el resultado electoral.

Disciplinado seguidor de estos acontecimientos, sobre todo por razones profesionales, fui atento observador del primero de los debates entre Trump y Clinton, el de hace exactamente una semana, debiendo decir con toda franqueza que, a mi modo de ver, ya terminó ese asunto, no porque Hillary sea un dechado de inteligencia política y de liderazgo invencible, sino porque realmente la fortuna le entregó un adversario muy inferior a la media, lo cual es ya mucho decir en el momento actual de la política y de los políticos estadunidenses, que están muy por debajo de sus candidaturas en las últimas elecciones (¿habría que hacer una excepción de Jimmy Carter, Bill Clinton y Barack Obama?). El hecho es que la actualidad nos muestra una regresión preocupante sobre todo si el motivo de tal nerviosismo es un sujeto del nivel de Donald Trump.

Sugeríamos arriba que la demócrata Hillary Clinton corrió con la fortuna de toparse con un adversario del tamaño de Donald Trump, que es de pena ajena y que apenas se haría notar en un conciliábulo de payasos. Por eso decía que, después de observar el primer capítulo de los debates, supuestamente de tres, en mi opinión el republicano Trump está ya fuera de la pelea y sin que haya la menor posibilidad de reivindicarse o reponerse. Repito: no por las grandes virtudes políticas que pudiera tener Hillary Clinton, sino porque sencillamente Donald Trump está fuera de rango para participar en una justa electoral presidencial en Estados Unidos. Y también he de repetirlo, lo que pueda volver adelante de tensión electoral se debe mucho más a los inversionistas de la información y la comunicación que al interés real sobre los protagonistas del hecho, sobre todo el peligro, tal vez nunca existente, de que Trump pudiera ganar esta justa.

Debe reconocerse, sin embargo, que el hecho de que las cosas ocurran tal como describo aquí, traerá internacionalmente un suspiro de alivio, ya que los graves y complicados problemas globales del momento quedarían literalmente en manos de un destructor que no tiene nada positivo que ofrecer en el plano de la comunidad de naciones. Se eliminarían ocasiones bélicas de gran peligro, que también esperamos firmemente no estén presentes en ningún momento del mandato de Hillary Clinton. El problema es que ella está estrechamente vinculada con el gran capital de Estados Unidos, lo cual significa un alto grado de mando por parte de esos intereses, a los cuales se sumaría la mandataria. ¿Será así?

Hay muchas personas que con mayor grado de verdad que otras objetan seriamente que las primeras magistraturas, en todas partes del mundo, como antes en la aristocracia, vayan quedando en manos de cerrados círculos familiares, como son las relaciones entre esposos. Pudieran tener razón, caso que ya se dio en América Latina, como fue el del matrimonio Kirchner, ahora el de Estados Unidos, sin olvidar que en México está ya buscándose, un poco grotesca y brutalmente, que Margarita, la esposa de Felipe Calderón, siga a su marido en la primera magistratura. Históricamente y como acto presente estos derivados dan la impresión de una avidez que está más relacionada con el carácter de las personas (ambición) que con su capacidad y vocación para dirigir verdaderamente a un país.

Desde el punto de vista político no hay duda de que se trata de una disminución o rebajamiento de la democracia, no sólo porque hay una ventaja obvia en favor de la cónyuge (dinero, relaciones sociales y políticas establecidas de antemano, saber hacer y no solamente en el plano institucional, sino del quehacer o de la faena política en cuanto tal), sino porque esas ventajas marginalizan por necesidad, en muchas ocasiones, a las otras candidaturas. Se trata, en definitiva, de una reducción forzada, y en cierta forma impuesta de la misma democracia.

Pero no puedo dejar de mencionar este día la gesta y tragedia del 2 de octubre de 1968, aun cuando ya parezca un poco lejana la fecha. ¿Qué ocurrió? Creo que ahora está plenamente consolidada la tesis de la decisión presidencial de Gustavo Díaz Ordaz asumiendo las responsabilidades del crimen, en complicidad con su jefe de Estado Mayor, general Luis González Oropeza. Por supuesto que el movimiento estudiantil y ciudadano de 1968 ha sido, sin duda, el de mayor importancia en el país. Desafortunadamente terminó en un crimen mayúsculo del que, en más de un sentido, todavía no se repone el país.

Movimiento que reveló hasta sus cimientos el grado de corrupción que ya en esa época se anidaba en las altas esferas del gobierno, que también ilustró el desprecio de los más altos funcionarios por el derecho vigente, pero que también mostró que el pueblo en movimiento puede ser de una fuerza insospechada, y que de hecho, en muchos aspectos, cambió los horizontes del país, sobre todo en sus aspectos sociales y en muchos sentidos también de carácter político.

Puede decirse que el afán o exigencia de democracia en México fue uno de los resultados sobresalientes del movimiento de 68, aun cuando desafortunadamente aquellos ideales de juventud sólo se han cumplido fragmentariamente. En este sentido podemos decir cabalmente que el país aún debe a sus mártires de 1968 muchos de los valores y conductas por los cuales lucharon y que, por desgracia, todavía son sin duda ajenas y lejanas a la conducta efectiva de nuestros gobernantes.