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El historiador inauguró en la UNAM el ciclo La historia en tiempos de cólera

Asumir que México es un mosaico propiciará armonía, plantea López Austin

Que cada comunidad tenga opción de desarrollarse como mejor le parezca, opina el investigador

Adolfo Gilly, Claudio Lomnitz y Pedro Salmerón figuran entre los participantes

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La historia, como objeto de estudio, es tan compleja que sale sobrando ponerle etiquetas. Historiadores somos todos, arqueólogos, antropólogos, lingüistas, politólogos, periodistas; estudiamos lo mismo: la sociedad en movimiento, postuló el reconocido investigador Alfredo López Austin (de anteojos, acompañado por Adolfo Gilly), en el auditorio Pablo González Casanova de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAMFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Martes 4 de octubre de 2016, p. 5

México no tiene una cultura nacional, es un mosaico, y así debemos entenderlo, admitirlo, para propiciar armonía y que cada comunidad tenga posibilidad de desarrollarse al máximo como le dé la gana, dijo el historiador Alfredo López Austin (Ciudad Juárez, 1936), durante la charla que ofreció en la inauguración del ciclo La historia en tiempos de cólera.

El encuentro, que tiene por sede el auditorio Pablo González Casanova de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se desarrollará este mes con sesiones lunes y jueves.

Participan especialistas como Adolfo Gilly, Claudio Lomnitz y Pedro Salmerón, coloaboradores de La Jornada, así como John Tutino, Rhina Roux, Luis Fernando Granados, Romana Falcón, Felipe Ávila y Antonio García de León, quienes darán a conocer sus nuevas publicaciones e investigaciones, además de compartir sus experiencias en un oficio que da sustento a la imaginación.

Navegar en el mismo barco

Investigador emérito en la UNAM y especialista en la cosmovisión mesoamericana, Alfredo López Austin considera que vivimos en un mundo donde coexisten diferentes formas de pensar.

“Por ello –señaló– debemos tener conciencia de la importancia de la diversidad de pensamiento, pues ¿quién tiene la verdad? Todos tenemos un mundo de representaciones que son nuestra verdad. ¿Quién puede ser objetivo? Nadie ve una realidad única. Nuestra verdad es la adaptación de nuestra forma de pensar con esas realidades que van más allá de nuestra comprensión”.

Explicó que la historia, como objeto de estudio, es tan compleja “que sale sobrando ponerle etiquetas. Historiadores somos todos, arqueólogos, antropólogos, lingüistas, politólogos, periodistas; estudiamos lo mismo: la sociedad en movimiento. Quieren dividirnos por especialidades, pero todos navegamos en el mismo barco.

Todos estamos en el mismo nivel y con la obligación de tener una perspectiva amplia y meternos a campos que nos resulten difíciles. La academia debería ser una institución que nos permitiera, precisamente, interrelacionarnos para realizar mejor nuestro trabajo.

Por eso, aunque pertenecemos a una institución que pretende el diálogo general entre todas las ciencias, me atrevería a decir que a esta universidad le falta el ejercicio del arte de ver a la persona humana en su integridad, con todas sus capacidades, pero estamos divididos, reiteró.

Por ejemplo, continuó el ponente, la medicina podría pensarse como una ciencia inclasificable, “porque un médico no es un técnico reparador de coches. Trabaja no nada más con individuos humanos, sino con sociedades, cada una con su forma de pensar, con su propia concepción del mundo, porque quien cree que el paciente es un vehículo descompuesto no tiene mayor problema. Pero el médico verdadero debe saber que su verdad y la del paciente posiblemente no sean la misma, y que no estamos hablando de la buena y de la mala, de que lo mío es ciencia y lo tuyo supersticiones.

“El buen médico tiene que comprender que hay dos mentalidades. Por eso, un buen médico tiene la obligación de establecer los puentes entre lo diverso, y a través de un diálogo solucionar un problema que no es el de un individuo aislado, sino el de una parte de la sociedad.

Porque también eso debemos entender todos: que no hay una oposición entre hombre y sociedad. La sociedad no piensa sin individuos, y los individuos no piensan como células autónomas, lo hacen de acuerdo con su contexto social.

López Austin pidió que se elimine la mala definición que hay de la historia, la que señala que sólo se encarga del pasado: La historia es el estudio de la sociedad en movimiento, pues a qué hora empieza el pasado y a qué hora comienza el presente. Por ejemplo, los periodistas al escribir tienen por fuerza la perspectiva triple del pasado, el presente y el futuro, y son historiadores.

El investigador también habló de sus trabajos, en los que refleja su interés por entender las culturas mesoamericanas desde la propia visión indígena, principalmente desde el concepto de mito. A propósito de este tema, en los años recientes López Austin se ha enfocado en contrastar las tradiciones religiosas mesoamericana y andina, en colaboración con el investigador peruano Luis Millones.

No estamos aquí para decirle a nadie si es verdaderamente mexicano, únete a la cultura nacional. Eso sólo existe en Televisa. Los historiadores no estamos para convencer a nadie, sino para educar en concordancia con la tolerancia. Tenemos que entender que el mundo es la coexistencia de verdades distintas y que tenemos la posibilidad de vivir en armonía, o no: los tiempos de cólera, concluyó.