Opinión
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México SA

Gurría, porrista oficial

Resultados, no piropos

FMI cuida acreedores

C

ada que viene a México, en su calidad de secretario general de la OCDE, José Angel Gurría dice exactamente lo mismo, en su papel de porrista oficial del gobierno mexicano en turno desde que ocupa dicha posición, hace ya una década y cuatro meses. Último responsable de las finanzas nacionales durante el zedillato, el tamaulipeco ha dedicado sus mejores piropos a los seis secretarios de Hacienda de los tres más recientes inquilinos de Los Pinos (Fox, Calderón y Peña Nieto).

Muchas ganas, pero muy pocos resultados, porque con todo y flores la economía mexicana no sale del hoyo, mientras el bienestar social se mantiene a la baja. Gurría no pierde ocasión para repetir las cajoneras frases de ocasión: el gobierno (en turno) ha hecho su tarea, es responsable ante las dificultades que se viven a nivel mundial, mantiene finanzas públicas sanas y blindadas, la economía continúa creciendo por arriba del promedio de los países de la OCDE y su deuda es la mitad con respecto al de otros países desarrollados, entre otros bombones.

Pero a pesar del entusiasmo, la atonía económica es pan de todos los sexenios, al igual que el deterioro social. Con todo, Gurría no pierde el entusiasmo y ayer reiteró que el gobierno mexicano ha respondido de manera importante y oportuna a las amenazas que vienen de fuera con ajustes en el gasto público y con la adecuación de su política monetaria con la reciente alza en sus tasas de interés. Así es: todos los males vienen de fuera, porque internamente la perfección no alcanza a definir en su exacta dimensión lo bien que hacen las cosas los genios de la tecnocracia.

No dejó pasar el piropo para José Antonio Meade (aunque en realidad el armado del presupuesto de egresos para 2017 correspondió al ex ministro del (d) año, Luis Videgaray), pues subrayó los esfuerzos de la Secretaría de Hacienda por presentar un presupuesto responsable ante las dificultades que se viven a nivel mundial y en uno de los entornos económicos más inciertos y complejos que México ha tenido. México, pues, tiene la capacidad de reaccionar ante un entorno de incertidumbre sin aumentar el déficit.

Pero lo anterior es pecata minuta –según Gurría–, porque con el blindaje que se tiene, una línea de crédito disponible por parte del Fondo Monetario Internacional de unos 80 mil millones de dólares, acumulación de reservas y un manejo responsable de las finanzas públicas se va a tener una cantidad de municiones y de pólvora para poder hacerle frente a la especulación. Cierto: con todo eso y muchos discursos, el tipo de cambio alcanza niveles históricos.

El susodicho tomó las riendas de la OCDE el primer día de junio de 2006, a escasos meses de que la parejita presidencial abandonara Los Pinos con rumbo a rancho conocido. De entonces a la fecha, la maravillosa economía mexicana registra una tasa anual promedio de crecimiento de 1.9 por ciento, y el número de mexicanos en pobreza de patrimonio se incrementó 18 millones (al pasar de 45.5 millones en 2006 a 63.8 millones en 2014).

Y ello sucedió justo en el periodo en el que el tamaulipeco no dejó de pregonar que el gobierno mexicano (el último semestre de Fox, el sexenio de Calderón y lo que va de Peña Nieto) todo, absolutamente todo, lo ha hecho de maravilla, desde la oportunidad y la responsabilidad con la que ha actuado hasta el crecimiento por arriba del promedio de los países de la OCDE.

Paralelamente, en ese periodo la deuda pública mexicana (que es la mitad con respecto al de otros países desarrollados) se incrementó de manera brutal, tanto como 5.7 billones de pesos, o si se prefiere 18 puntos porcentuales del producto interno bruto. Pero dice Gurría que está bien, aunque esa catarata de dinero se ha utilizado mayoritariamente para pagar intereses de la deuda y así poder contratar más débito, con el mismo fin.

Después de escuchar la catarata de piropos del secretario general de la OCDE, el titular de Hacienda, José Antonio Meade, aportó lo suyo: no se descarta la posibilidad de que el gobierno de México pueda utilizar la línea de crédito flexible que tiene con el Fondo Monetario Internacional por más de 80 mil millones de dólares, en caso de que los contextos difíciles se materialicen, es decir, sólo si las condiciones lo exigen. Es, pues, uno de los elementos prudenciales que tiene México (versión poética del titular de Hacienda).

Pero más tardó Meade en decirlo que Gurría en aventar otro ramo de flores: sólo el hecho de tener esa línea de crédito quiere decir que hay confianza en el país. Incomparable el tono amable del secretario general de la OCDE, pero en realidad esa línea crediticia (negociada por Agustín Carstens desde la crisis de 2008-2009) sólo es para garantizar que el gobierno mexicano no deje de pagar el servicio de la deuda externa. Si sus presuntos gobernados se mueren de hambre, problema de ellos; el del FMI es que no se cierre la llave de los pagos a los acreedores. Y si no alcanza, pues allí están las reservas internacionales.

No hay que olvidar que desde hace más de tres décadas el Fondo Monetario Internacional está más que atento –de día y de noche– para que al gobierno mexicano no se le presenten, de nueva cuenta, problemas de liquidez o de caja (Jesús Silva Herzog dixit) que lo lleven a declarar la moratoria. Ese es el verdadero interés del FMI, cueste lo que cueste, que de todas maneras, quiéranlo o no, los pagadores son los mexicanos.

De cualquier suerte, la reunión Meade-Gurría fue (versión oficial) una oportunidad para ver por dónde vamos con los elementos que desde la OCDE se observan, así como de los retos complejos y de volatilidad que enfrenta el mundo y que obligan a la economía mexicana a mandar señales de fortaleza,

En fin, si se trata de dar ánimos, dar terapia y lanzar piropos al gobierno en turno, no se busque más: allí está José Angel Gurría. Al final de cuentas no sirve para nada, pero por entusiasmo no para. Sin embargo, tanta retórica triunfal, tantas flores y tanto piropo en realidad indica que el gobierno peñanietista está aterrado, porque el país se le va de las manos y no tiene la menor idea de cómo evitarlo.

Las rebanadas del pastel

Todo indica que la sarta de tonterías de Donald Trump el pasado domingo (que resultó un tanto mayor que la de Hillary Clinton) favoreció al tipo de cambio peso-dólar, que ayer cerró en 19.30 por uno. Ya falta menos para regresar a 13 por uno, como al inicio del sexenio peñanietista.

Twitter: @cafevega