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América Latina y el capitalismo global
H

ay libros que llegan a impactar a sus lectores por su profundidad, coherencia y envergadura teórica en el análisis de una realidad dada, que logran dejar huella de largo aliento y convertirse en referencia obligada en el campo temático en el que irrumpen, que provocan el debate y la reflexión porque se alejan de la academia extractivista e incursionan en el pensamiento crítico, como el que proponen los mayas zapatistas para oponerse a la hidra capitalista. Este es el caso de la obra de William I. Robinson, América Latina y el capitalismo global: una perspectiva crítica de la globalización [México: Siglo XXI, 2015]. Clasificada para los fines editoriales en las disciplinas de sociología y política, la obra es un ejemplo de complementariedad entre esas ramas de la ciencia social y una economía política encauzada a comprender la esencia del actual modelo de mundialización capitalista.

Robinson reconoce que a ocho años de publicado su trabajo en inglés, la sociedad global se encuentra en un caos cada vez mayor y afrontamos lo que denomina una crisis de humanidad: el impulso implacable del capital trasnacional de acumular a escala mundial está precipitando un holocausto ecológico y la guerra sin fin. Más que nunca, América Latina está envuelta en esta incierta coyuntura global. Esta crisis se destaca por seis aspectos que la hacen distinta y más grave que las anteriores: 1.- El colapso de la sociedad humana es una verdadera posibilidad, porque el sistema llega rápidamente a los confines ecológicos de su reproducción. 2.- La magnitud de las desigualdades globales no tiene precedente. 3.- La dimensión de los medios de violencia y su concentración en manos de pequeños grupos poderosos tampoco tienen antecedente. 4.- Estamos llegando a los límites de la expansión extensiva e intensiva del sistema capitalista. 5.- El número creciente de los marginados y redundantes, condenados a ser humanidad superflua, sujetos a sofisticados sistemas de control y represión –hasta genocidio– afrontan un ciclo mortal de despojo-explotación-exclusión. 6.- A raíz del colapso económico de 2008, el desfase entre una economía en vías de globalización y un sistema de autoridad política basada en el Estado–nación. Las élites globales claman cada vez más por mecanismos trasnacionales de coordinación y regulación que pudieran refrenar las fuertes contradicciones y contrarrestar la anarquía del sistema. Robinson advierte que a partir del agravamiento de esta crisis, la clase capitalista trasnacional ha puesto en práctica tres mecanismos para sacar adelante la acumulación global frente al estancamiento: 1.- La acumulación militarizada, el lanzamiento de guerras e intervenciones y la provocación de un conflicto tras otro, a fin de lograr ciclos de destrucción y reconstrucción con el propósito de acumular capitales y obtener ganancias; las farsas de las guerras contra las drogas, contra el terrorismo, contra las maras, contra los migrantes, y con ello, se desarrolla una cultura de capitalismo global que es bélica, agresiva, y que glorifica la dominación, esto es, la cultura fascista. 2.- El segundo mecanismo es el pillaje de las finanzas públicas. Los estados juegan el papel de extraer cada vez más excedentes de los pueblos para entregárselos al capital financiero trasnacional; Grecia y América Latina son ejemplos. 3.- La frenética especulación financiera que desde el siglo pasado ya había convertido a la economía global en un gigantesco casino.

Reitera que se vislumbran cuatro escenarios para el futuro de América Latina y la sociedad global: “el reformismo desde arriba, que logra estabilizar momentáneamente el sistema de capitalismo global; el descenso hacia ‘el fascismo del siglo XXI’; el repunte de una alternativa global anticapitalista, esto es, el resurgimiento de un proyecto de socialismo democrático, y el espectro del colapso y una nueva Edad de las tinieblas.”

A la interrogante: ¿Y América Latina?, Robinson señala que las tendencias en cuanto al desarrollo de las nuevas contradicciones de la época del capitalismo globalizado han seguido madurando, enmarcadas en la coyuntura de crisis y polarización. Parece que el ciclo del ascenso del proyecto posneoliberal llega a tener sus propias contradicciones, y más que nunca el futuro de la región está entredicho y será decidido por el resultado de las fuertes luchas sociales y políticas que se extienden a lo largo y ancho, así como por la coyuntura de crisis e incertidumbre.

En este contexto, considera que Venezuela sigue siendo el escenario crucial para la contienda entre las distintas y antagónicas fuerzas sociales, clasistas y culturales en el sistema de capitalismo global. En Ecuador se acumulan nubarrones políticos frente a la empecinada determinación del gobierno de Rafael Correa de seguir adelante con el modelo extractivista de expansión de la explotación petrolera y minera a pesar de la creciente oposición de las comunidades indígenas, sindicales y populares. Mientras, México se hunde en la colombianización en tanto parece estarse materializando en este país un proyecto de fascismo del siglo XXI. Destaca que existen expansivos movimientos sociales y de resistencia “que enfrentan fuertes escaladas de represión, despojo y terror ante la implacable marcha de la globalización. Es más que evidente que la ‘guerra contra las drogas’ es una grotesca cortina de humo para la acumulación primitiva por medio del terror, la militarización y la paramilitarización. Esta guerra justifica la criminalización y la represión de los movimientos sociales, mientras facilita la apropiación de los recursos por parte de la clase trasnacional […] Es más, esta colombianización se extiende por Centroamérica, sobre todo por Honduras y Guatemala”. A pesar de este complejo panorama de peligros que enfrenta la humanidad, Robinson plantea que tanto en América Latina como en el mundo, se presentan grandes oportunidades para proyectos transformadores y libertadores. “Primero, el sistema ha perdido legitimidad para muchas personas. Segundo, el neoliberalismo agota sus reservas materiales e ideológicas. Tercero, los grupos dominantes alrededor del mundo se presentan divididos y a la deriva […] Cuarto, la ‘tercermundialización’ del primer mundo abre nuevas oportunidades para practicar la política radical globalizada, o sea, para desarrollar alianzas orgánicas entre el Norte y Sur”.