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El batiburrillo de AMLO
“C

uando fundamos el PAN –expresó Gómez Morín, por los años sesenta– dijimos que no era tarea de un día sino brega de eternidad…; en la base del problema político de México está la falta de ciudadanía: no habíamos sido formados ciudadanos... Era indispensable reconocer la realidad y empezar el trabajo desde la raíz: la formación de una conciencia cívica...; lograr que aparezca el personaje sustancial que no es el gobernante sino el ciudadano.”

Gómez Morín tenía razón, desde la perspectiva de un liberalismo decimonónico. Teníamos y tenemos, en efecto, un déficit de ciudadanía. Pero Gómez Morín no tenía en cuenta la historia. En su reflexión no entraba la Conquista, la Colonia, ni la configuración de un capitalismo cuyas élites económicas y políticas han vivido subordinadas a las sucesivas metrópolis imperialistas. De una colonia territorial de 300 años con diversas formas de servidumbre, pasamos a una colonia económica, ya plenamente bajo la garra imperial del norte. Tales colonias no sólo crearon la configuración dependiente del siglo XX, que continúa entre nosotros, sino también la persistencia necesaria de restos múltiples de las comunidades originales.

El ciudadano surge de origen como oposición a la aristocracia. Estados Unidos fue fundamentalmente una colonia de poblamiento, no de conquista, una parte de cuyos pobladores traían consigo la cultura del mercado y de los principios (Locke, la Ilustración) que coadyuvaron a crear la figura del ciudadano; aunque también, en un brutal salto hacia atrás, otra parte, se volvió esclavista. La industrialización del norte, requería fuerza de trabajo libre, y produjo la Guerra de Secesión, y así los manumisos se convertirían en asalariados. Pero el ciudadano alcanza a serlo con base en ingentes y prolongadas luchas. En el país de la libertad y de la no discriminación, según su propia Constitución, las mujeres no pudieron votar hasta 1920, y los negros hasta 1965 (es decir, ayer).

Gómez Morín que quería hacer su trabajo ciudadano desde la raíz, parece que estaba decidido a que el PAN fuera un partido de oposición prácticamente para siempre; eso está implicado en su esculpida expresión de brega de eternidad. En realidad nunca han hecho nada por hacer ciudadanía.

Durante el siglo XX un número creciente de países se dieron regímenes políticos bipartidistas, a la gringa. En el caso de México también, pero el PAN se presentaba renuente a ser un partido que quisiera el Poder Ejecutivo, porque el poder del Congreso, por supuesto, siempre le interesó. Pero la eternidad panista duró poco, y el partido casi único terminó. A principios de este siglo pasó a configurar, como tantos países, un régimen bipartidista y medio, y como todos, acompañados de una chiquillería partidista, dispuestos a ser peones de los partidos dominantes, o partidos testimoniales. Los grandes se han intercambiado el poder, uno que les interesa para sus miembros, no para transformar a la sociedad y tender hacia una sociedad de iguales. Ocurrió esto cuando la economía acabó montándose sobre la política, con un ideario de la economía que igualaba en lo fundamental a los partidos adversarios: el neoliberalismo. Ya mandaba el uno por ciento.

Los regímenes bipartidistas comenzaron a agrietarse junto con las fracturas del neoliberalismo. En España, Podemos le ha roto el espinazo al bipartidismo. Y ha sido roto en Venezuela (con una secuela desdichada), en Bolivia, en Brasil…, con futuros inciertos. No dudo de que en México, celebraremos el fin del poder bipartidista y medio, con la presencia, probablemente significativa, de Morena.

Quien esto escribe probablemente votará contra la corrupción execrable que padecemos, y eso quiere decir votar Morena. Espero que sean muchos millones quienes estén en favor de Morena, o contra todos los demás.

Muchos hemos oído de buena fuente, y lo saben bien los morenos, que AMLO no oye. Malo, muy malo. Cuando no se habla con quienes se confía y no se confía en sus saberes, entonces se corre el riesgo de decir algún batiburrillo lamentable, como el que dijo el sábado pasado en Huejutla. Como suele decir AMLO, con todo respeto, y lanzó su dicterio: el lanzamiento de una mujer indígena como candidata independiente para 2018, por el EZLN, es una maniobra para hacerle el juego al gobierno con el fin de que no haya una transformación y cambio de régimen. AMLO no ha reflexionado sobre su dicho, y a bote pronto ha dicho una bobada. Y dijo más: vio en el EZLN de 2006, ¡el huevo de la serpiente! Bueno, esta es una metáfora proveniente de una película de Bergman, para referirse al proceso que condujo a la democracia alemana a la conformación de un régimen totalitario en 1920. ¿Qué tiene en la cabeza AMLO usando tal metáfora? ¿Esa mujer indígena tiene el propósito de convertirse en el führer de un movimiento nazi o algo similar?

¿AMLO tiene pruebas de que en 2012 las comunidades indígenas donde tiene presencia el EZLN la gente votó por el PRI y el Verde? Bien que hable de la mafia, pero no sólo. También que nos diga de qué va su propuesta de nuevo régimen.

Creo que AMLO es un hombre honesto, y que es un político al que de veras le importa sacar de la miseria a la gente (como dicen ahora los políticos refiriéndose al pueblo). Pero no se entiende por qué su batiburrillo si la candidata indígena no va a dividir el voto de la oposición, ya que el pueblo no les va a hacer caso.