Política
Ver día anteriorLunes 24 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Hora de imaginar y actuar
E

l comunicado conjunto del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) causó inmenso interés y extenso desconcierto. Hubo despertares y entusiasmos. Se sacudieron inercias y desesperaciones. Y surgió también confusión y legítima perplejidad.

No es fácil escapar de los marcos convencionales. La forma dominante de pensar y el prejuicio prevalecen al analizar acontecimientos y propuestas. Ante esta nueva prueba de imaginación política y talento estratégico, radicalmente innovadora, se formó rápidamente un extraño coctel de jóvenes anarquistas, plumas a sueldo, doctos analistas y desconcertados voceros de las clases políticas que iniciaron una campaña de desinformación para desprestigiar la iniciativa. Es un empeño que mezcla miopía con mentiras y mala fe. Es necesario luchar para contrarrestarlo.

Estamos en plena tormenta de una crisis económica, moral, intelectual, política y social, recordó don Pablo González Casanova hace unos días. Es una guerra que afecta a todas y todos, especialmente a mujeres y pueblos indios, y amenaza aguas y suelos, modos de vida, la vida misma. Desgarra cada día lo que queda de país.

Hay quien simplemente se exilia o cierra los ojos ante todo esto. Mucha gente busca defenderse. Quienes sacan las armas para hacerlo tienen algún éxito cuando cuentan con tejidos sociales fuertes y amplia experiencia de lucha; las armas funcionan como herramientas de disuasión. Pero sería insensato e ilusorio plantear esa respuesta a la escala que hace falta, porque la guerra abarca esferas cada vez más amplias de la realidad y es cada vez más violenta. Nos acercamos al peor tipo de guerra civil, en la que ya no se sabe quién pelea contra quién, que alimentan, incluso, muchedumbres hartas de la corrupción judicial que se hacen justicia por su propia mano.

Necesitamos actuar. Sin duda. Pero debemos encontrar formas nuevas de hacerlo. Causa creciente frustración el camino de la mera protesta o la interminable gestión jurídica. Tampoco es opción entrar a la lucha electoral para conquistar lo que queda de los aparatos estatales. La campaña actual en Estados Unidos, por ejemplo, causa horror y desconcierto entre muchos estadunidenses; no dan crédito a lo que les está pasando, forzados a elegir entre un payaso bribón y misógino y un halcón de Wall Street. Descubren lo que sospechaban pero no se atrevían a decir en voz alta: poco pueden hacer para elegir libremente a sus gobernantes... y menos para que éstos se pongan realmente a su servicio.

En México lo sabemos bien, por larga experiencia, y se perdió en años recientes la escasa credibilidad que aún tenían algunos funcionarios. La escandalosa disputa que se ha iniciado ya por el 2018 no ofrece esperanza alguna; partidos y candidatos tratarán de esconder bajo la alfombra lo que ocurre y buscarán fragmentar aún más la lucha de quienes defienden lo que son y lo que tienen.

Al reflexionar sobre todo eso los delegados del CNI y del EZLN consideraron la gravedad de las agresiones que están sufriendo y las limitaciones de su camino actual. Al constatar que no existen opciones, decidieron construir una apelando a su imaginación política y a su experiencia. Saben qué es la auténtica democracia, el gobierno de la gente; lo han practicado por siglos en comunidades, municipios, e incluso en regiones. Se propusieron proyectar esa forma de mandar obedeciendo a otra escala e incluir a grupos no indígenas.

Tras intenso debate se llegó a la propuesta sorprendente. El CNI y el EZLN se declararon en asamblea permanente para consultar a sus comunidades y pueblos a fin de nombrar un concejo indígena de gobierno cuya palabra sea materializada por una mujer indígena delegada del CNI como candidata independiente que contienda a nombre del Congreso Nacional Indígena y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el proceso electoral de 2018 para la presidencia de la República. Precisaron propósito e intención. Buscan desmontar desde abajo el poder que arriba nos imponen y que nos ofrece un panorama de muerte, violencia, despojo y destrucción. No buscan el poder; tratan de organizarse para detener la destrucción y fortalecerse en resistencias y rebeldías, es decir, en la defensa de la vida de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. Buscan, en suma, construir la paz y la justicia rehilándonos desde abajo, desde donde somos lo que somos.

Surge así una oportunidad inesperada de organización, que aprovecha el espacio político de los procesos electorales para hacer un trabajo político que los desafía: revela su naturaleza autoritaria y corrompida y muestra la opción. No es un nuevo partido. Al contrario. Al construir una alternativa, se muestra que la carencia de vida democrática interna de todos los partidos es anticipo de lo que harían desde los aparatos que quieren conquistar.

Cabe abrigar la esperanza de que el próximo primero de enero comunidades y pueblos del CNI habrán aprobado la propuesta y acordarán los siguientes pasos, que podrán llevarnos a contar con un consejo de gobierno en que todas y todos podamos ver en qué consiste la integridad moral, la digna rabia, el talento desinteresado de servir. Ante la fragmentación creciente del país y de las organizaciones, podría crearse al fin un dispositivo eficaz y confiable de articulación, para enfrentar concertadamente la violencia y el despojo que nos abruman. Se tratará de ponernos a trabajar, organizadamente, para cuidar la vida y proteger lo que aún tenemos de los vándalos corruptos que arrasan todo a su paso, sin importarles lo que queda del país, la Madre Tierra y la vida de todas y todos.