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Lejos, mas no ausente, a 75 años de su nacimiento

Periodistas y escritores recuerdan en Bellas Artes a Esther Seligson
 
Periódico La Jornada
Jueves 27 de octubre de 2016, p. 4

Lejos, mas no ausente. Con esta frase Esther Seligson solía concluir las cartas y postales que enviaba desde los numerosos lugares en que vivió. Así fue recordada la noche del martes en el 75 aniversario de su natalicio en el Palacio de Bellas Artes por José Gordon, José María Espinasa y Geney Beltrán, con historias sobre cicatrices, cartas de tarot y la música de una Olivetti.

La familia de la poeta, escritora y ensayista hizo llegar un mensaje hasta la sala Manuel M. Ponce, a seis años del fallecimiento: y valga el eufemismo, que Esther está más lejos que nunca, sigue presente a través de sus textos y sus libros, de la memoria de los que la conocieron y de este afortunado homenaje a 75 años de su nacimiento.

El periodista José Gordon, en una estampa de amistad, afirmó no conocer a nadie tan llena del deseo del contacto por lo sagrado. Las huellas, cicatrices sutiles que nos deja en la memoria, pero que siempre están buscando al final del día la luz.

Seligson, ex colaboradora de La Jornada Semanal, falleció el 8 de febrero de 2010. Unos meses antes, relató Gordón, le hizo llegar un paquete inesperado, como a muchos de sus amigos, porque de alguna manera ella ya intuía su despedida. Entonces, de manera muy generosa se estaba desprendiendo de todo. Un par de libros y una bolsa de piel con un mazo de las cartas de Tarot fue lo que recibió. Mapas ligados con su mundo.

Entre esas cartas y su instrucción tenemos una clave para entender una vida que siempre giró en torno a la poesía, al mito y al teatro. Siempre estaba buscando los hilos eternos que conectan las cosas, la forma en que la luz saltaba de una manzana a un libro, destellaba en la porcelana de una taza de te y tejía una simetría que deleitaba al alma.

En una larga evocación, señaló: Esther no bajaba la ambición de lo que quería conocer, se avocaba a ello con toda su inteligencia y rigor. Leía a los grandes maestros de la literatura, estudiaba la Biblia, se adentraba en el Talmud, traducía a Cioran, se internaba en el pensamiento de la India, de Martin Buber, de Octavio Paz, dibujó el conductor de La oveja eléctrica.

Geney Beltrán, moderador de la noche, presentó a Esther Seligson, nacida el 25 de octubre de 1941 en la Ciudad de México, hija de inmigrantes judíos europeos. La heterodoxia marcó su andar, no sólo se apasionó por la cábala, sabía mucho de tarot y astrología. Tenía una variopinta colección de amigos con quienes com- partía sus búsquedas y hallazgos.

En su momento, el ensayista y poeta José María Espinasa opinó que en el caso de Seligson sus sicatrices están escritas así, con s, porque son afirmación de la vida. Para ella, toda escritura fue cicatriz, heridas cerradas, memoria física del dolor inscrita en la piel.

Para Esther la poesía ofreció una conversación consigo misma, y con la otredad que la habitaba y que tanto buscó en las religiones, dijo.

Espinasa recordó cómo alguna vez en una redacción encontró un original mecanografiado de Seligon escrito en aquella Olivetti legendaria, esos instrumentos que sonaban entre las salas de antiguos periodistas. Las anotaciones a mano habían transformado el escrito en obra plástica.

La actriz Laura Almela, entre la lectura dramatizada de la obra de Seligson, dio voz a las palabras de la memoria y sus nietos, hijo, hermana y demás familia: que nuestra carta y nuestra correspondencia son una larga historia de las que se cuentan en las noches, cuando los faroles alumbran las calles y las sombras resaltan. Lejos mas no ausente.