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Los himnos de Madeleine
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Periódico La Jornada
Sábado 5 de noviembre de 2016, p. a16

La noticia es que Madeleine Peyroux ya dejó de ser la que canta como Billie Holiday.

Su nuevo disco, Secular Hymns, es un acierto.

Denominar himnos a piezas que le son vitales elimina el sentido peyorativo que muchos imprimen al término covers.

Madeleine escribe música y lo hace muy bien. Pero su apuesta está en dar sentido a sensaciones, emociones, pensamientos e ideas, todo eso de lo que están pobladas lo que algunos llaman canciones y lo que otros llamamos referentes.

Por ejemplo, la culminación del álbum es un himno bellísimo: Trampin’, un spiritual que ha recorrido los nueve círculos de Dante, las plantaciones todas del Delta del Misisipi, las iglesias con negras y negros sudando, revolcados en el piso, cantando en éxtasis, en los poblados polvosos del Sur profundo, las páginas mejores de William Faulkner, los vestidos blancos del algodón que piscaron las esclavas madres, las abuelas y que las jóvenes portan como un estandarte del anhelo.

Porque Trampin’ es un himno del anhelo: I’m trampin’/ trampin’/ tryin’ to make Heaven my Home.

Metáfora del anhelo. Intraducible. Una aproximación: camino, deambulo, persevero, para hacer de mi casa el cielo. Otra, mejor: aspiro al cielo. Pero no al cielo cristiano, sino al sentido del bienestar, del ser feliz, libre. Caminar en vuelo. Pero en vida.

De las páginas de Faulkner, de los pueblos polvorientos, de las iglesias con coros en éxtasis de sudor y solfa, este spiritual pasó a la historia gracias a un personaje que cambió el devenir: Marian Anderson (1897-1993), cuya versión grabada de Trampin’ estremece.

El nuevo disco de Madeleine Peyroux posibilita un ejercicio que mucho recomiendo: una sesión de escucha.

El procedimiento es el siguiente: si lo que oímos fue la pieza Trampin’ en el disco de Madeleine, vayamos a Spotify, o YouTube o Apple Music o Deezer o a la discoteca personal y pongamos a sonar la versión original de esta pieza que acabamos de escuchar en la voz de Madeleine.

Luego de estremecernos con la versión original a cargo de Marian Anderson, pongamos ahora la de Patti Smith, quien rinde homenaje a Marian con su noveno disco, titulado así, Trampin’ y que culmina con esa pieza, en una sesión que conmueve y produce lágrimas de tan intensa, sincera, acerada.

Mismo procedimiento podemos seguir con el track inicial del disco de Madeleine: Got you on my mind, ese clásico que también retoma Dios, es decir Eric Clapton, como segundo track de su fregoncísimo disco Reptile.

En la modesta opinión del Disquero, lo mejor del nuevo disco de Madeleine Peyroux está precisamente en su track segundo: Tango Till They’re Sore, esa bizarra (como todas las de su autoría) pieza de un señor que firma como Thomas A. Waits y que no es otro sino Tom Waits.

Es lo mejor del disco por el trabajo increíble que realiza Barak Mori con su contrabajo acústico, activado con el arco, para extraer sonidos que erizan la piel, fascinan y hacen las delicias del melómano más exigente.

Por cierto, ese Tango que hace Madeleine (es un decir, jeje) originalmente no es un tango, porque lo de Tom Waits es el bonito desmadre y alude más a una tarantela, ese ritmo bailable embrujado y mágico al que se atribuyen dotes sexuales, curativas y alucinatorias, tal cual la pieza de Tom Waits, que en voz de Madeleine resulta un primor.

La cultura musical de Madeleine posibilita un paisaje sonoro tan intenso, extenso y variado como las inmensas posibilidades que brinda su nuevo disco: blues, spiritual, gospel, funk, reggae, country, jazzy-pop, y otra vez: blues.

Secular Hyms fue grabado en una pequeña iglesia polvosa de Oxforshire, Inglaterra. La intimidad tiene poco ropaje y exquisito: ya mencionamos el contrabajo increíble de Barak Mori, quien por cierto hace sonar a tarantela el tango de marras; ahora mencionemos la guitarra exquisita del maestro Jon Herington, con sus cabriolas tenues, sus guiños, requiebros, insinuaciones, o bien, su delicado sonido de relámpago.

Diez piezas radiantes se engarzan a manera de juego de abalorios en este bello álbum pleno de sorpresas. El trabajo de los ingenieros de sonido es sencillamente un prodigio. El escucha se siente ahí, sentado en una de las bancas rechinantes de ese recinto. Santuario, como lo llama Madeleine.

Los lugareños, espectadores de la sesión de grabación de este disco, orgullosos y agradecidos con Madeleine le dijeron espontáneamente: gracias por llenar nuestro recinto con su humanismo espiritual. Y es por eso, explica ella, que el disco se titula así: Himnos seculares.

Otro de sus capítulos recios es su track penúltimo, Shout Sister Shout, homenaje a esa negra robusta, inmensa humana humanidad: Sister Rosetta Tharpe, lo cual nos abre otra ventana en nuestra sesión de escucha, pues el original, con esa cantante de voz de trueno, también está asequible doquier.

He aquí entonces la buena nueva: Madeleine Peyroux ya asimiló la influencia, ejemplo, modelo y símbolo que le significa Billie Holiday, y ya posee su propio estilo. Tal influencia, hay que decirlo, se percibe en algunos mohínes, remates de frases, inflexiones de fraseo, requiebros de sonido. Dejos.

Exactamente como sucede cuando ella sale de la habitación, pero deja flotando en el ambiente el único atuendo que portaba: su perfume.

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