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Todos en defensa del bosque de Chapultepec
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hapultepec es el bosque urbano más antiguo de América y el más emblemático de México. Constituye poco más de la mitad de las áreas verdes de la ciudad. Con 686 hectáreas, alberga la residencia presidencial, el Campo Marte, el Castillo de Chapultepec, el monumento a la corrupción y la impunidad del calderonismo llamado Estela de Luz, el zoológico, la Casa del Lago, el Auditorio Nacional, siete museos, seis teatros y oficinas gubernamentales. Posee tres lagos, fuentes, restaurantes, un club hípico, un lienzo charro, una feria, las instalaciones de los militares responsables de la seguridad del Presidente y su familia… la lista es interminable. Y todavía hay que añadir las congestionadas y contaminantes vías de comunicación que lo atraviesan y las residencias colindantes, cuyos dueños desean apoderarse del mayor pedazo de bosque posible para convertirlo en su jardín.

Dividido en tres secciones, Chapultepec está a cargo del gobierno de la ciudad. La tercera sección, que mide 244 hectáreas, fue inaugurada en 1974 y es la menos atendida por las autoridades. Allí se instaló en 1981 un parque acuático, Atlantis, ya en desuso. Igualmente se dieron en concesión terrenos para El Rollo y otras construcciones que le restaron arbolado. Aunque esos terrenos concesionados y ahora abandonados deberían restituirse como bosque, el 28 de octubre pasado se publicó en la Gaceta Oficial de la Ciudad de México una convocatoria de la Secretaría de Medio Ambiente para que un inversionista privado construya en esa área de valor ambiental un espacio recreativo cultural haciendo usufructo del mismo.

No se especifica el número de metros que ocupará ese espacio recreativo cultural ni la extensión en que se permitirá realizar dicha obra y bajo qué especificaciones técnicas; ni las facultades sobre la propiedad que le concederán al inversionista ganador. Tampoco se dan mayores detalles sobre las características del proyecto inmobiliario, pero sí se advierte, en un tono de simulación conservacionista, que debe ser sustentable. Los interesados tuvieron cinco días hábiles para registrarse y tendrán sólo 30 más para presentar complejos requisitos. El jefe de gobierno de la ciudad, Miguel Ángel Mancera, una vez más no dio signo alguno de vocación democrática: por ningún medio se consultó a la ciudadanía si estaba de acuerdo.

Especialistas me informaron que es imposible presentar en el tiempo establecido un espacio recreativo-cultural que cumpla con las mínimas normas de sustentabilidad ambiental, lo que lleva a pensar que la citada convocatoria es un traje a la medida para favorecer los intereses de alguien previamente elegido. Máxime si tenemos en cuenta la prisa con que se pretende dar por entregada dicha área a un particular y la forma poco aseada del procedimiento oficial.

Esta convocatoria está cortada en la tradición de los servidores públicos mexicanos, de poner en charola de plata nuestro patrimonio en manos privadas a cambio de beneficios para su agenda política personal. Si las intenciones fueran para bien de la Tercera Sección, ni de lejos se estaría pensando en impulsar un desarrollo inmobilario cuando lo que urge es fortalecer el bosque, no restarle arbolado.

Ante la gravedad e inmoralidad de esta convocatoria, es inexplicable el silencio del Fideicomiso Pro Bosque, del Consejo Rector Ciudadano y de los diputados de la Asamblea de la ciudad. Pero igualmente de la señora Xóchitl Gálvez, delegada en Miguel Hidalgo, quien tanto pugna por la transparencia en el manejo de los bienes de la nación.

Es inaceptable que quienes tienen el deber de cuidar al bosque y el equilibrio ambiental de la Cuenca de México se atrevan a decirnos que Chapultepec –tan saturado de edificios culturales y recreativos– necesita uno más a costa de una extensa área que puede y debe regenerarse con una buena reforestación. El licenciado Mancera y los funcionarios responsables de cuidar el medio ambiente y los recursos naturales de la ciudad deben saber que Chapultepec es un bosque de inmenso valor ecológico y no de un baldío del que puede disponer a sus anchas la autoridad.