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El fracaso de la tómbola de Morena

L

a alternancia electoral en el estado ha traído como resultado una crisis generalizada de las instituciones formales, que no sólo se ve en la inédita revuelta de alcaldes de todos los colores protestando tanto en Veracruz como en la Ciudad de México y pidiendo la intervención del gobierno federal para recuperar lo robado por el clan Duarte, con más de 30 ayuntamientos con la cortina bajada por carecer de recursos para su mínima operación, y la toma del palacio de gobierno y Casa Veracruz, que dejó sin sede formal a la administración interina.

Se aprecia también en la composición de la nueva legislatura, con grupos independientes en los que destacan diputados duartistas, a salvo con el fuero en la mano luego de ser señalados por la Procuraduría General de la República como cómplices del saqueo y con un bloque potencial en el cual se forman alianzas hasta hace poco impensables entre los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Revolucionario Institucional, y se hace evidente la fragilidad de la vía elegida por Morena para decidir sus candidaturas a puestos de elección popular.

Resulta que Sebastián Reyes Arellano, diputado morenista elegido por dedazo plurinominal que se sacó la lotería y llegó a la legislatura estatal gracias a la tómbola que ideó Morena para llevar al extremo su idea de acabar con las imposiciones y los cacicazgos, decidió abandonar ese grupo legislativo porque dijo estar cansado de que el partido en pleno se dedique a rendir pleitesía a Andrés Manuel López Obrador.

El legislador cambió de dios y la misma noche que anunció su decisión a sus compañeros de partido se fue corriendo a las filas panistas para velar la toma del palacio de gobierno con su nuevo gurú, el señoritingo líder nacional del blanquiazul, Ricardo Anaya, quien llegó la madrugada del martes a solidarizarse con los alcaldes que pernoctan en la sede gubernamental desde hace más de 12 días.

Más allá de lo que significa en lo personal la decisión de Reyes Arellano, su acción tendrá evidentes repercusiones en el equilibrio de fuerzas políticas y en la capacidad de Morena para incidir en la legislatura, pues su número de diputados bajó de 13 a 12 y aumentó a 22 la bancada panista-perredista, que con una alianza de facto con el PRI tendrá mayoría absoluta.