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Stavenhagen y los jornaleros agrícolas de ayer y hoy
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erecidamente se elogia al Rodolfo Stavenhagen sociólogo, antropólogo, profesor, creador de instituciones, premio Nacional de Ciencias y Artes, funcionario de organizaciones internacionales y defensor de los derechos humanos de los pueblos indígenas. Se citan sus textos principales, en especial el más polémico, publicado hace medio siglo: Siete tesis equivocadas sobre América Latina. Sin embargo, menos su trabajo como investigador de los problemas agrarios del país.

En febrero de 1966, Tomas Carrol, director del Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola (CIDA), con sede en Washington, me sugirió integrarme al equipo que estudiaría la contribución de la reforma agraria al desarrollo económico de México. Lo dirigía el ingeniero Sergio Reyes Osorio. Rodolfo era el responsable de los aspectos sociales del ambicioso trabajo. El CIDA, fruto de la Alianza para el Progreso, creada por el presidente Kennedy, había apoyado certeros análisis sobre la tenencia de la tierra en Bolivia, Perú, Colombia, Brasil y Guatemala, demostrando la existencia de enormes latifundios al lado de millones de campesinos minifundistas o sin tierra y en pobreza extrema.

Fue así como conocí a Rodolfo. Y con él y Reyes Osorio, un grupo de jóvenes egresados de economía, sociología y antropología, nos acercamos a la realidad agraria de diversas regiones: Michoacán, La Laguna, Tlaxcala, el sureste... En el estudio también participaban otros especialistas, como Salomón Eckstein, autor del mejor análisis sobre los ejidos colectivos; el chileno Sergio Maturana, el historiador Gerrit Huitzer y el ingeniero Marco Antonio Durán.

Más de mil encuestas socioeconómicas se llenaron en ejidos y comunidades representativas del campo mexicano. La información recabada se procesó en el equipo de cómputo de Chapingo y luego fue analizada por el equipo del Centro de Investigaciones Agrarias. Esa información permitió mostrar la realidad del sector rural y su contribución al desarrollo económico de México. No solamente había abastecido de alimentos al resto del país, sino de mano de obra barata para la industria y los servicios. A cambio, no recibía lo que en justicia merecía.

Cinco años duraron los trabajos de investigación, reunidos en tres gruesos tomos, que luego el Fondo de Cultura Económica publicó en uno, también voluminoso, cuya edición cuidó el poeta Alí Chumacero. Estructura agraria y desarrollo agrícola en México, se titula. Indispensable de leer para comprender la realidad agraria del país en ese entonces. Y ahora.

Fruto de los trabajos de campo y las estadísticas oficiales, Rodolfo planteó por vez primera, públicamente, el problema de los jornaleros agrícolas. Luego del reparto agrario, con sus logros y fallas, la población campesina aumentaba con los hijos de quienes fueron favorecidos con dicho reparto y se agregaban a los que no alcanzaron a tener un pedazo de tierra. Sumaban millones. Ya Rodolfo había estudiado los efectos nocivos del desplazamiento forzoso de campesinos por la realización de obra pública. Como la presa Temazcal, en Veracruz, que obligó a dejar sus comunidades a cientos de familias mazatecas. Y conocía la realidad indígena en Chiapas y Oaxaca.

Para resolver el problema de los jornaleros, el gobierno estableció, entre otros, un programa para trasladarlos al sureste: Tabasco, Campeche, Quintana Roo, Chiapas y Veracruz, donde las selvas milenarias y poseedoras de incalculable riqueza en biodiversidad serían el nuevo hogar de los campesinos que sobraban en el centro y norte del país. El fracaso de esos proyectos de colonización, con muy pocas excepciones, fue monumental. Igual el daño a la naturaleza. Millones de hectáreas fueron taladas para establecer cultivos que apenas daban cosechas dos o tres años. Porque la riqueza estaba en la selva misma, no en la tierra, delgada y formada durante siglos. A la par, eran lamentables las condiciones de vida de los campesinos trasladados a un medio ambiente hostil.

A medio siglo de ese revelador estudio de Rodolfo, sigue vivo el problema de los jornaleros agrícolas. Igual que la pobreza y la desigualdad en el sector rural.