Opinión
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Trump: su primer día

TLCAN, ¿a la basura?

¿Y el bienestar social?

S

i los cálculos no fallan y Donald Trump cumple puntualmente con lo anunciado, a partir de hoy, y hasta el próximo 8 de agosto, el gobierno de México cuenta con 266 días-calendario para idear y poner en marcha un plan de contingencia para, en la medida de lo posible, salir lo menos dañado que se pueda del golpazo que para él significaría que el próximo inquilino de la Casa Blanca dé por terminado el Tratado de Libre Comercio de américa Latina (TLCAN), es decir, lo que el propio energúmeno ha calificado como el peor acuerdo comercial negociado por Estados Unidos.

La información dice así: “el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, comenzará el proceso de reforma al TLCAN desde el primer día de su administración, de acuerdo con un memo de su equipo de transición obtenido por CNN. El esqueleto de la política comercial de Trump durante sus primeros 200 días de administración incluye la renegociación, o salida, del acuerdo comercial de la región, una propuesta realizada durante su campaña electoral.

“El plan de intercambio comercial de Trump rompe con las alas de globalización tanto de demócratas como de republicanos. La administración de Trump dará vuelta atrás a décadas de política comercial conciliatoria. Nuevos acuerdos serán negociados en pos de los intereses de Estados Unidos y de sus trabajadores… El primer día de su administración (20 de enero), comenzará a reformular el TLCAN e informará a México y a Canadá de sus intenciones. El memo destaca que puede haber consecuencias negativas si se sale del tratado, pero señala que se mitigarían si Estados Unidos consigue mecanismos bilaterales con Canadá y México”, puntualiza la información de CNN.

Desde el primer día, pues, de tal suerte que la fecha fatal es el 8 de agosto de 2017, es decir, cuando en México esté desatada la grilla, en plena efervescencia sucesoria y en el momento más débil del de por sí débil inquilino de Los Pinos. Y si el gobierno mexicano desde ya trabaja el plan de contingencia, entonces tendría 66 días de ventaja, aunque el pánico difícilmente lo dejará ser creativo ante la macro tormenta que se le avecina. De cualquier suerte, la decisión no está en sus manos, aunque el asunto TLCAN sería –como siempre dicen los geniócratas– una gran oportunidad para que nuestro país retome sus propias riendas.

Presumía Carlos Salinas de Gortari que el TLCAN es un poderoso instrumento que nos permitirá crecer más de prisa y sólidamente, crear empleos mejor remunerados y elevar el bienestar de la población. No hay duda: la protección privilegia al capital y concentra el ingreso; la apertura favorece el empleo y la redistribución del ingreso.

En los hechos, México creció más lentamente, la economía se hizo profundamente dependiente de la estadunidense, los empleos formales brillaron por su ausencia, los salarios se desmoronaron y el bienestar de la población permanece prófugo, amén de que en los 22 años transcurridos lo que sobresale son los privilegios al capital y la espeluznante concentración del ingreso.

Tal vez la cancelación del TLCAN podría reactivar lo que queda de industria nacional, hacerla más productiva, que genere empleo formal suficiente y bien remunerado, y se dedique a producir lo que ahora importa para poder exportar.

Las cifras más conservadoras señalan que México importa 75 por ciento de las partes necesarias para poder terminar un producto y, así, exportarlo, práctica que por lo demás sólo beneficia a la industria estadunidense que es la que elabora y vende a México dichos complementos. La propia Secretaría de Economía reconoce que las exportaciones mexicanas sólo tienen, en el mejor de los casos, 30 por ciento de contenido nacional, de tal suerte que el efecto inmediato ha sido la desintegración de las cadenas productivas.

Como bien advierte un extenso análisis, condensado en un libro coeditado por la UNAM y el Idic (TLCAN 20 años: ¿celebración, desencanto o replanteamiento?), en los hechos el tratado no es para todos, ni siquiera para los menos, sino destinado a los grandes ganadores de las industrias exportadoras de importaciones, trasnacionales muchas de ellas. En1994, detalla, 73 por ciento de las exportaciones de México estaban compuestas de insumos importados; para 2013 esa proporción había aumentado a 75 por ciento. Lo anterior, detalla, se explica por la falta de capacidades tecnológicas, economías de escala, cultura empresarial y capacidad exportadora, lo cual ha ido configurando el nivel de desindustrialización que hoy conocemos.

Para ese grupo de analistas el TLCAN creó un marco para el desarrollo de los negocios entre los tres países pero, para el caso de México, la falta de un trabajo conjunto entre gobierno y sector empresarial terminó por afectar la capacidad productiva nacional. Debido a la carencia de una política industrial, México no aprovechó la posibilidad de generar mayor variedad de bienes finales e insumos intermedios. Se buscó subsanar la falla mediante mayores importaciones, es decir, se recurrió a una solución externa para solventar un problema de competitividad interna. Ante la falta de capacidad para generar mayores niveles de competitividad y productividad, existió un deslinde de la política económica, propiciado por el supuesto de que el mercado corregiría las distorsiones e ineficacias prevalecientes, algo que no ha ocurrido.

Los analistas reconocen que “es cierto que hay éxitos en la experiencia del TLCAN; el comercio con Norteamérica se ha incrementado, pero la pregunta es ¿de qué sirve el aumento en la integración económica si ésta no está vinculada al desarrollo nacional? Expertos internacionales admitieron públicamente que el tratado no es una estrategia de desarrollo, porque no sólo no ha contribuido a las metas de desarrollo nacional, sino que ha obstaculizado el desarrollo sustentable y equitativo en México.

El TLCAN no es una política de desarrollo sustentable, es sólo un marco comercial para la integración económica y un experimento político que ha tenido consecuencias importantes en las relaciones entre bloques económicos, países y condiciones estructurales de competitividad. Más allá de sus resultados, que en buena medida son heterogéneos, el mayor beneficio del TLCAN está directamente relacionado con el número de empresas grandes y preponderantemente de capital extranjero, que lo han aprovechado para hacer negocio.

Las rebanadas del pastel

Preparaos para el zarandeo, y en vía de mientras el dolarito a 20.74 nanopesitos.

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