Opinión
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Astillero

Migrantes en protesta

Chicago: marchas de 2006

Peñismo no ayudará a paisanos

Testimonios sobre gasolineras

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INDIGNADA PROTESTA. Padres de los 43 estudiantes de la Normali de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero, denunciaron en conferencia de prensa que la Procuraduría General de la República ocultó pruebas que posiblemente involucren al nuevo jefe de la Agencia de Investigación Criminal, Omar Hamid García Harfuch, con Sidronio Covarrubias, presunto líder del cártel Guerreros unidosFoto José Antonio López
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l 10 de marzo de 2006 comenzó en Chicago una etapa de marchas y protestas públicas de mexicanos (que se extendería por muchas ciudades de Estados Unidos) en demanda de reformar el sistema migratorio y de reconocer y respetar los derechos de quienes vivían y trabajaban en aquel país, aunque no tuvieran su documentación en regla.

Jorge Mújica Murias, uno de los principales activistas de la comunidad hispana en Chicago, estima que a partir del 10 de marzo, y terminando el primero de mayo de 2006, en 50 días marcharon por las calles del país entre 12 y 15 millones de personas. Es un número récord que supera con mucho el total de las históricas marchas en los 15 años del movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos, y todas las marchas juntas contra la guerra de Vietnam de las décadas de 1960 y 1970.

De aquella Primavera del inmigrante no se obtuvo mayor cosa. Había, ciertamente, una base social dispuesta a luchar, pero no se le pudo dar cauce programático ni buenos resultados, según relatan Mújica Murias, Carlos Arango Juárez (quien fue director de la famosa Casa Aztlán) y Omar López Zacarías (fundador de varias organizaciones de defensa de intereses de los migrantes). Los tres han consignado sus puntos de vista y experiencias en un libro, Voces migrantes, editado por El Beisman Press (www.elbeisman.com y, en Twitter: @ElBeiSMan ).

Esa posibilidad de movilización y lucha está en el abanico de las acciones a adoptar ante la llegada a la Casa Blanca de una mentalidad bélicamente contraria a los migrantes, en especial a los mexicanos. Está claro que de la administración peñista sólo cabe esperar más vergüenzas y más entreguismo, con sus estrategas y operadores en la parálisis, jugando a esperar los tiempos y esperanzados en que el verdugo inminente los considere socios y aliados. Peña Nieto nada hizo cuando iba creciendo el monstruo político Donald Trump. Prefirió el silencio e instruyó a la diplomacia mexicana acreditada en el vecino país que se mantuviera distante de los hechos. Luego se dio el vuelco grotesco de la recepción en Los Pinos al propio multimillonario neoyorquino, ofensor constante de México. Y más adelante, creyendo que Hillary Clinton ganaría, se dio otro giro lamentable, dejando en condición maltrecha la figura de quien ocupa la Presidencia de México, del interés nacional y de los paisanos que sufren al otro lado.

No hay, pues, gobierno mexicano que defienda a los mexicanos (el aparato consular en Estados Unidos suele tratar con despotismo a los paisanos necesitados de trámites y servicios; muchos cónsules han sido nombrados por infames razones políticas y se dedican más a asuntos de interés personal que a servir a sus comunidades). Y visto está que el tal voto latino de poco sirvió, demostrando de paso la falsedad del presunto arrastre popular de figuras de la farándula mexicana, que se convirtieron en abiertos propulsores del voto hispano en Estados Unidos, con dedicatoria abierta a la candidata demócrata, Hillary Clinton.

En tales circunstancias la comunidad mexicana necesita tomar plena conciencia de que este sistema mexicano, que los expulsó del país al no proporcionarles trabajo ni oportunidades, nada importante va a hacer para defender sus intereses. Al contrario, políticos mexicanos empoderados buscarán la manera de acomodarse a los planes del fascistizante Trump para beneficiarse en lo político, pero sobre todo en lo económico. Como a la población afroestadunidense en su momento, a los mexicanos avecindados en Estados Unidos les toca organizarse, movilizarse y luchar 10 años después de aquellas marchas cuya cuantía de participantes sorprendió a sus propios organizadores.

Desde el plano operativo de una gasolinera en el sureste del país, un empleado ha enviado a esta columna los siguientes puntos de vista: “1. Se dice que la gasolinera pudo explotar porque los tanques estaban a su máxima capacidad y esto motivó la acción de Gonzalo Rivas. Considero que no fue por ello, ya que, como trabajador de una gasolinera, el señor Rivas debió saber que debido a los protocolos de una gasolinera esto es, por decir lo menos, poco probable. 2. Que al estar los tanques al máximo de capacidad es menor el riesgo de una ‘explosión’, en el remoto caso de darse; esto también lo debía saber el señor Rivas, puesto que son parte de las capacitaciones que se proporcionan en esta clase de trabajos. 3. Para evitar precisamente que los tanques ‘exploten’ las gasolineras cuentan en sus tuberías con un dispositivo llamado ‘arrestador de flama’, lo que impide que pueda llegar el fuego a los tanques de almacenamiento; asimismo, todas las tuberías y conductores son a prueba de explosión. Y, 4. Si el señor Rivas desconocía esto, entonces su acto heroico también tiene un poco de negligencia por parte de él y sus empleadores”.

Fue renviado a esta columna lo que en la sección de opiniones del portal SDP Noticias escribió Heriberto Lugo, quien se presenta como miembro del consejo de administración de Carmen Offshore Services, con sede en Ciudad del Carmen, Campeche: Para quienes sabemos cómo opera una gasolinera bajo franquicia Pemex, y sus dispositivos de seguridad implantados desde 1997, sí, Gonzalo Rivas murió a lo tarugo. Simplemente aprietas el botón de paro de emergencia, que está a distancia segura de las bombas, y cortas el flujo de combustible de los tanques. No hay una masacre, un simple tronido. No mueren miles. Pero él, un contratista que prestaba servicios informáticos (pues las gasolineras tienen que reportar al SAT sus ventas vía Internet en tiempo real), no lo sabía. Él sabía: ves lumbre y hay un extintor cerca, pues ve a apagarla. Le falló el cálculo. Pero hizo lo que él consideró correcto. Muy seguramente no sabía lo del botón de paro de emergencia, y pensó que iba a haber una catástrofe. ¡Hasta mañana!

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