Opinión
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Ruta Sonora

Leonard Cohen

Pre-Corona Capital 2016

Q

ué privilegio para la humanidad haber tenido de comparsa a un portento como lo fue y sigue siendo Leonard Cohen, y qué bendición inusual, el que la obra de un poeta de su altura pudiera alcanzar la difusión masiva a través de los terrenos del rock y el pop. El también novelista de Montreal, Canadá, que empezó a publicar poesía en 1956, de veta similar a la de Allen Ginsberg y Frank O’Hara, con Federico García Lorca como inspiración primigenia, que gracias a Bob Dylan se animó a musicalizar sus letras al ver que no era necesaria una gran voz ni un dominio exhaustivo de la guitarra, murió el 7 de noviembre (aunque fue anunciado el día 10), a los 82 años. Pero esto implicó, más que una tristeza, su paso definitivo a la inmortalidad, tras haber completado una vida plena, creativa, en la que hizo lo que quiso y entregó a miles su irrepetible universo de sensualidad, melancolía y redención.

Con gran elegancia, sus canciones suelen ser una celebración de la vida, desde un tratamiento reposado, macerado, eminentemente literario, a veces oscuro, a veces irónico. Bajo una voz recitada y suave, después rasposa, su música tuvo como marca el incluir casi siempre corales femeninos eclesiales, escasas percusiones, así como una sola guitarra o sintetizadores: una austeridad que diera lugar protagónico a la palabra. Y aunque fue más popular como cantautor, recibió más premios literarios; uno de los más altos: el Príncipe de Asturias de las Letras (2011). Con todo, en lo musical recibió entre otros un Grammy a la trayectoria artística (2010) y varios Juno (premios canadienses a la música).

Pero Cohen en realidad premió al mundo con generosos momentos sanadores: poemas/canciones que con suma belleza entremezclaron carnalidad con espiritualidad, paganismo con vislumbres religiosas. De familia judía, igual invocó a Jesús en sus letras y se recluyó en los años 90 como monje budista. A través de dos ejes temáticos, la ruptura y la desnudez (dos de sus palabras más recurrentes) construyó una miríada de imágenes, a decir del periodista español Juan Claudio de Ramón en el ensayo El secreto de Leonard Cohen (2013): Para él, el mundo está roto y requiere sutura; los humanos somos seres caídos y astillados, intentando cerrar siempre una fisura, escindidos por conflictos que sólo la gracia divina puede soldar. Y es que su poesía cantada le era esa herramienta mística con la cual buscaba unir las piezas dispersas de su vida, en el mismo tenor de su búsqueda interior.

Por otro lado, la desnudez, no sólo de los cuerpos femeninos, sino de mente y alma, fue otro de sus anhelos. Porque las canciones de Cohen tratan más de mujeres que de amor, señala De Ramón: Si bien tuvo muchas mujeres/musas, difícil será encontrarle canciones de pérdida amorosa. En él, el amor es erótico; variaciones del desnudo femenino, cósmico, sanador. Y es que siempre supo salir a pie de sus relaciones, establecer finales indoloros. O quizá amaba más su soledad, su libertad, por encima de aquéllas. Suzanne buscaba un amor que él no podía darle, pero a cambio le entregó un arrebato místico-marítimo: una de sus más bellas canciones. Cohen manifestó muchas veces no ser un sentimental y haber recibido de las mujeres más de lo que él les había dado, sin ser tampoco un amante cruel o desconsiderado. El amor no deja rastro, tituló otra canción: un manifiesto contra la nostalgia; una constante mirada hacia adelante, hacia El Futuro.

En política y religión, fue como con las mujeres: no se casó con ninguna. En la canción Democracy, una de sus más políticas, dice: No soy de izquierda ni de derecha, pero esta noche veré televisión, intentando dar sentido a lo que pasa allá afuera. En sus álbumes post-reclusión monástica, seis en total, del año 2000 a la fecha, abandona el tono profético y hace de sus letras plegarias en favor de la reconciliación del universo: un anhelo de unidad entre tanta conciencia infeliz. Aunque de forma especial, tanto en el magnífico Popular problems (2014) como en You want it darker (2016), avizora la muerte, en el primero de modo socarrón, en el segundo en forma de oración y repaso de su vida.

Tal y como ha sido ya muy difundido, dijo en septiembre a The New Yorker que estaba listo para morir. Después, al presentar en octubre su último disco, aclaró que había exagerado: Tengo la intención de vivir para siempre. Y como buen caballero, ha cumplido su palabra. En efecto: vivirá para siempre.

#CC16

Si bien la mayoría del elenco internacional del festival Corona Capital 2016, a efectuarse este fin de semana en la Curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez, ya ha visitado México (antes ha sorprendido con novedades), será muy disfrutable. Van las recomendaciones de este espacio no afín a lo fresi-pop, para el disfrute de quien gusta del rock y la electrónica un tanto más refinados:

Sábado 19: Air, Animal Collective, Pet Shop Boys, UMO, Edward Shape and the Magnetic Zeros, Courtney Barnett, Wild Beasts, Young Fathers, Parquet Courts, Band of Horses, Fischerspooner, Richard Ashcroft, Tegan & Sara, Cloves, Eryn Allen Kane, Gin Wigmore.

Domingo 20. Kraftwerk, LCD Soundsystem, Mark Ronson vs Kevin Parker, Suede, Eagles of Death Metal, Yuck, Super Furry Animals, Peter Björn & John, Warpaint, Yeasayer, Grimes, Bleached, AlunaGeorge, Wild Nothing, Allah-las, Breakbot, Sofi Tukker.

14 horas a 1 de la madrugada. Boleto por día: $1480; abono dos días: $2100. Detalles: coronacapital.com.mx y www.patipenaloza.blogspot.com.

Twitter: patipenaloza