Opinión
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Ruta Sonora

Post Brian Wilson: experiencia agridulce

Final Concurso de Bandas CDMX

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La leyenda Brian Wilson durante su actuación en AcapulcoFoto archivo
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a leyenda de Brian Wilson, jefe de la melancolía soleada, líder de los Beach Boys y creador del fundamental Pet Sounds (1966), disco favorito de Paul McCartney, que George Martin puso a oír con atención a los Beatles, no es tan conocida en México como algunos supondríamos. En su primera actuación en el país (jueves 1º de diciembre, Pabellón M en Monterrey, Nuevo León), no se vendieron las localidades del segundo piso, y tuvieron que bajar a los asistentes a la plan-ta baja. Con todo, acudieron quienes tenían que estar ahí, a sabiendas de que era la última gira en que Wilson tocaría dicho álbum completo, a 50 años de ser editado. La sonoridad fue íntima y respetuosa, bella. Muy diferente fue el caso de su actuación en Acapulco el sábado 3, dentro del festival Trópico (2, 3 y 4 de diciembre), en que se vivió una experiencia agridulce: en una fiesta llena de veinteañeros, llena de arena, bikinis y artistas de electrónica e indie actual (destacaron Devendra Banhart, Seun Kuti, Bonobo, Elsa y Elmar, Todd Terje y Timber Timbre), al caer la noche, Wilson, acompañado por dos Beach Boys originales, Al Jardine y el súper guitarrista Blondie Chaplin, brindó un hermoso repertorio que combinó éxitos playeros de la banda californiana con un segmento en el que interpretó de corrido el histórico álbum por el cual el músico y productor de 74 años es llamado el Padrino del Pop. Sin embargo, el ámbito en el que se desarrolló, lleno de juniors más interesados en beber y ligar, quizá no fue el adecuado, pues la mayoría se la pasó haciendo alharaca durante el concierto, sin tener conciencia de a qué personaje tenían enfrente.

Todo era un tanto surreal. Desde el aeropuerto, la presencia apabullante de militares recordaba la situación en la que se encuentra el estado de Guerrero. El hotel Pierre Imperial, donde se celebró Trópico, era casi un búnker, con patrullajes constantes, integrado en un mismo resort con el Princess (donde se hospedaba el artista, a quien se le pudo ver tomando un café cerca del lobby, y sus 10 músicos, a quienes podías tener en la mesa contigua en el desayuno). Por la tarde, antes del show, Wilson recibió de Héctor Astudillo, gobernador del estado, el reconocimiento de visitante estrella. Pero fue imposible entrevistarlo: sólo le fue concedido a la revista Rolling Stone. ¿Cómo había aceptado un músico de su estatura, actuar en un festejo así, al lado de la playa, y no en un teatro con buena acústica en la Ciudad de México? Por una gran cantidad de dinero, decía el rumor. Pero nada seguro. Lo que sí lo fue es que si como espectador uno se abstraía del barullo mirrey, a pesar de que el equipo técnico que le pusieron era medio viejo y el audio tardó en ser óptimo, la belleza de las canciones se impuso.

Si bien ya le cuesta cantar a Wilson, y se mantuvo sentado todo el concierto ante un teclado (27 temas en total), visiblemente cansado por la edad, su rostro era de ánimo y alegría. Lucía conmovido de ver a tanto menor de 30, pues a pesar de todo, sí había muchos escuchando y disfrutando. La voz de Jardine sonaba impecable, joven, aunque para los agudos les apoyaba el cantante Jeffrey Foskett. Según un espectador que vio el mismo espectáculo en 2002, los arreglos orquestales de la gira 2016 sonaron más ligeros. Aun así, entre agraciados juegos corales, flautas, theremins, escuchar Wouldn’t it be nice, y sobre todo God only knows (una de las mejores canciones que se hayan escrito, dijo Jardine), fue épico. La mayoría de la gente reaccionó un poco con California Girls, pero bailó y puso más atención hasta el final, en que sonaron la más conocidas Good Vibrations, Fun fun fun y Surfin’ USA (ese plagio aceptado a Sweet Little Sixteen de Chuck Berry). Finalmente, la experiencia bajo las estrellas, a nivel del mar, fue linda, y a pesar de las vicisitudes, inolvidable (setlist: http://bit.ly/2gfV1aE).

Concurso genuino

A los que digan que las nuevas generaciones no hacen buena música (y a los que no lo digan, también), se les invita a presenciar la final del primer Concurso de Bandas Emergentes de Rock CDMX 2016, organizado por la Secretaría de Cultura capitalina, al que se inscribieron grupos con integrantes de 14 a 17 años (categoría A) y de 18 a 29 (categoría B). A quien escribe le consta que en las eliminatorias previas no han estado involucrados los organizadores, sino un jurado integrado por músicos y especialistas calificados, no vinculado a los concursantes. Los fallos han sido libres y la calidad presentada en cuanto a ejecución y originalidad es alta. Los ganadores serán premiados con una gira de conciertos junto a bandas profesionales, instrumentos musicales y la grabación formal de un demo.

Muy recomendable para conocer nuevos talentos. Ojalá este esfuerzo prevalezca anualmente y tenga cada vez más eco entre el público y gente de la industria local. Sábado 10, FARO de Oriente (Calzada Ignacio Zaragoza s/n, entre Metro Peñón Viejo y Acatitla), 13 horas, entrada libre (muchos más conciertos).

Twitter: patipenaloza