Opinión
Ver día anteriorLunes 12 de diciembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
El toro soñado
E

l toreo de Morante de la Puebla fue esencia de un cante antiguo. Otro toreo dentro del toreo. Sería preciso morir para despertar del sueño que soñamos los cabales la tarde de ayer en la Plaza México. Toreaba Morante de la Puebla con suavidad aterciopelada y ¡Oh sorpresa! Esperó al novillón de Teófilo Gómez –regresaron los bombones– y la verónica flotó merced al meceo en que lo llevaba envuelto. Los aficionados entraron en el sueño. En otro mundo. No conforme Morante, al revolverse el animal dibujó la aja-ja de lado a lado de la cadera y la media verónica desdeñosamente natural surgió del allá adentro del torero. La oscuridad del coso fue luz y un hubo más luna, ni horizonte, ni aire que la brujería del coso.

El toreo soñado: la muleta en la palma de la mano se enredó sin tocar los pitones acaramelados del toro peregrino de Teófilo Gómez ideal al torero sevillano. Y vengan los redondos; lentos rematados debajo de la pala del cuerno y los de pecho interminables. El burel hipnotizado espiaba al torero y le pedía más toreo. ¡Eso era soñar! La plaza estaba incendiada. Pocos, muy pocos toreros lo viven o lo han vivido el conseguir transmitir esa emoción de algo más de algo diferente. Dibujos del torero español del interior de sí mismo. Sólo contagiables tan relajados como lo estaba Morante que puso la esencia de su alma en el redondel.

Cómo sería la cosa que el genial torero alicantino José María Manzanares se veía fuera del sueño. No obstante realizó una faena con mucha torería y muletazos de gran hondura. Difíciles de aquilatar con la plaza soñando medias verónicas. En hombros de los aficionados salió del coso insurgentino Morante simbiotizado con el público a vivir una noche de sueños toreros incluido el bobalicón torito de Teófilo Gómez. Al que después de dominarlo parecía jugar con él en la placita de tientas de una ganadería o torear con una carretilla. No importaba, Morante fue un asombro por el tacto en que llevaba mecido el torito. Suave al pasar que no embestir con la delicadeza a lo que lo obligaba el mando con que era embarcado y templado.

El toreo de Morante cuando se acopla con un toro es otra cosa. ¡Ese algo!