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Líderes republicanos apoyan una investigación sobre el hackeo durante la campaña electoral

Sin pruebas, acusan a Rusia de atentar contra la democracia de EU

Trump reitera que la CIA no tiene credibilidad y que es imposible saber quién filtró los correos

El periodista Glenn Greenwald advierte sobre contar con evidencias antes de sacar conclusiones

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Mitch McConnell, dirigente de la mayoría republicana en el Senado, y Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes (imagen de la derecha), declararon que apoyarán una investigación legislativa, además de la que ordenó el presidente Barack Obama, sobre el presunto hackeo ruso durante la pasada elección presidencial. Ambos condenaron cualquier ataque cibernético contra Estados Unidos, pero evitaron detallar qué tipo de indagatoria realizaránFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 13 de diciembre de 2016, p. 22

Nueva York.

Los principales líderes políticos, medios y analistas acusan que los rusos intentaron intervenir en el proceso electoral de Estados Unidos con la intención de minar la democracia, y ahora la dirigencia de ambos partidos en el Congreso, la campaña de Hillary Clinton e integrantes del Colegio Electoral han solicitado ser informados y mayores investigaciones sobre lo que consideran un grave atentado del régimen de Vladimir Putin contra el país.

El problema es que no se ha presentado ninguna evidencia de tales acusaciones. Por ahora, lo único con que se cuenta es que oficiales anónimos dicen que la comunidad de inteligencia ha concluido que los rusos intervinieron en la elección, aunque aparentemente no hay consenso entre la CIA y la FBI sobre esto, todo a través de filtraciones de fuentes anónimas de la CIA al Washington Post y el New York Times que aseguran que el gobierno ruso está detrás de un atentado contra la democracia estadunidense y, más allá de eso, que la CIA concluyó, en una evaluación secreta, que Rusia interfirió no sólo para minar el sistema electoral, sino específicamente para ayudar a Donald Trump a ganar la elección.

Este lunes, Mitch McConnell, dirigente de la mayoría republicana en el Senado, y Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, afirmaron que apoyan una investigación legislativa además de la que ordenó el presidente Barack Obama, después de que varios de sus colegas de ambos partidos exigieron investigar. Ambos condenaron cualquier ataque cibernético contra Estados Unidos, pero evitaron detallar qué tipo de indagatoria realizarán. Sin embargo, otros de sus colegas, como el influyente senador republicano John McCain, asegurararon que no hay duda sobre el hackeo de servicios de inteligencia rusos, algo que llamó otra forma de guerra, y se comprometió a realizar una investigación plena del asunto.

Aparentemente los líderes republicanos decidieron romper con la posición de Donald Trump, quien ha reiterado que los rusos no están detrás de este complot. Afirmó el domingo que esas acusaciones son ridículas; no creo para nada que eso haya sucedido, y argumentó que no tienen idea si es Rusia, o China, o alguien sentado en su cama en algún lugar; digo, no tienen ni idea. Este lunes reiteró que es casi imposible detectar el origen de un hackeo. Más aún, aseguró que la CIA carece de credibilidad. Hoy su campaña comentó a reporteros que todo este asunto parece tener el objetivo de deslegitimar el triunfo del presidente electo.

La campaña presidencial de la demócrata Hillary Clinton exigió hoy la desclasificación de toda la información oficial de inteligencia sobre la intromisión de Rusia. Sabemos que la CIA ha determinado que la interferencia de Rusia en nuestras elecciones tenía el propósito de elegir a Donald Trump. Esto debería angustiar a todo estadunidense. Nunca antes en la historia de la república hemos visto tal esfuerzo para minar el fundamento de nuestra democracia, escribió John Podesta, presidente de la campaña, en una declaración.

Por otro lado, 10 electores, de los 538 integrantes del Colegio Electoral enviaron este lunes un comunicado en el que exigen que se les brinde un briefing (sesión informativa) sobre la inteligencia en torno a la mano rusa en la elección estadunidense y sobre la existencia de indagaciones de vínculos entre Trump o sus socios con el gobierno ruso, y los resultados de éstas, antes de emitir sus votos el 19 de diciembre, acto en que se corona oficialmente al ganador de la elección presidencial.

Por meses la campaña de Clinton ha acusado al régimen ruso de intervenir en la elección estadunidense para sembrar dudas sobre su integridad y dañar la campaña demócrata para favorecer a Trump. Ha insistido en que Putin estuvo detrás de los hackeos de los correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata (DNC) y de la cuenta de Podesta, entregando este material a Wikileaks para su difusión al público.

El gobierno de Obama formalmente acusó a Rusia de promover problemas en el proceso electoral a través de sus hackeos a principios de octubre.

La filtración de los correos del DNC justo antes de la Convención Demócrata en julio sacudieron la campaña y obligaron a la renuncia de la presidenta del órgano máximo del partido, al revelarse que había conspirado con la campaña de Clinton para descarrilar la campaña del precandidato Bernie Sanders (algo que éste había denunciado durante meses, pero que se comprobó con los correos).

Los correos de la cuenta de Podesta –más allá de cientos que son de su vida privada– revelan los debates y preocupaciones normales de una campaña con algunos chismes sobre conflictos entre algunos asesores y la familia Clinton, pero nada devastador.

Sin embargo, Mike Morell, ex director en funciones de la CIA, declaró el domingo que “es un ataque a nuestra democracia, un ataque contra quienes somos como pueblo… Un gobierno extranjero metiéndose en nuestra elección es, creo, una amenaza existencial a nuestra forma de vida… es el equivalente político de un 11-S” a The Cipher Brief.

El periodista Glenn Greenwald, quien reportó y publicó los documentos filtrados por Edward Snowden, escribió en The Intercept que lo reportado por el Post y el Times está basado exclusivamente en afirmaciones no verificadas de oficiales anónimos que difunden información en torno a lo que supuestamente concluyó la CIA sobre evidencia que permanece completamente secreta. O sea, “no hay evidencia para estas aseveraciones… y menos pruebas”. Por lo tanto, advierte contra cualquier conclusión hasta contar con la evidencia, y no sólo el intercambio de filtraciones de fuentes anónimas.

Con todo esto, Rusia vuelve a su papel de los mejores tiempos de la guerra fría como amenaza mortal contra la democracia en el mundo, con todo y la consigna: Ahí vienen los rusos, ahí vienen los rusos (título, por cierto, de una gran película anti guerra fría de 1966).

Además, que la CIA y los políticos estadunidenses condenen la intromisión o intervención de otra potencia en la política interna de otro país es un poco de humor negro para los que tienen memoria en diversas regiones del planeta. La historia de estas intervenciones de Washington, y la CIA en particular, está ampliamente documentada incluso en investigaciones del Congreso.

Vale recordar sólo algunos de los casos más prominentes, como el de Salvador Allende en Chile –no sólo el golpe de Estado del 11-S de 1973, sino en la contienda electoral de 1964, cuando la CIA invirtió más de 4 millones en proyectos encubiertos para prevenir su elección, algo que repitió sin éxito en 1970–, o el derrocamiento de Mohammed Mossadegh en 1953, en Irán; Jacobo Arbenz en Guatemala, en 1954; Patrice Lumumba en Congo, en 1961; por supuesto la larga lista de intentos contra Cuba, así como denuncias más recientes de Venezuela, Bolivia y Ecuador, entre decenas de casos más en varias partes del mundo. La primera operación de intervención electoral fue en 1948 en Italia, cuando la CIA apoyó a los demócratacristianos contra una coalición de izquierda.