Opinión
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Desde el otro lado

Pasarela de la Torre Trump

P

arece que el liderazgo republicano trata de evitar un enfrentamiento directo con Trump en torno a las claras discrepancias entre algunas de sus propuestas y la ideología del partido. Los legisladores republicanos que más agresivamente lo criticaron y que fueron groseramente criticados por él, a querer o no, se van alineando, a la forma zigzagueante de definir sus prioridades de gobierno. Una es la drástica forma en que Trump piensa sancionar a las compañías que muevan sus operaciones fuera de Estados Unidos, amenazándolas con un impuesto extraordinario cuando intenten importar los productos que fabriquen fuera del país. La respuesta a esa peculiar forma de entender la política comercial y de empleo fue de escepticismo de los dos líderes republicanos de mayor rango en la Cámara de Representantes, Keevin McCarthy y Paul Ryan. El primero consideró que el gobierno no debería escoger ganadores y perdedores y el segundo expresó la necesidad de incluir la propuesta en el contexto más amplio de una reforma fiscal integral. Ambos, salvando la posibilidad de un enfrentamiento directo con Trump.

Están conscientes de que uno de los argumentos que más peso tuvieron entre los electores en la campaña de Trump fue la promesa de poner coto a la exportación de empleos a países como China y México. Según un análisis del instituto Brookings, “74 por ciento de los votantes apoyan un incremento de impuestos a las compañías que muevan sus operaciones fuera del país, incluyendo 80 por ciento de republicanos, y 72 por ciento de demócratas. La política de libre comercio es esencial en el Partido Republicano, por lo que para su liderazgo el proteccionismo de Trump será una píldora difícil de digerir. Habrá que ver cuál de las partes cede y en qué medida.

Otro aspecto interesante es el proceso de selección del futuro gabinete de Trump. Lo que en el pasado fue discreción, ahora se ha convertido, muy a su estilo, en un acto que asemeja la pasarela de un desfile de modas. En la torre Trump, entre luces, cámaras, bombo y platillos, desfilan todo tipo de personajes en busca del favor del presidente electo; buena parte son multimillonarios. Pero hay casos penosos como los de Rudy Guliani, ex alcalde de Nueva York, y Cris Christie, gobernador de Nueva Jersey, que fueron artífices de su campaña, en los que la dignidad se quedó en la puerta del elevador al resignarse a recibir una palmadita en la espalda después de que Trump los marginó de su futuro equipo.