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Por amor al arte desde hace tres décadas la familia Morales López convierte su departamento en museo

Montan nacimiento en Tlatelolco

Doña Margarita, de 83 años, cultiva esa tradición

Foto
Aspectos del nacimiento bíblico que cubre los muebles de la familia Morales López, en su departamento de la Unidad Habitacional Santiago Tlatelolco. Doña Margarita dice que jamás ha visto uno igual de hermoso, ni siquiera en los museos; ninguno le llega al nuestroFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Jueves 22 de diciembre de 2016, p. 4

Antes de la primera posada, el 16 de diciembre, el nacimiento bíblico de la familia Morales López ya estaba completamente instalado en sala, comedor y parte del pasillo de su departamento en Tlatelolco.

Cubren sillones, mesas y demás muebles para montar en unos 17 metros cuadrados 38 escenas del antiguo y nuevo testamentos, así como un homenaje a San Francisco de Asís.

No es un nacimiento abierto al público, pues pocas personas son invitadas por la familia para conocerlo. Los visitantes que tienen el privilegio de mirar la instalación se sorprenden no sólo por ver convertida la casa de los Morales en un museo, sino por la dedicación con la que doña Margarita López, de 83 años, ha seguido durante tres décadas con una tradición que inició con su esposo, Eduardo Morales, fallecido en 2011, quien solía explicar que lo hacían por amor al arte, a la creatividad, a la belleza; así de sencillo.

Vistazo al infierno

Los recorridos por el nacimiento de los Morales López generalmente se organizan por la tarde noche, para que se aprecie la instalación de luces que comienza con un vistazo al infierno, donde arden los pecadores. Acérquese a verlos, y escuche también cómo crepitan las llamas, dice doña Margarita a sus invitados.

Suena también música barroca navideña de Bach, Haendel y Vivaldi. Luego de la escena de la Creación, viene la de los ángeles malos, la formación de la mujer, la tentación y el pecado, la expulsión del jardín del Edén, Caín y Abel, el diluvio, la torre de Babel, la destrucción de Sodoma, el sacrificio de Isaac, Eliezer en busca de esposa para Isaac, José vendido por sus hermanos, el agua salida de la piedra, el decálogo, David respetando la vida de Saúl.

Ahí está también la anunciación de María, la duda de José, los desposorios de José y María, la visitación, el viaje a Belén, la llegada de los magos de Oriente, el nacimiento de Jesús (en estos días, por supuesto, sin el niño aún en su pesebre), la anunciación a los pastores, la adoración de los magos, la huida a Egipto, la degollación de los santos inocentes, Jesús cuando es presentado en el templo, la Sagrada Familia en Nazaret, Juan el Bautista niño, Jesús entre los maestros de la ley, Jesús recibiendo el bautismo de Juan, la tentación en el desierto, las bienaventuranzas, Jesús y la samaritana, la muerte de Juan el Bautista, la multiplicación de los panes y el santo sepulcro.

Don Eduardo diseñó los mecanismos de luz, sonido y fuentes con agua natural que embellecen ese nacimiento. Con excepción de seis pasajes, explica doña Margarita, todos los personajes provienen de Tlaquepaque, Jalisco; el resto son de importación.

Desde 2004 el matrimonio se dedicó a complementar las escenas encargando a artesanos miniaturistas muebles, herramientas, follaje, armas, vegetación y fauna. También, cuando la familia salía de vacaciones, buscaba arena de las playas, conchas, troncos, cortezas. Uno de los objetos más preciados que colocan cada año en el nacimiento es una piedra de Jerusalén, obsequio de la abuela paterna.

Además de las donaciones de algunos de los hijos de la pareja, el acervo se enriquece con la generosidad espontánea de las personas que han visitado el nacimiento. En 1995, por ejemplo, recibieron del escultor salvadoreño Amadeo Montúfar la representación tridimensional del bautismo de Cristo, de El Greco, y este 2016 les regalaron, para incluir en la escena del diluvio, un par de grullas hechas con papel japonés, así como un pájaro dodo que colocaron en la tentación y el pecado.

Tradición que se va perdiendo

Doña Margarita no lleva un censo de cuántas piezas integran su nacimiento, sólo se enorgullece cuando habla de él y de los recuerdos que cada objeto le trae. También se le humedecen los ojos cuando asegura que mientras tenga vida lo seguirá montando, sin importar quedarse sin sala y comedor desde mediados de noviembre hasta febrero, pues empieza a quitarlo después del Día de la Candelaria.

Cada escena tiene una caja rotulada y las figuras se guardan envueltas con papel de china blanco y plástico burbuja, sin utilizar cinta adhesiva.

Ella sola arrulla a su niño Dios el 24 de diciembre, en la noche, y lo coloca donde corresponde. Lamenta que se trate de una tradición que se va perdiendo, pues a algunos de los niños de la familia no les ve interés.

Sin embargo, el brillo regresa a sus ojos cuando dice, con mucha seguridad, que en las tres décadas que lleva poniendo su nacimiento, jamás ha visto uno igual de hermoso y lleno de detalles, ni siquiera en los museos; ninguno le llega al nuestro.

La satisfacción de doña Margarita de continuar instalando su nacimiento se centra en revivir esa expresión artística que apasionó también a su esposo, quien estudió escultura en la Academia de San Carlos y auxilió a su padre, Macario Morales, marmolista, en el modelado de piezas funerarias.

Paciencia, planeación, disciplina y orden fueron normas con las que trabajaba don Eduardo en ese nacimiento, recuerda su viuda. “Por ejemplo, en alguna ocasión, sólo para la escena de la llegada de los magos de Oriente, tardó en colocarla más de tres horas, escuchando íntegra la ópera Tamerlán, de Haendel”.

Fue precisamente en 2011, cuando falleció don Eduardo Morales, que se decidió ya no agrandar el nacimiento; se adquirió el último pasaje (Juan el Bautista niño), y doña Margarita, con ayuda de sus hijos, comenzó a dar mantenimiento constante a figuras y maquetas.

Un año antes, su cónyuge quiso presentar en algún recinto de Ciudad de México una exposición fotográfica de su nacimiento, titulada Mirabile visu (Maravilloso de ver); diseñó tarjetas, carteles y folletos, pero no se concretó.

Al terminar la visita, que puede incluir un fresco vaso de agua de chía, doña Margarita pide a las personas que se han sorprendido mirando por una ventana a Salomé llevando la bandeja con la cabeza de Juan, hormigas saliendo de su hormiguero, ranas en la profundidad de un pozo, abejas alrededor de un panal (las piezas más pequeñas), el santo sudario en la penumbra de una cueva, arena de Cancún, tierra de Oaxaca, los muros del departamento cubiertos por telas pintadas con un cielo azul y nubes blancas, que escriban su testimonio en una libreta.

Todos los comentarios coinciden en aplaudir la dedicación y el amor al arte de los Morales, así de bello y sencillo.