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Mixquic: cómo destruir un pueblo y su cultura
V

isité Mixquic por primera vez en noviembre de 1959. Era parte de un grupo que encabezaban Emilio Indio Fernández y Manuel Barbachano Ponce. El Indio iba tras la posibilidad de filmar una película, aprovechando la celebración del Día de Muertos, que atraía cada año a miles de turistas. En la visita comprobamos la importancia de esa tradición. Las tumbas del cementerio eran iluminadas y adornadas bellamente para honrar a los fieles difuntos. El proyecto nunca cristalizó, y por realizar la visita en la noche, no pudimos admirar lo que aún quedaba en Mixquic de una de las técnicas agrícolas más avanzadas de la cultura que pobló la región lacustre de la Cuenca de México: la chinampa.

En el libro Mixquic, su historia entre coyunturas: 1895-2014, Ricardo Flores Cuevas nos muestra la vida de su pueblo, destacando cómo una zona donde el agua era el recurso fundamental fue poco a poco privado de ella por los hacendados y las malas políticas de los gobiernos. Fundado en el siglo VI de nuestra era en un islote del antiguo lago de Chalco, sus pobladores supieron establecer dicho estilo productivo y urbano en armonía con el entorno geográfico. Las chinampas son terrenos de cultivo de forma rectangular construidos por el hombre en zonas pantanosas. Un árbol, el ahuejote, es su soporte. Sus raíces le dan firmeza y el follaje le sirve de filtro de la luz solar y cortina contra el viento. En la chinampa edificaban sus casas y realizaban numerosos cultivos, aprovechando la fertilidad de la ciénaga: jitomate, calabazas, chiles, tomate, ejotes, chía, frijoles, chayote, amaranto, flores de ornato, quelites y diversas hierbas de olor. Del lago aprovechaban ajolotes, ranas, tortugas, camarones y cangrejos de pequeño tamaño, peces y salamandras, sin faltar la caza de aves locales y migrantes.

Aunque el pueblo estaba en un islote, tenía contacto comercial por medio de canoas con los mercados de Jamaica, La Merced, Xochimilco y Chalco, pero todo comenzó a cambiar especialmente en el siglo XIX, con la desaparición de la cultura lacustre, en el sureste de la Cuenca de México. El despojo mayor se concretó en 1895, con un decreto del régimen porfirista que autorizó obras de ingeniería para desecar el antiguo lago de Chalco y desviar el cauce del río Ameca en favor de la hacienda de Xico, propiedad de españoles. Aunque en el corazón territorial de Mixquic no hubo haciendas, estuvo rodeado de ellas. La de Xico se apropió de parte de sus chinampas. El impacto de esta obra fue de tal magnitud que la misma generación que vivió la desecación del lago fue la que dejó de transmitir la lengua náhuatl a sus hijos.

Con la Revolución sufrió especialmente por la presencia del ejército carrancista, empeñado en combatir a los partidarios de Emiliano Zapata. Pueblo pacífico, finalmente Mixquic logró la restitución de las tierras que les arrebataron los dueños de la hacienda de Xico. En cambio, no pudo impedir la entubación de los manantiales para abastecer de agua a la ciudad de México. De esa manera las prácticas agrícolas tradicionales no tuvieron su recurso principal, en tanto que la disputa por el preciado líquido ocasionaba enfrentamientos entre los pueblos vecinos. A mediados del siglo pasado, los canales de Mixquic y Tláhuac estaban secos y con ello desapareció virtualmente la agricultura que tuvo por siglos esplendor y un sabio manejo ambiental.

Hoy es uno de los cinco pueblos chinamperos que perviven y el principal productor de hortalizas de esta ciudad. Pero sus ejidos están al vilo. El maestro Alberto González Pozo, en el prólogo del libro de Flores Cuevas, advierte que hay que evitar la extinción de la agricultura chinampera en Mixquic y otros pueblos amenazados por la expansión urbana y el mal gobierno. Por su parte, el antropólogo Andrés Medina Hernández agrega que inaugura una nueva historia de la Ciudad de México, la correspondiente a una generación que asume su identidad comunitaria, y desde ahí revela la fuerza demoledora de la especulación urbana. No está de más recordar que Xochimilco y áreas vecinas fueron declaradas por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad.

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