Política
Ver día anteriorLunes 2 de enero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Nosotros ya no somos los mismos

Perspectiva de género

2016: violencia y malos recuerdos

Entre hombres y mujeres, relaciones chipotudas

Foto
La violencia de género que llena las notas rojas de los diarios no ocupa el interés, la preocupación, la indignación y la acción solidaria de la mayoría de la gente. En la imagen, mujeres protestan en el Ángel de la Independencia contra la ola de feminicidios en el pais. ArchivoFoto Alfredo Domínguez
C

ierto, 2016 que recién ha finado, no le deja buenos recuerdos a las naguas ni a las enaguas. Lo que llama la atención son las diferentes ópticas desde las que se aprecia este lamentable balance por quienes usan esta prenda de vestir. Luego de evaluar (eufemismo para evitar decir entrar en pánico), las informaciones que paso a comentarles, juzguen si la columneta está fatigando el apocalipsis desde temprano o simplemente intentó presentar un juego de abalorios.

Antes, sin embargo, quiero aclarar que este trágico caleidoscopio no excluye a otros sectores sociales como el de los niños, los jóvenes, los adultos mayores, los muy mayores y los en vía de extinción. Sobre todos ellos he coleccionado también algunos datos que, trepado en un sadismo galopante, me propongo compartir con ustedes en enero, a fin de que el optimismo desbordante con el que seguramente todos en el país iniciamos el año no nos lleve, como es práctica nacional, a entregarnos al gozo, los triunfalismos y los interminables jolgorios que, sin lugar a dudas, mermarían los progresos y conquistas alcanzadas por los mexicanos este año de gracia, fenecido hace apenas unas horas.

Como obligadamente debo empezar por alguna de las cabezas de la hidra con la que convivimos los pasados 365 días, acaté el histórico mandato de ladies first (sobre todo cuando de trabajo, sacrificio, carencias, obligaciones, maltratos y discriminaciones se trata) y opté, entonces, por referirme a como le fue durante 12 meses, a 50 por ciento de los habitantes del –ya no tan nuestro– territorio y de paso comentarles lo que opinan al respecto algunas personas de sexo masculino, pero que se regodean en el uso de vestimentas talares. Si usted es muy mal pensado, desde el día 2 de enero y de inmediato pensó en importantes personeros de la organización que se autocalifica como: única, verdadera, católica, apostólica y romana, por esta vez, ahí donde la veis, acertó.

Para darme a entender (Cosa fácil, diría don Paco Ignacio Taibo) y tratar de contextualizar los múltiples, aterradores, vergonzosos y nada creíbles datos que voy a compartir con ustedes, necesitaría intentar explicar (me), lo que, en sencillísimas palabras, entiendo como perspectiva de género. Este concepto, elaborado hace no mucho tiempo (Cuarta Conferencia sobre la Mujer, Pekín, 1995, explica (o intenta), lo obvio: pertenecer al sexo masculino o femenino, implica importantes diferencias (Vive la différence!), las cuales nos integran, nos complementan, y son absolutamente indispensables para realizar la función básica (y gratísima), que garantiza la permanencia de la especie: la reproducción. Pero en manera alguna esas diferencias (con las que el Supremo Hacedor, lo que sea de cada quien, se aventó un 10) etiquetan condiciones de superioridad o predominio de un sexo frente al otro. En mi pueblo dirían: que sean desiguales no quiere decir “qui’uno sea mejor quel’otro”. Eso ya se verá al tiempito.

Sin embargo, es evidente que en la vida cotidiana, la que se vive en los territorios más diversos del planeta y en todos los ámbitos sociales (de cualquier tipo de sociedad), la relación que se da entre hombres y mujeres, no es pareja, sino chipotuda.

Frente a esta realidad, a veces abierta y descarada y otras disfrazada, hipocritona, utilitarista y convenenciera, se concibió lo que a mí me parece una estrategia profundamente realista, objetiva y, muy importante, eficaz: considerar todos los infinitos aspectos de la vida de las personas, toman-do siempre en consideración la situación real que implica, que ha implicado históricamente, la devaluación del ser humano femenino. El gradualismo no ha sido durante muchos años mi actitud personal de afrontar problemas. La edad, sin embargo, si no se es estúpido profesional, nos enseña que la gradualidad puede ser, en muchos casos más efectiva, aunque menos heroica y deslumbrante que el aquí y el ahora, el todo o nada.

O sea que, ante la ausencia de Lisístrata en alguna de las cámaras del Poder Legislativo, al frente de algún partido u organización política o lideresa en el mundo cultural, académico, científico, empresarial o religioso, que repitiera la elemental, rudimentaria, facilita (?) estrategia de dominar al varón por el sencillo método de imponer la abstinencia (piensen en dominio de la concupiscencia que siempre mostró don Marcial Maciel), no queda sino, pian pianito, hacer que para la siguiente generación el reconocimiento y respeto al género de cada persona sea tan imperativo como devengables son los sueldos de los magistrados del tribunal federal electoral.

Pero dejemos para luego tan sesudas elucubraciones que a mí me resultan por demás interesantes, porque en los días pasados he practicado, entre gente cercana (un repartidor de medicinas, un plomero, dos choferes de Uber, un contador, dos abogados, dos mujeres de las que más hondo han calado en mí: mi dentista y la enfermera que me inyecta el imprescindible Tribedoxyl, dos ilustres académicos, una senadora ad vitam (como ves Hernández, cumplí con el compromiso de no dar tu nombre) y otras personas más, un pequeño estudio de opinión sobre este tema. Simplemente les pregunto: ¿Cómo entiendes tú el concepto, perspectiva de género y, desde tu muy personal punto de vista, lo consideras aceptable? Ya habrá tiempo para comentar las muy inesperadas e interesantes opiniones. Por ahora, conformémonos con las cristianas y bien documentadas opiniones de don Pedro Pablo (sus papás no querían el mínimo riesgo con la denominación del hijito), Elizondo Cárdenas, obispo de la prelatura de Cancún-Chetumal.

Don PP cuestiona de manera severa la aplicación de la alerta de violencia de género en Quintana Roo. Con gesto airado y una duda existencial muy respetable, plantea con humildad su desconocimiento entendible perfectamente: ¿Por qué las mujeres tienen que ser diferentes? ¿Qué le costaba a la señora Cárdenas de Elizondo haberle explicado a PP de chiquito (o sea a Pepito), el cuento de las abejitas o cualquier otra explicación científica de las que se enseñan en las escuelas confesionales (como la Libre de Derecho) de cómo nacen los niños? Agrega: ¿Por qué su muerte no es un homicidio como todos? ¿Por qué las mujeres tienen que ser diferentes? La verdad yo no me atrevería a responder al señor obispo, simplemente me conformo con la resignación que me caracteriza, y acepto sin retobos que así nos haya hecho Dios. Perdóneme señor obispo, pero en esta protesta no lo acompaño. De acuerdo con el secretariado ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública, Quintana Roo ocupa el primer lugar en violaciones y violencia contra las mujeres. Entre enero de 2014 y octubre de 2015 se denunciaron, oficialmente, 903 casos de violencia sexual. Por fortuna (¡Qué sé yo!), no fueron en la prelatura, sino son simples mujeres que, como ya nos predicaron, no son diferentes.

A cambio de esta resignada y piadosa opinión del obispo PP Elizondo Cárdenas, el Centro Católico Multimedial denunció que México es el país más peligroso para ejercer el sacerdocio. En el reporte denominado Trage- dia y crisol del sacerdocio en México: 10 años de persecución (con ese nombrecito, el guión se lo compra hasta Netflix), se afirma que en los últimos 26 años ha habido 61 atentados contra miembros de de la Iglesia católica, de los cuales 57 son crímenes arteros, y dos corresponden a sacerdotes que siguen en calidad de desaparecidos y dos más a secuestros frustrados. ¿Ya ven, habitantes de Allende, Coahuila, Ciudad Juárez, Chihuahua o cualquier punto de Guerrero, que en el ranking no son lo máximo?

Los datos, las cifras, que hoy quería mencionar y por razones de orden meramente operativo (es decir, que no soy muy ducho para operar la computadora), no logré transmitir, se las sigo debiendo, pero desde ahora les puedo asegurar: la violencia de género que llena las notas rojas de los diarios, no ocupa el interés, la preocupación, la indignación y la acción solidaria de la mayoría de la gente. Esto sí me preocupa y, por eso, neciamente seguiré en el tema.

Una disculpa: sinceramente no me siento en ánimo de cumplir el amable protocolo de expresarles mis mejores deseos (mágicos deseos), para el año que se inicia. Cuando con una copa de whisky en la mano (así lo quiero imaginar), el monstruo llamado Winston Leonard Spencer Churchill se tomó la libertad de pedir a su pueblo la minucia de: sangre, sudor y lágrimas estaba (pese a todo) moralmente calificado. ¿Quién de nosotros podría intentarlo?

Twitter: @ortiztejeda