Opinión
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Isocronías

Momentos

O

ye cada palabra de lo que dice, el poema, y sin embargo oye una sola palabra, la de la poesía.

Cierto cantor a lo divino afirma haber dado, tras el abatimiento –y mejor, por ello mismo– a la caza alcance: no alcanzó, fue alcanzado.

Halla en la llama su iglesia interior.

(A partir de un aforismo de Eduardo Hurtado): Si la realidad no fuera imaginativa, ¿qué sería de la realidad?

Oyó que le decían: –Si no conoces las voces de tu voz, ¿cómo saber que ésta que te habla tu voz es?

Todo poeta aspira a sin escándalo, con naturalidad, ser todos los poetas. Sólo lo logran aquél, aquélla, que no en ello se afanan –y acaso ni reparan.

Desde que me conozco, sé que no me conozco. Cuántos registros tiene, impertinente, el yo.

El secreto de una buena voz consiste en no cansar, por cansada que esté. Y en escucharse no obstante los cansancios.

En la mirada del poeta, callados, sus poemas.

La poesía no es eso que tú haces, es lo que te hace hacerla.

No pretendía ser poeta sino en, durante el poema, poesía.

Dice el poeta al encontrar su vena: –Qué alegría tumultuosa no ser nadie,

Puesto que dado se me ha, lo que doy no lo doy: lo entrego, sólo.

Lo que en mí tienes, no lo que de mí esperas, es lo que importa.

La felicidad se da a momentos, no es continua, pero un momento de felicidad consigue unirlos todos.

No se buscaba en el manantial, buscaba el manantial en sí.

Sólo un poema te sabrá decir lo que un poema es.

Hay otros mundos, pero están en ti.

Una solemnidad desligada o peor, desentendida, de lo sagrado (por sagrado entendamos: relacionado con el espíritu) no es solemnidad, es simulacro.