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Arte sano, arte betus, arte bruñido
E

l Museo de Arte Popular presenta la exposición de dos artistas eximios de la comarca tonalteca, quizá la más rica y prolífica en artesanos y artistas de calidad universal: el taller del maestro Candelario Medrano, de San Martín de las Huertas, y el maestro Ángel Santos, de Tonalá, en plena producción y creación artística.

La exposición hecha con base en piezas de colecciones particulares y algunas institucionales pone frente a frente dos modelos, dos tradiciones, dos conceptos del arte popular tonalteca. Por un lado, el barro betus, esencialmente lúdico, ingenuo, naíf y colorido, y por el otro el barro bruñido, de sobriedad prehispánica, tanto utilitario como decorativo.

Dos modelos artísticos y cerámicos que conviven en una misma región de México y que son al mismo tiempo diametralmente opuestos y complementarios, como la loza de agua y la de fuego, la que sirve de recipiente y la que se utiliza para cocinar.

Mientras los artistas del barro betus rompen con los moldes, se arriesgan en el color y la forma, no se preocupan por las proporciones y rayan en el surrealismo, los maestros del barro bruñido se ciñen a una paleta determinada y una gama limitada de elementos decorativos. Se trata de técnicas totalmente opuestas y que pueden apreciarse con claridad en la exposición al mostrar cómo se realiza el proceso de moldeado, decoración, acabado y cochura en cada uno de los casos.

El elemento lúdico, colorido y juguetón de la piezas de Medrano se integra muy bien con la museografía y textos alusivos de poetas nacionales. Trenes, aviones, coches, camiones, barcos y carrozas forman parte de la juguetería del barro betus, mientras las plazas de toros, cantinas, kioscos, edificios e iglesias son composiciones y representaciones que recuerdan la cerámica prehispánica del occidente; por su parte los gallos, cerdos, perros, gatos, leones y caballos forman parte del bestiario y, finalmente, los nahuales, diablos, culebras y tastoanes entran en el campo de lo mitológico.

No deja de llamar la atención el parecido de algunas piezas con las de Ocumicho, Michoacán, una tradición mucho más tardía y que posiblemente tiene influencia en la tradición artística del barro betus de San Martín de las Huertas, del que se dice tiene orígenes coloniales, pero adopta materias primas modernas, como la resina de pino, el aguarrás y las anilinas.

En el caso de Ángel Santos, la distancia entre el artista y el artesano se diluye y fusiona en un proceso de creación continua. Si bien todo artesano es un artista, con pleno derecho, no todos son creadores, no todos respetan la tradición, pero al mismo tiempo la recrean, innovan, descubren y enseñan.

Sobre el soporte del barro y el remate del bruñido, Ángel Santos ha logrado crear una escuela y dar nueva y larga vida a la tradición de uno de los ejes que conforman la alfarería tonalteca, los barros: petatillo, bandera, betus, canelo, negro, vidriado o engretado y bruñido. De hecho es el bruñido el que hunde sus raíces en los tiempos idos de la cultura originaria tonalteca y que persiste hasta la actualidad.

En su taller hay un esfuerzo de innovación y creación permanente en la búsqueda de nuevas maneras de moldear el barro. En la forma ciertamente rompe con la tradición clásica de las ánforas, tibores, lebrillos, mosaicos y botellones y nos ofrece otras, más estilizadas, elegantes y caprichosas.

Por otra parte la innovación también corre pareja del carácter utilitario de la cerámica de Tonalá. Si bien se destaca en la hechura tradicional de botellones, platones y miniaturas, el taller ha roto moldes con la elaboración de servilleteros, lámparas, objetos sonoros, esferas navideñas, nacimientos, alhajeros, colgadores y figuras de animales.

En cuanto al color de base del bruñido, Ángel Santos ha estado abierto a los fondos tradicionales de naranja terroso propios de Jorge Wilmot y Salvador Vázquez, el bruñido en grises de la escuela de las familias Galván y Jimón y el negro esgrafiado de la familia Mateos Ortega. Pero también ha incursionado en los fondos azules y verde aguamarina que dan mayor riqueza cromática a su paleta.

Pero más allá de la artesanía, donde aflora y destaca el verdadero artista es en el trazo del pincel, tan delgado como para componer las miniaturas más exquisitas, como para plasmar en una danza circular nahuales y venados; lunas y soles; diablos y ángeles; palomas y espíritus alados, bagres y flores.

Quizá una de las mayores aportaciones de Ángel Santos haya sido retomar la añeja tradición prehispánica y colonial del nahual, ese personaje antropomorfo, con melena de león y cara de juguetón. De hecho, Santos es uno más en esta larga cadena de alfareros que retoman y reinterpretan al nahual, como Jorge Wilmot en los 70, con quien Ángel tuvo la oportunidad de convivir. Pero los nahuales de Ángel van más allá, no sólo los hace pintados, los trabaja en bulto, con resultados realmente excepcionales y que ofrecen una nueva manera de interpretarlos, complementaria a la tradición betus.

Ángel Santos es un artesano tradicional y excepcional cuando se trata del decorado y artista sin igual cuando innova en la forma y despliega maestría, gracia, humor y originalidad con el pincel.

Además de la estupenda curaduría, la exposición Barros paralelos, del Museo de Arte Popular, que estará abierta hasta el 26 de febrero, cuenta con un catálogo impreso a todo color, lo que sin duda es una buena noticia y ciertamente una novedad para nuestro medio.

Una buena oportunidad para pasear por la Alameda, desviarse por Revillagigedo e ingresar al Museo de Arte Popular.