Opinión
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México SA

Adiós ATP y TLC

Trump arremete

Peña Nieto habla

N

adie tenía dudas al respecto, salvo en Los Pinos, donde defendían la idea de que, ya en ejercicio del cargo, Donald Trump se comportaría como socio y amigo de México. Pero después de las órdenes ejecutivas ayer firmadas por el inquilino de la Casa Blanca, a Enrique Peña Nieto y sus guajiros debe quedarles claro –aunque en ellos implique un milagro– de qué proporción es la embestida que enfrenta el país, es decir, algo inversamente proporcional a la respuesta, por llamarla así, que ha dado el gobierno mexicano.

Queda claro que el libre comercio no cuenta con el cariño del empresario, y para dejarlo nítido ayer canceló cualquier posibilidad, por mínima que fuera, de que Estados Unidos participe en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (ATP), lo que esfuma otro de los sueños del gobierno peñanietista, pues en él había puesto buena parte de sus esperanzas (para la memoria, en noviembre de 2015 el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, presumía que esta herramienta pone a México a la vanguardia del comercio internacional en el presente siglo).

El ATP, pues, al bote de la basura. Y sigue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), porque aunque el gobierno de Peña Nieto intente disfrazar la decisión de Trump de mera modernización de dicho mecanismo, en los hechos el energúmeno de la Casa Blanca se ha pronunciado favorable, en todo caso, a los acuerdos comerciales bilaterales, en los que su país lleve la voz cantante sin más.

Por si fuera poco, otra esperanza del inquilino de Los Pinos era la solidaridad de los canadienses en el marco del TLCAN y, jubiloso, Peña Nieto presumió su reciente plática telefónica con el primer ministro de aquel país, Justin Trudeau, quien de cualquier suerte no arriesgará la relación político-económica con Estados Unidos para hacerle segunda a Peña Nieto ni aceptará daños colaterales derivados de una defensa del acuerdo trilateral.

Como adelantó David MacNaughton, embajador canadiense en Estados Unidos, las conversaciones entre Ottawa y Washington sobre las relaciones comerciales son inminentes y algunos acuerdos pueden terminar al margen del TLCAN.

De hecho, la nación de la hoja de arce está en la mejor disposición de tirar el TLCAN, firmar un acuerdo bilateral con su vecino del sur y dejar a México fuera de la jugada. Entonces, nuestro país no cuenta con Estados Unidos, y con Canadá tampoco, pues éste no está en la mira de Donald Trump.

También aprieta tuercas y engrasa los mecanismos para agilizar e incrementar la deportación de paisanos. El propio empresario advirtió que comenzaría con 3 millones de personas, monto igual al que Barack Obama –otro amigo de México– acumuló durante sus dos periodos en la Casa Blanca.

Y entre los platillos de arranque de administración, Trump ya anunció que en el horno está la autorización de un grueso impuesto fronterizo –que golpearía fuertemente a México–, mientras ya solicita los materiales necesarios para comenzar la construcción del muro y un mecanismo económicamente punitivo para las remesas y sus propietarios. Y el fulano apenas lleva tres días en la Casa Blanca.

Entonces, Donald Trump arrancó su mandato actuando, a todo vapor y sin recato alguno, mientras en México –en la mira del energúmeno– Enrique Peña Nieto y sus guajiros insisten en utilizar la política del bla, bla, bla. Hagan sus pronósticos, pero parece claro quién será el perdedor.

Y mientras Trump ya anotó varias veces en la portería mexicana (sin lugar a dudas pinta para tremenda goliza), en Los Pinos apenas anuncian que el gobierno de Enrique Peña Nieto algo hará en su negociación con Estados Unidos. Ayer Peña Nieto presentó en sociedad (volvió a hacerlo, porque varios de los puntos estaban cacareados desde antes, sin resultado alguno) sus diez objetivos en la materia.

Parece que en la residencia oficial no entienden que el gringo copetón no quiere saber nada de México, porque Peña Nieto insiste en que debemos redefinir, sobre bases de mayor certidumbre, la relación de México con el nuevo gobierno de Estados Unidos, con el objetivo de construir una nueva etapa de diálogo y negociación en la relación bilateral.

Entre los objetivos (si le parece conocido, no se preocupe, que EPN lo ha dicho desde que llegó a Los Pinos, sin resultado alguno) aparece el siguiente: exista un compromiso del gobierno de Estados Unidos de garantizar el trato humano y respetar los derechos de los migrantes mexicanos; que cualquier proceso de repatriación de migrantes indocumentados que realice el gobierno de Estados Unidos sea de manera ordenada y coordinada, y que los protocolos y acuerdos que se han alcanzado se mantengan y mejoren, siempre sobre la base de un trato digno y también respetuoso. Recuérdese que Obama echó a 3 millones.

Trump ya dijo que no (y todo indica que Trudeau está en esa línea), pero EPN insiste en la necesidad de preservar el libre comercio entre Canadá, Estado Unidos y México. Los intercambios comerciales entre los tres países deben estar exentos de cualquier arancel o cuota, como ha ocurrido desde 2008. Se buscará fortalecer la competitividad de Norteamérica y sus cadenas regionales de suministro, incrementando las exportaciones mexicanas a Estados Unidos y Canadá, sobre una base de sana competencia y el desarrollo de sectores de mayor valor agregado.

En materia de TLCAN (todo apunta a que llegó a su fin, y en el mejor de los casos terminaría como un mero acuerdo bilateral), al modernizar (léase renegociar) el marco comercial de América del Norte los gobiernos deben incluir nuevos sectores, como las telecomunicaciones, la energía y el comercio electrónico. Aquí no cabría mayor posibilidad, porque los tres sectores ya están abiertos, el energético, entre lo más reciente, de tal suerte que no tendría un peso decisorio.

El inquilino de Los Pinos todavía se dio tiempo para un chistorete. Dijo: México no compite en el mundo con empleos de baja calidad, ni con mano de obra barata. Qué bueno que lo menciona 22 años después de aprobado el TLCAN, que por la parte mexicana garantiza, precisamente, mano de obra con salarios no bajos, sino miserables.

En fin, Trump y Peña Nieto llevan la misma velocidad, aunque reportan resultados distintos: el gringo con la firma de órdenes ejecutivas y el mexiquense con discursos, muchos discursos.

Las rebanadas del pastel

Dice el aprendiz de canciller, Luis Videgaray, que estamos en un periodo de ruptura de paradigmas. Quién sabe, pero lo cierto es que todo indica que a México le van a romper otra cosa.

Twitter: @cafevega