Editorial
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México-EU, en la mirada de Carlos Slim
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omprensible expectativa había despertado el jueves pasado la convocatoria de Carlos Slim Helú a una rueda de prensa este viernes para referirse a la coyuntura que atraviesa México en su relación con Estados Unidos, que en la recién inaugurada era Trump se antoja especialmente difícil. Comprensible no sólo porque el empresario ha sido hasta ahora el único hombre de negocios mexicano invitado a cenar por Trump en privado y en una de las casas de éste cuando era candidato a la presidencia estadunidense, al que menor chance se le asignaba, sino también porque el titular vitalicio de Grupo Carso se ha convertido, en nuestro país, en referente casi obligado en materia de economía y, por extensión, política.

Varias personalidades de distintos ámbitos ya habían dado su opinión acerca de los acontecimientos derivados de los belicosos tuits del republicano y la súbita escalada de roces diplomáticos que éstos originaron. Pero Slim fue más allá: su encuentro con representantes de los medios le sirvió, en esta ocasión, para presentar el enfoque que uno de los hombres más ricos del mundo tiene sobre el presente y las perspectivas de los lazos entre México y EU, las estrategias gubernamentales en los meses que siguen y el propio Donald Trump, con su desaseado comportamiento político.

Contrasta, sin duda, la visión de Carlos Slim con la que la mayoría de los analistas y politólogos tienen respecto de Trump en el plano personal. Es verdad que considera al neoyorquino como un hombre que afronta el nuevo paradigma de la civilización mirando hacia atrás –lo que constituye un retroceso en lo concerniente a derechos humanos, pluralidad y cuidado del medio ambiente, entre otras cosas–, pero también tuvo para él calificativos (inteligente y negociador) que difícilmente coinciden con las valoraciones que a diario recibe el ex organizador del certamen Miss Universo. (En este punto resulta difícil resistir la tentación de recordar que, después de la cena a que lo invitó en diciembre pasado en su mansión de Florida, Trump describió a su invitado mexicano como un hombre maravilloso).

En lo que concierne al futuro de la relación entre las dos naciones, Slim mostró un razonable optimismo, dado que en su opinión el alto grado de unión mostrado por la sociedad mexicana frente a las amenazas (unión que celebró de manera explícita) llevará al mandatario estadunidense al terreno de la negociación, que es el suyo. Y utilizando fragmentos de uno de los libros escritos por Trump, insistió una vez más en que la posición de fuerza que la unidad –aun cuando sea en torno a esta etapa en concreto– confiere a México en lo referente a los temas en discusión, representa una buena herramienta para acordar en torno a la agenda que interesa a nuestro país.

De numerosos temas se ocupó Slim en su conferencia, y abundó sobre ellos en la rueda de preguntas que le siguió: (se descartó como eventual candidato presidencial; enfatizó en que los suyos eran puntos de vista y no recomendaciones; soslayó la invitación para hablar de la relación entre gobierno y gobernados, y recomendó el tradicional recurso de la espera para pronunciarse sobre los partidos y sus posibles candidatos con miras a 2018).

Sin embargo, tal vez lo más sustancial de su larga intervención fue lo que, a su juicio, representa el mejor camino para revitalizar el desarrollo de México en la gestión de Donald Trump: el fortalecimiento del mercado interno mediante el estímulo a la inversión, en especial mexicana sin desdeñar la extranjera, y a la actividad económica como una vía para la generación de empleos. Porque esa –dijo utilizando una metáfora un tanto forzada– es la mejor de las bardas.